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Opinión - Nos están destrozando la vida. Por Rosa María Artal

La tensión política no remite en Alsasua

Cientos de personas se concentran en Pamplona en apoyo a los dos guardias civiles agredidos en Alsasua

N. Elia

Otra vez Alsasua en primera plana. Alsasua vuelve a ser protagonista de las noticias en medios nacionales y en Euskadi y Navarra. Alsasua, territorio comanche. Alsasua, esa localidad navarra de 7.000 habitantes, que de vez en cuando se convierte en el foco de atención mediática de España por algún fenómeno relacionado con la izquierda abertzale radical.

La agresión sufrida por dos agentes de la Guardia Civil fuera de servicio en la madrugada del viernes al sábado, cuando tomaban una copa en un bar de la localidad con sus parejas, ha sido esta vez el detonante de la bomba mediática. La onda expansiva ha llegado incluso a la Comisión de Interior del Congreso de los Diputados, que ha aprobado un texto de condena con los votos en contra de EH Bildu y ERC.

Hay dos detenidos puestos en libertad el pasado lunes a los que la juez imputa los delitos de lesiones y atentado contra la autoridad. Hay otras ocho personas que han sido identificadas por la Guardia Civil y sobre las que todavía se investiga su grado de implicación en los hechos. Los dos agentes que resultaron heridos y con lesiones tras la agresión se recuperan en el cuartelillo. También sus parejas.

El revuelo político ha sido considerable, no sólo en el propio Ayuntamiento alsasuarra, sino también en el Gobierno foral y en el Parlamento, instituciones en las que los grupos han sido incapaces de ponerse de acuerdo en condenar la agresión. Pero la conmoción ha traspasado las fronteras forales y se ha hecho extensiva al resto del país.

La visión de Alsasua como el pueblo en el que los “antiguos cachorros de ETA campan a sus anchas”, o como la localidad navarra en que una “turba” de abertzales radicales puede permitirse atacar a dos agentes de la Guardia Civil ante un público impasible, se cuestiona sin tapujos cuando se accede al pueblo desde la Autovía de la Barranca. Pero tampoco parece corresponderse con la realidad esa otra imagen que se proyecta de Altsasu como localidad tomada por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, con controles intimidatorios a cada paso y poco menos que sometida a una especie de toque de queda militar.

Otro pueblo más de la Barranca

Alsasua es otro pueblo más de la Barranca en el que la tensión política y social todavía no se ha resuelto, aunque ETA ya no mate y Sortu (formación integrada en EH Bildu) haya firmado un comunicado en el que “afirma su voluntad de avanzar hacia la paz y la convivencia en Euskal Herria, en la que hechos como los ocurridos en Altsasu, no sucedan nunca más”.

Alsasua no es un nido de violentos ni un fuerte militar. Alsasua parece más un pueblo enfadado.

Y eso sí que se aprecia desde que se entra al pueblo. Un equipo de televisión toma imágenes del Ayuntamiento mientras un par de vecinos les miran con cara de pocos amigos. “¿Más periodistas?”, preguntan al ver la libreta y el bolígrafo. Ni siquiera esperan la respuesta, se giran y siguen su paseo por la esquina de la calle.

Tal vez todavía no se han enterado de que el ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, ha entrado a mediar en la polémica. En opinión de Fernández Díaz, lo ocurrido el sábado no es 'kale borroka' –la violencia de baja intensidad o de persecución que practicaban los jóvenes radicales en apoyo a la estrategia violenta de ETA–, sino que “encaja en la definición de delito de odio, tal y como está especificado en el Código Penal”, ha dicho en TVE.

Hasta el propio Fernández Díaz reconoce que la citada agresión, ocurrida en el bar Koxka, fue un “hecho puntual”, con lo que, de alguna manera, desautoriza a tertulianos y otros comunicadores de su cuerda política a quienes se les ha llenado la boca estos días hablando de “emboscada”, “casi linchamiento” o “impunidad”.

El ministro en funciones se decanta por la versión post-ETA: “La 'kale borroka' ha pasado a la historia con la derrota de ETA”, afirma, pero “42 años de terrorismo no se curan de la noche a la mañana y queda una patología social, un odio, y Alsasua no es de las localidades donde la Guardia Civil es más querida”.

