Hemos sido nosotros, los humanos, quienes hemos deteriorado este espacio único del Mediterráneo. Hemos tomado decisiones económicas sin tener en cuenta consideraciones sociales y ambientales. Los eventos climáticos extremos provocados por el calentamiento global han acelerado una debacle ambiental vaticinada y han supuesto un varapalo económico para el litoral murciano.
La situación es compleja y no hay una sola causa ni un único responsable del desastre. Lo que sí está claro es que muchos problemas no son nuevos, que nuestras acciones económicas han influido significativamente en el devenir de la laguna y que para revertir la situación es necesario actuar de manera inminente. Pero, ¿qué hemos hecho exactamente?
Incremento frenético de la población fija y estacional
El Mar Menor es la albufera de agua salada más grande de Europa. Está separada del Mar Mediterráneo por La Manga del Mar Menor, una franja de arena de 22 km longitud con una anchura de entre 100 y 1.200 metros.
La población de La Manga ha crecido un 564% entre 1960 y 2017. La oferta turística también se ha disparado, sobre todo desde la década de los 1970 –la población flotante pasó de 59.400 personas en 1971 a 93.800 personas en 1976. Esto ha provocado una mayor demanda residencial y de servicios urbanos. Las edificaciones hosteleras, residenciales y recreativas construidas en zonas muy próximas a la orilla en el Mar Menor y en La Manga han provocado “reflexiones”, que intensifican la erosión y la pérdida de anchura de las playas. Además de estas construcciones, también se han instalado infraestructuras de saneamiento y abastecimiento a lo largo de la albufera. A su vez, la masificación del territorio conlleva un incremento de los residuos vertidos al Mar Menor de manera directa o indirecta.
Precisamente, uno de los eventos asociados al aumento de la población que más ha deteriorado el Mar Menor son las escorrentías, pues las redes pluviales de las localidades costeras no están adecuadamente preparadas para las danas. Estas escorrentías han arrastrado un gran número de residuos a la laguna y, por si fuera poco, se espera que estos eventos climáticos extremos sean cada vez más frecuentes.
Puertos, tráfico marítimo y “agujeros” en La Manga
La actividad marítima recreacional se ha incrementado de manera exacerbada hasta el punto que, según el inventario de la Región de Murcia, en el Mar Menor habría un puerto deportivo cada 5 km. Los puertos en sí no son un problema, pero sí lo son las obras exteriores invasivas que infieren en la calidad de las playas. Los puertos han producido una “descompensación sedimentaria” debido a las modificaciones que provocan en el oleaje, que erosiona las playas aledañas y puede reducir su anchura. El caso del Puerto de San Pedro del Pinatar presenta un problema adicional, ya que la infraestructura está frenando el transporte de sedimentos provenientes del norte, pues se interpone en el oleaje y el material arrastrado se ve frenado.
Asimismo, la actividad náutica ha afectado directamente a la calidad del aire, a la agitación de los fondos debido al uso de hélices y a las especies marinas –cuyos hábitats se ven contaminados y alterados.
Por su parte, las llamadas “golas” –canales que conectan el Mar Menor con el mar Mediterráneo– suponen que en una costa rectilínea aparezca un hueco. El transporte de sedimentos tiende a rellenarlo y cerrarlo, como puede verse en la gola de la Caleta y de Marchamalo, deteriorando la línea de costa. Adicionalmente, la entrada del agua del mar Mediterráneo puede alterar las condiciones de salinidad y la temperatura de la laguna, modificando radicalmente el ecosistema.
Actividades mineras y agrícolas
Si bien la actividad minera cesó en 1991, cuando se producen lluvias torrenciales, las aguas transportan residuos procedentes de la erosión de suelos mineros abandonados y se depositan en el interior del Mar Menor. La rambla del Beal es una de las que más fangos drena a la laguna.
Por su parte, la actividad agraria en la comarca creció un 633% entre 1961 y 2003. Cabe destacar que la actividad agraria es parte de la cultura murciana y es uno de los pilares económicos de la Región. Sin embargo, también hay que señalar que las prácticas agrícolas empleadas durante el siglo XX favorecieron la entrada de nitratos y fósforo en el Mar Menor, que, junto a otros factores, como los vertidos ganaderos y urbanos, han favorecido una eutrofización del ecosistema –un proceso de contaminación provocado por el enriquecimiento de nutrientes en el ecosistema acuático.
La eutrofización ha desencadenado consecuencias tan dispares como la aparición de medusas, el crecimiento de nuevas especies de algas, la aparición de fangos y malos olores, la paulatina desoxigenación de la laguna y el deterioro de parte de la biodiversidad marina.
Un modelo sostenible como solución
Estos son solo algunos de los datos y problemas enumerados en el Plan de Borde Litoral de La Manga del CEDEX para el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico, cuyo periodo de consulta finalizó el 25 de agosto. El documento es altamente explicativo y recomendable para conocer los problemas de la laguna, pero ANSE y WWF ya han reclamado un “verdadero plan” que no se limite a “propuestas convencionales para los (problemas) directamente relacionados con las playas (…) exclusivamente ingenieriles”. Dichas organizaciones señalan que “no son soluciones definitivas”. A su vez, los agricultores denuncian que la nueva Ley de Protección Integral del Mar Menor centra el foco en el sector agropecuario como culpable de la tragedia, dejando en un segundo plano al turismo de masas, a la planificación urbanística descontrolada o a los vertidos. También lamentan que se estén dejando de lado las actuaciones destinadas a evitar la entrada de agua por vía subterránea y a controlar las danas.
El impacto de nuestro modelo económico en el entorno es incuestionable: el turismo masivo, la promoción urbanística no controlada y el descontrol de nuestros vertidos son solo algunas de las acciones que hemos implementado sin consideraciones ambientales o sociales. Ahora los problemas que hemos causado impactan en nuestro bienestar y en nuestra economía directamente: malos olores, pérdida de espacios recreacionales, pérdida de actividad económica y de puestos de trabajo, sobrecostes presupuestarios para revertir la situación, pérdidas reputacionales, etc. Para colmo, este no es el primer desastre ambiental causado por no tener en consideración criterios ambientales en el proceso de toma de decisiones en la Región de Murcia. La bahía de Portmán, que se encuentra a menos de 10 km del Mar Menor, se encuentra en un estado deplorable desde hace cuatro décadas debido a la actividad minera de la empresa Peñarroya-España, que no dudó en arrojar toneladas de residuos químicos y mineros al mar. Peñarroya creó actividad económica y empleo a corto plazo, pero el impacto a largo plazo ha sido catastrófico.
Hay que tener en cuenta que solucionar los problemas del Mar Menor puede ser costoso, pero si no incorporamos criterios ambientales y sociales en nuestro proceso de toma de decisiones, volverán a aflorar. Solo transformando nuestro modelo socioeconómico podremos salvar el Mar Menor y preservar el patrimonio natural de nuestro país.
Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión del autor y ésta no compromete a ninguna de las organizaciones con las que colabora.