Estos días estamos viviendo con dolor y consternación las consecuencias que la COVID-19 está teniendo en nuestra ciudad, comunidad, país y, en general, a nivel mundial. Pero también sirve para replantearnos nuestra forma de vida y el modelo de ciudad en el que vivimos para avanzar hacia otro más sostenible y saludable, así como las actividades económicas y laborales que tendremos que potenciar para lograrlo, y que además contribuirán a solventar la emergencia social que ya está provocando esta crisis sanitaria.
Algunos estudios científicos relacionan la alta contaminación en las ciudades no sólo con el aumento de enfermedades respiratorias y cardíacas, sino también con una mayor probabilidad de propagación y virulencia de epidemias como la del coronavirus. La ciencia también apunta que la protección de la biodiversidad y de los espacios naturales es necesaria para combatir esta pandemia y otras posibles futuras.
Los datos de calidad del aire recientemente publicados demuestran que la drástica reducción de la movilidad en Madrid, provocada por el estado de emergencia, ha venido acompañada de una disminución histórica de los niveles de contaminación, producida fundamentalmente por el tráfico rodado.
Ello nos lleva a la reflexión sobre nuestro modelo de ciudad y a apostar aún más por la agenda verde. La reconstrucción social tiene que ser sostenible. La rehabilitación de edificios con criterios de eficiencia y ahorro energético, el fomento de energías renovables, la instalación de más puntos de recarga eléctrica y avanzar en la renaturalización, además de contribuir a la mejora de la calidad de vida y mitigar los efectos del cambio climático, posibilitarán la creación de gran cantidad de nuevos empleos que tanto necesitaremos una vez pase esta situación.
Además, Madrid puede aprovechar la oportunidad que está brindando esta crisis a las ciudades, más a las que como la nuestra tienen margen, de impulsar la movilidad ciclista. Como ya están haciendo o planificando otras ciudades como Berlín o New York, Madrid tiene que dar paso a un mayor uso de la bicicleta en un contexto de reducción general de la movilidad. No olvidemos que es uno los mejores modos de movilidad para hacer los desplazamientos permitidos durante la cuarentena, como recomienda el Ministerio de Sanidad.
Se debe reabrir Bicimad, el sistema de bicicleta pública eléctrica que dispone nuestra ciudad. Extremando las medidas de seguridad e higiene y la información a los usuarios, es sin duda una de las mejores formas para traslados dentro de la ciudad. París lo mantiene abierto ofreciendo la primera hora de uso gratuita y en el propio Wuhan nunca se llegó a clausurar su funcionamiento ni en los peores momentos del virus. También hay que acelerar su ampliación y ayudar económicamente a las personas que quieran pasarse a la bicicleta eléctrica individual.
Es rápido habilitar carriles de circulación con pintura y balizamiento en los ejes estructurantes de la ciudad, carriles que si sabemos aprovechar esta situación serán cada vez más demandados cuando paulatinamente vayamos volviendo al trabajo y habrán llegado para quedarse.
Pero no podemos dejar a nadie atrás, por lo que es necesario garantizar la calidad del servicio de la EMT, el pago de sus nóminas y en estos meses las medidas de higiene necesarias para todas las personas que dependen de la red de transporte público. El 42% de la población no dispone de coche ni de carnet de conducir y casi un 50% de los habitantes de Madrid son usuarios cautivos del transporte público. En un momento en que la mayoría de los operadores de movilidad están pasando por momentos económicos muy complicados debido a la bajada de viajeros, toca que el Ayuntamiento de Madrid demuestre el apoyo al transporte público con una aportación económica extraordinaria al Consorcio Regional de Transportes de Madrid por el valor de una anualidad.
Si pensamos en los modos de transporte sostenible y en medidas novedosas para adaptarnos a la situación y no solo en el vehículo privado como hasta el momento ha hecho el actual gobierno del Ayuntamiento de Madrid, podremos cambiar nuestras infraestructuras y cuando hayamos superado la pandemia seremos una ciudad más adaptada a los retos de nuestro tiempo. Esa reconstrucción verde debe comprender una revolución en las redes de transporte público para que crezcan de forma transversal y cubran zonas a las que actualmente no llegan, a la vez que mejorar la calidad de su servicio y la intermodalidad. De esta forma, solidariamente, igual que ahora aceptamos quedarnos en casa para evitar la propagación de la COVID-19, podremos contribuir a la mejora del aire que respiramos y de nuestra salud.
El tiempo del negacionismo, la inacción o incluso el retroceso en avances ya logrados quedaron atrás. Son tiempos de cambio y valentía y estos deben darse hacia una vida más sostenible, justa e igualitaria.