“¿Odio? ¿Pero de qué me estás hablando?”

“¿Patología social? ¿Odio? ¿Pero de qué me estás hablando?”. Una vecina alsasuarra de mediana edad que accede a hablar sin identificarse se lamenta, girando la cabeza en un gesto de negación resignada. “Que nos dejen en paz. Que nos olviden. Bastante tenemos con lo nuestro como para que además vengan de medio Estado a tocar las narices. A mí no me hace ni media gracia que el fin de semana de ferias se vaya a recordar por una bronca. Pero tampoco me extraña que en la bronca estuvieran implicados los guardias. No sé quién dice la verdad, sólo sé que todo esto se ha sacado de madre”, añade.

La composición política del Ayuntamiento de Alsasua es reflejo del delicado equilibrio en el que conviven las sensibilidades políticas de los vecinos: la alcaldía está en manos de Geroa Bai (cinco concejales), seguida por los tres concejales de EH-Bildu, dos del PSN, dos de Goazen y uno de UPN.

Tres largas horas de reunión dieron en la noche del lunes como fruto un comunicado sobre la agresión en el que se condenaban “los actos violentos ocurridos, como cualquier grado de violencia, incluidas las pequeñas violencias provengan de donde provengan”. El texto, de seis puntos, mostraba además la solidaridad de la localidad con las personas agredidas y subrayaba su “apuesta por la convivencia en nuestro municipio”. Ni los concejales de Bildu ni el de UPN apoyaron el texto.

El documento incluía otro párrafo revelador. El texto mostraba la “preocupación y malestar por la masiva presencia de la Guardia Civil en nuestra localidad a raíz de los sucesos ocurridos”, porque “no ayuda a crear un clima de convivencia”. El concejal socialista de Alsasua que apoyó este texto fue después desautorizado por su secretaria general, María Chivite, que la víspera había secundado en Pamplona la concentración en apoyo a la Guardia Civil en Navarra.

¿Existe en Alsasua odio a la Guardia Civil, como mantiene el ministro del Interior en funciones? El Ayuntamiento habla de “preocupación y malestar por la masiva presencia” de este Cuerpo en la localidad, aunque circunscribe su inquietud a estos días posteriores a la agresión.

En el pueblo es muy activo el grupo Ospa de Altsasu, organizador del ya tradicional Ospa Eguna. Un miembro de este colectivo destaca que no puede dejarse a un lado “la situación de represión” que se vive en la localidad. “La violencia policial en forma de amenazas, agresiones y controles de carretera es cotidiana”.

Según este colectivo, la juventud de Alsasua tiene que aguantar que agentes de paisano se infiltren en sus espacios de ocio, como ocurrió en el último Ospa Eguna, cuando expulsaron a varios agentes de varios de los conciertos que se celebraron. Una visión que pone en cuestión la Guardia Civil.

Estas expulsiones, y la celebración festiva de las reivindicaciones de este movimiento que demanda la “desmilitarización” del pueblo están en el punto de mira de otras asociaciones. Según informó Europa Press, citando fuentes de varias asociaciones de víctimas, sus abogados han intentado en varias ocasiones que la justicia considere delito de enaltecimiento del terrorismo varias kalejiras y otro tipo de actos festivos en el que se exhiben eslóganes pidiendo la salida de la Guardia Civil de Alsasua.

Sin embargo, los jueces no han entendido que eso se trate de un delito. Estas mismas asociaciones fueron las que informaron de que la agresión del viernes podría ser calificada de terrorismo.

Etiquetas penales al margen, la paliza nocturna a dos agentes de paisano y sus parejas ha vuelto a poner a Alsasua de polémica actualidad. Una concentración de cientos de personas mostró este lunes en Pamplona su apoyo a la Guardia Civil. Unas horas antes, otra concentración de un centenar de jóvenes pedía en Alsasua la puesta en libertad de los dos detenidos y exigía el cese de los “montajes policiales”.

El enfado tardará en marcharse de Alsasua. “Que nos dejen en paz, esto es un pueblo, no un circo. Cuando os cansáis del tema, nosotros tenemos que seguir aquí viviendo”, se queja una vecina.

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