Describir con palabras a Alfredo siempre se quedaría corto, despedirse de él es aún más complicado con el profundo dolor que siento en estos momentos. La ausencia de Alfredo es ya inmensa, una desgracia para nuestro país que se haya ido tan joven cuando su conocimiento y experiencia son aún imprescindibles. Me atrevo a afirmar que es un momento de inmenso dolor para todo el socialismo español y para todo nuestro país.
Alfredo es insustituible. Un hombre de Estado, un político inigualable, una buena persona con un gran sentido de la ética. Alfredo era auténtico y único.
No se puede comprender España, tal y como es, nuestra historia más reciente sin él, sin su buen hacer. No sé si somos conscientes de que nuestra vida sería muy diferente sin él, sin su entrega a nuestro país.
Ha sido protagonista en tantas grandes cuestiones de país, algunas de ellas desconocidas. Compartíamos pasión por la educación, como por la química, y hoy es de justicia recordar que fue el ministro que garantizó la educación pública y gratuita como fue el principal artífice del fin de la banda terrorista ETA, junto al Presidente Zapatero trajeron la paz a nuestro país.
Pero estas cosas son las más conocidas, por las que toda España admira a Rubalcaba. Pero reconozco que a mí me encandilaba, desde que tengo recuerdos. Así me sentí cuando le escuché en persona por primera vez cuando visitó mi Facultad, la de Química, su dialéctica tan directa, un político tan inteligente y brillante que, además, era químico. Nadie como él sabía comunicar de forma tan clara y acertada. Quién le iba a decir a una joven murciana como yo que tendría el honor de formar parte de su equipo en el PSOE.
De lo mejor que he vivido en mi vida política ha sido poder aprender al lado de un grande, de un maestro como él porque a su lado sólo se podía aprender. Cada acto, cada reunión, cada decisión desprendía rigor, experiencia, capacidad intelectual y de trabajo. Cuidaba sus decisiones y sus discursos con un mimo indescriptible, con “sus deditos”, como solía decir, escribía y con esa inmensa inteligencia política con la que estaba dotado revisaba todo en profundidad, cada detalle. Y, siempre, siempre, con un gran amor a nuestro partido y al país.
Por eso, hoy lo que me sale de dentro es darle las gracias. Gracias Alfredo por tanto, por todo el legado que nos dejas.
Debo confesar que fue dura la etapa que vivimos juntos, mientras fue secretario general del PSOE, otra muestra más de su valentía porque entre sus atributos también estaba ser valiente. Siempre decíamos en aquellos años que el PSOE había cambiado más en dos años, tras las crisis vividas, que en las últimas décadas. Y así fue.
Trabajamos por un importante rearme ideológico del partido durante su liderazgo y una de sus máximas preocupaciones era la situación de Cataluña, fue entonces cuando se aprobó la declaración de Granada y cuando el PSOE asumió que estaba decidido a reformar la Constitución. Fue durante la conferencia política que duró meses de intenso trabajo, bajo la dirección de Elena Valenciano, Vicesecretaria General, y de Óscar López, Secretario de Organización, tuvimos Pedro Sánchez, nuestro actual presidente del Gobierno, y yo la oportunidad de coordinar aquellos trabajos. Nunca tendré suficientes palabras de agradecimiento para Alfredo por haberme enseñado tanto y por haber dado tanto a nuestro partido, y a nuestro país.
Pero la verdad es que, para mí, lo más relevante era la persona, lo menos conocido. Un enorme corazón, una persona austera, sensible, coherente y, sobre todo, auténtica.
No se entiende España sin Rubalcaba, no se entiende el PSOE sin Alfredo. Siempre en nuestra memoria, siempre en mi corazón, tu legado será nuestra guía.