Durante los casi tres años que Cristina Cifuentes ha sido presidenta de la Comunidad de Madrid han aparecido casos de corrupción como Lezo, se han caído los techos de muchos hospitales, no se han hecho colegios y se ha aumentado en 5.000 millones de euros la deuda de la región. Su gestión no ha sido buena y el permanente intento de separarse del PP de Esperanza Aguirre, de tener mejor imagen, infructuoso. Sin embargo, esta parálisis, esta gestión del agotamiento de un proyecto que ha dejado sin aliento a Madrid no parecía pasarle factura ¿qué ha cambiado? ¿Por qué un tema aparentemente pequeño va a conseguir sacarla de la política?
Ha cambiado la escala, la cercanía que da acceso a la puerta del entendimiento. La corrupción, el despilfarro son términos abstractos que apenas generan alguna imagen mental; no están pasados por la experiencia. Falsificar las notas tiene forma, es tangible, imaginable. Una de mis tareas es presidir la Comisión de Endeudamiento de la Asamblea de Madrid. En este momento estamos investigando el caso del Metro Ligero, una obra que va a costar 4.200 millones de euros, cuyo informe de viabilidad –que debe ser previo- se redactó después de asignar los contratos. Ni siquiera tiene fecha, ni entrada en el registro. Es casi lo mismo que el acta por la que se aprueba el máster. Sin embargo, al hablar de 4.200 millones o de informe de viabilidad pocos se hacen idea de la magnitud de lo que hablamos. Esas cantidades y ese tecnicismo no resuena en ninguna experiencia personal. Cuando hablamos de una matrícula de 1.500 euros y de falsificar las notas, la imagen es inmediata. La indignación es inmediata.
El caso “máster” ha permitido entender en la escala de lo cotidiano una forma de hacer política y ha instalado dos ideas en el imaginario:
- Cifuentes no es de fiar. Si es capaz de engañar en lo cercano, en lo pequeño, que no hará en lo grande, en la gran política. Ha perdido la confianza básica, la que crea los vínculos sociales. Esa que te permite no tener que contar el “vuelto” en el bar en el que tomas café todos los días, porque te fías. Ahora cada vez que Cifuentes diga algo, hay que contar el “vuelto”. Da igual que sea un nuevo hospital o un decreto, ya no hay confianza.
- El PP ha degenerado las instituciones madrileñas. Ha creado una red clientelar a su servicio. Eso es lo que ha pasado en el Canal de Isabel II, la consejería de Transportes (M45, Metro ligero), en la construcción de los hospitales o la Cámara de cuentas. Instituciones en las que colocar gente, que financian en B las campañas, que alimentan la corrupción; que siempre benefician a los mismos. Pero instituciones difusas, intangibles. Ahora es en la universidad en la que estudia una hija, un nieto o tú misma. Es claro lo que significa colocar a la cúpula de una institución y que luego te hagan favores. Nos retrotrae a la imagen de “casta”. Lo que a la mayoría nos cuesta dinero y sacrifico, unos pocos lo consiguen en una cadena de favores.
En la pequeña escala la política se ha hecho comprensible. El PP ha gestionado la región como si las instituciones fueran suyas, estuvieran a su servicio político y personal; ahora se entiende mejor. La escala es un elemento relevante, de hecho el PP ha hecho una administración capaz de movilizarse rápidamente para hacer una nueva radial o un macro hospital, pero incapaz de arreglar con celeridad el techo de un hospital, el patio de un colegio o dar las ayudas para que no corten la luz.
A la percepción de la opinión pública hay que añadir que la comparecencia de Cristina Cifuentes en pleno fue un ejercicio de cinismo que no se veía en la Asamblea de Madrid en años. Informaciones incorrectas, medias verdades, silencios voluntarios. La comparación entre las explicaciones difusas y el rigor que han manejado los medios de comunicación, sólo sirvieron para hacer más patente el cinismo. Más allá de los datos, mirando las formas, las ideas, la actitud, es decir, lo que queda comunicativamente tras un Pleno y la posterior rueda de prensa fue un “si… y ¿qué?”. Cifuentes sacó la Esperanza Aguirre que lleva dentro. Sacó las formas políticas que su partido ha construido durante sus mayorías absolutas.
Un hecho aparentemente pequeño, ha conseguido de manera sencilla mostrar el estado político del gobierno y de la cultura que el PP ha creado en Madrid. Lo cercano ha permitido entender lo global. Y hablando de lo cercano, en las distancias cortas, en las comisiones, en el trabajo parlamentario, en el contacto con muchos y muchas funcionarias, sabemos todo esto. Donde se está despilfarrando y a quien, como de agotadas las instituciones y como la función pública pide un cambio y los agentes sociales un proyecto.
Es urgente terminar con este régimen que durante casi tres décadas ha funcionado en la Comunidad de Madrid. Abrir las ventanas, que entre aire, que podamos llegar a unas elecciones limpias, donde ningún partido acuda “dopado” –las primeras en muchos años-. Y esta es una oportunidad para hacerlo. Esto va de Madrid y su gente, no de cálculos electorales e intereses particulares.