Hace unas semanas entrevisté a dos académicos estadounidenses especialistas en semántica, filosofía y el uso político de las palabras. Al final, les pregunté qué connotaciones tiene para ellos la palabra “lawfare”. Su primera respuesta no me sorprendió tanto después de haber vivido una década en Estados Unidos. “¿El qué? ¿Law-qué?”
La palabra “lawfare” no está en el diccionario Merriam-Webster, el más habitual de uso en Estados Unidos y que, a diferencia del de la RAE, es muy flexible y rápido en la incorporación de nuevos términos. Ni en el libro de estilo de la agencia AP, por citar una referencia periodística habitual. Antes de escucharlo en España, yo sólo identificaba Lawfare como el nombre de un blog y podcast sobre asuntos legales que se hizo muy popular en Estados Unidos en los años de Donald Trump. Los autores explican con detalle la historia del término, de uso en un contexto de seguridad nacional y de guerra literal, en particular referido desde la guerra de Kosovo en 1999 al “uso o mal uso de la ley como sustituto de medios militares tradicionales”. Los autores de Lawfare, de hecho, reivindican el término con connotaciones más neutrales y menos negativas, como explican en detalle en la historia de su proyecto de divulgación.
En el Reino Unido, tampoco es una palabra de uso habitual y, en general, según explica el Parlamento británico, se refiere “al uso de la ley para conseguir un objetivo militar operativo”. “Recientemente, también ha sido usado en referencia a las querellas legales contra militares”, explica. En el diccionario Collins, uno de los pocos que incluye la palabra en inglés, se encuentra la definición más próxima al significado que tal vez se usa en España como “el uso estratégico de procedimientos legales para intimidar o entorpecer a un rival” además de la acepción de una forma de cuestionar la legalidad de la política exterior y defensa.
Ni informando sobre España y sobre la actualidad política reciente es fácil encontrar el uso de la palabra “lawfare” en la prensa anglosajona sin una explicación de qué estamos hablando. Una rápida búsqueda en el New York Times lleva a menudo a las referencias a Lawfare, “el blog de empollones”, como lo definía el diario, y sólo a alguna queja de abogados de Donald Trump que definen así los múltiples cargos de intento de alterar las elecciones presidenciales, fraude e incitación al asalto al Capitolio.
El uso del inglés tal vez haga pensar a los políticos españoles que están expresando algo más importante que si lo hicieran en castellano y sirve de coartada para no tener que explicar exactamente a qué se refieren. El palabro, muy probablemente importado de Argentina, es todavía más ridículo cuando apenas se utiliza en los países nativos anglosajones y a menudo con un significado diferente. Con un injustificado complejo de inferioridad, tal vez algunos piensen que el inglés da a las palabras un halo de universalidad o las convierte en un principio legal aceptado.
En las últimas semanas, periodistas, políticos y jueces han pronunciado este palabro como “laufer”. Y ya que es un término tan hispano o español sería casi mejor escribirlo así. Eso sí, también habría que definirlo con más precisión. Tal vez no haya político en una democracia moderna como la española que se atreva a hacerlo por los monstruos que puede generar ahora o en el futuro.