Mientras en España se vivía con incertidumbre el cada vez más inminente final de la época franquista y todo lo que ello conllevaría, los movimientos sociales y políticos se tornaban cada vez más organizados y reivindicativos y la sociedad en su conjunto miraba con mayor encandilamiento a los países del entorno; mientras, el Sahara Occidental anhelaba ser libre e independiente.
Con todo, con esas mismas ansias de libertad, en 1973, concretamente el 10 de mayo, se fundaba el Frente Popular para la Liberación de Saguia El-Hamra y Río de Oro, el Frente Polisario.
Muy probablemente si en ese momento hubiésemos realizado una encuesta en la que se interrogase a las personas participantes acerca de la “perdurabilidad del Frente Polisario”, hubiese arrojado un resultado desalentador para el representante del pueblo saharaui.
Lo anterior es de las pocas cosas que no han cambiado con el paso del tiempo, dado que aún en nuestros días hay quienes continúan viviendo con fascinación, incluso con cierto escepticismo, la existencia del Frente Polisario.
A ello se suma que a lo largo de estas cinco décadas han sido innumerables las acusaciones que ha recibido este Movimiento de Liberación Nacional. Desde movimiento terrorista financiado por regímenes sin excesivo apego a los valores democráticos a organización dedicada al desvío de ayuda humanitaria pasando por entidad vulneradora de Derechos Humanos, sin olvidar la de grupo armado instrumental de países del entorno.
Es bien conocida la estrategia e interés de determinados sectores que dirigen de forma infame e infundada las mencionadas acusaciones con el único objetivo de socavar la base del apoyo social con la que cuenta esta organización a nivel nacional e internacional. Buscando así desalentar, atemorizar y deslegitimar al amplio movimiento de solidaridad con el pueblo saharaui.
No obstante, afortunadamente, sus objetivos han encallado ante un movimiento solidario que ha demostrado su incondicionalidad más absoluta independientemente de sus adscripciones políticas e ideológicas y ha mostrado de manera inequívoca su infranqueable apoyo a la legítima lucha del pueblo saharaui por su autodeterminación e independencia, -a diferencia de lo defendido por una parte del Gobierno de España-.
La citada estrategia, y partiendo desde la buena fe de quien escribe, podemos achacarla al desconocimiento generalizado de la razón de ser de un movimiento de liberación nacional. La misma no es nada más -y nada menos- que la organización a la que se le reconoce por parte del derecho internacional personalidad jurídica y capacidad de acción en la defensa del ejercicio del derecho a la libre autodeterminación de un pueblo que estuvo sometido a dominación por parte de una potencia extranjera -sea cual sea la fórmula de injerencia-.
Un derecho a la autodeterminación que engloba cuatro grandes elementos: unidad nacional, soberanía sobre los recursos naturales, integridad territorial e instituciones políticas.
Es en virtud de su condición de movimiento de liberación nacional -reconocido por Naciones Unidas, órganos jurisdiccionales, Estados, Organizaciones Internacionales y supranacionales- por lo que, entre otras prerrogativas propias de su categoría, tiene reconocido el derecho al recurso a la vía armada para poder alcanzar sus aspiraciones.
En uso del mismo y como consecuencia de la agresión cometida por parte de Marruecos, desde el 13 de noviembre de 2020 se libra una guerra abierta en el Sahara Occidental tras 29 años de escrupuloso respeto a los acuerdos de Alto al fuego.
Cincuenta años pueden parecer muchos años, pero, ¿qué son en términos relativos para la lucha de todo un pueblo por el ejercicio de su derecho a la autodeterminación e independencia?
Cincuenta años en los que el pueblo saharaui se ha visto obligado a hacer frente a innumerables retos: ocupación, guerras, refugio, diáspora, construcción de un Estado en el exilio, constantes vulneraciones de Derechos Humanos por parte de Marruecos, procesos de negociación, promesas de un referéndum desde hace más de tres décadas…
Merece la ocasión recordar que el Frente Polisario nació con la intención principal de luchar por la independencia nacional, tal y como consta en su acta fundacional y estatutos. Bajo esa premisa seguimos trabajando cinco decenios después con la misma determinación y convicción. Medio siglo por el derecho a la autodeterminación e independencia del Sahara Occidental.
Un período en el que ha quedado sobradamente probada la inexorabilidad de un Estado saharaui independiente como garantía de estabilidad regional. Del mismo modo que no puede pasar inadvertida la extraordinaria e inaudita capacidad de resistencia del pueblo saharaui, pese a todos los intentos encaminados a menoscabar su unidad y pleno convencimiento en la libertad del Sahara Occidental.
Durante estas cinco décadas han sido muchas y muy profundas las transformaciones sociales que ha vivido la sociedad española. Sin embargo, -y a pesar de los múltiples intentos de extraer la cuestión del marco de la descolonización-, España como potencia administradora del territorio que es, sigue teniendo pendiente asumir las obligaciones que le impone el derecho internacional.
Una responsabilidad que debe ejercer de manera eficaz, puesto que en esta mitad de siglo ha quedado constatada que la propia razón de ser, de existir del Frente Polisario son las y los saharauis que generación tras generación siguen renovando el pacto que un grupo de estudiantes y jóvenes realizaron tal día como hoy en Zuerat en 1973. Y así, mientras exista un saharaui, existirá el Frente Polisario.