Condenados a no salir en la estampita
Ahora que los cruzados de las Santas Órdenes de los Abogados Sectarios y de HazteloMirar han subido a sus corceles imaginarios y desenvainado por enésima vez su santa espada virtual contra esta nueva blasfemia que amenaza con destruir a la religión más grande y poderosa del planeta, hablo de la estampita de la vaquita del Gran Prix que Lalachus osó mostrar en la televisión pública, recordé un chiste popular de mi infancia que decía así:
Está Jesús en la cruz y a sus costados están crucificados los dos ladrones. Jesús se gira hacia el ladrón de la derecha y le dice:
-¡Psst! ¡Ey, tú! Sí, sí, tú… Ven para aquí, anda, acércate un momento.
El ladrón de la derecha, sorprendido, le responde:
-imposible… ¡¿No ves que no puedo moverme?!
Enfadado, Jesús se gira hacia el otro lado y le dice al ladrón de la izquierda:
-¡Psst! ¡Oye, tú! ¡Sí, tú! ¡Acércate! Ven para aquí un momento que no te arrepentirás.
El ladrón de la izquierda, tras hacer un gesto con la cabeza en dirección a sus manos clavadas en los maderos, le responde:
-Ya me gustaría a mí, pero no puedo, me es imposible, ya lo siento…
Entonces Jesús, visiblemente cabreado, mira al frente y les dice con desdén:
-Vale, vale… pero luego no os quejéis si no salís en la estampita.
Digamos primero que si me siento validado para opinar sobre este tema en particular es porque vengo de un lugar, Argentina, donde somos especialistas en los dos elementos centrales de esta blasfemia. Somos expertos en vacas y en estampitas de ídolos paganos. Por no hablar de mi dilatada experiencia como ofendedor habitual de los sentimientos religiosos de los miembros de ambas Santas Órdenes, tanto de HazteloMirar como de los Abogados Sectarios.
Como dije, no es secreto que allí de donde vengo, las lejanas tierras pampas, abundan las estampitas de ídolos paganos que podrían ofender la hipersensibilidad reaccionaria tanto o más que la imagen de la Vaquita del Gran Prix. Allí, en las humildes casas de los barrios populares, hace décadas que la estampita de la Virgen María y la del niño Jesús se resignaron a compartir espacio y oraciones con otras deidades paganas como Santa Evita, Maradona, el Gauchito Gil o Gladys, la Santa Bailantera, cantante popular que falleció en plena gira en un accidente en la carretera.
Si HazteloMirar y Abogados Sectarios abrieran oficina en aquellas tierras, la exposición continua a semejante ofensa podría fortalecer la extrema fragilidad de sus sentimientos religiosos. Eso, o se tendrían que querellar con todas las clases populares sudamericanas que, además de ser la mayoría social, se definen por lo general como católicas o, al menos, como cristianas.
Y hablando de chistes populares y de estampitas paganas, recuerdo que cuando adolescente, allá en aquellas lejanas tierras pampas, tenía un amigo al que llamábamos El Rulo y cuyo hermano mayor se había hecho sacerdote. El hermano del Rulo era de esos curas que no parecen curas ni suelen ir vestidos como tales y que, además de misas y oraciones, hacen trabajo social en las barriadas más pobres.
El Rulo me contó que cada vez que acompañaba a su hermano a repartir comida o mantas a los barrios de chabolas, lo invitaban a pasar a las casas y le pedían que bendijera las estampitas que tenían y a las que rezaban para que los santos los ayudaran a salir de la miseria en la que vivían. Por eso el hermano del Rulo llevaba siempre en el bolsillo una petaquita de agua bendita, para bendecir las estampitas. Y las bendecía a todas, sin importar si eran de las oficiales o de las paganas. «Dios Padre, te pedimos que bendigas esta estampita del Gauchito Gil y esta otra de nuestra querida Evita, para que protejan esta casa»…, decía el hermano del Rulo mientras le echaba unas gotitas de su agua bendita.
Un día que le pregunté:
-Che, pero, ¿Eso de bendecir a los ídolos paganos no es herejía?
El hermano del Rulo se rio y me respondió que, para él, si había algo realmente revolucionario en la fe católica y que la diferenciaba de los demás grandes monoteísmos era que tenía un panteón enorme de santas y santos de donde elegir y que, además y sobre todo, permitía el uso de imágenes.
-¿Hay algo más moderno? -me dijo- ¿Por qué te creés que fue la primera religión en globalizarse? ¡Porque podés elegir tus ídolos preferidos y tener sus figuritas en casa! ¡Es una religión que te permite personalizarla! Con esto se adelantó miles de años al Pop…
-Bien -le respondí-, pero eso no explica por qué cuando vas a los barrios pobres aceptás bendecir las estampitas paganas…
-¿Te acordás el chiste de Jesús en la cruz? ¿Ese que les pide a los ladrones que se le acerquen?
-Claro -, le respondí.
-Yo bendigo todas las estampitas por eso mismo -me dijo-. Porque si los curas que vamos a los barrios nos ponemos muy tiquismiquis con esas cosas, corremos el riesgo de quedarnos fuera de la estampita…
Volviendo a lo de la nueva cruzada de las Santas Órdenes de HazteloMirar y los Abogados Sectarios para salvar de la destrucción a la religión más poderosa del planeta por culpa de la blasfemia de Lalachus y su estampita de la vaquita del Grand Prix, pasa algo parecido aunque de forma inversa.
Estos grupos reaccionarios viven de ofenderse. Les da igual perder las querellas mientras que el escándalo en sí, la impostación pública de las incomprobables heridas de sus sentimientos religiosos, les permita promocionar públicamente su cruzada reaccionaria para que llegue allí donde ellos saben que su gesto sirve para tocar la tecla adecuada que necesitan o bien ganar un seguidor más, conseguir un nuevo mecenas que alimente la financiación de la que depende su existencia, para mantener a los que ya tienen, o que les sirva como coartada para poder seguir trabajando de peones de quién pueda necesitarlos para menesteres más opacos e inconfesables.
En una democracia occidental cada vez más secularizada, las redes sociales y los anacronismos de nuestro Código Penal -verbigracia: el artículo 525- son, para ellos, un modo de vida, la forma de promocionarse para seguir existiendo.
Nadie le debe tanto a la blasfemia como ellos.
Nadie desea tanto ser ofendido como ellos.
Si desapareciera la ofensa a los sentimientos religiosos como delito, si nuestros representantes borraran de una vez por todas ese y otros anacronismos de nuestro Código Penal, estos grupúsculos ultras y reaccionarios se quedarían sin coartada legal, sin sustento jurídico. Gritarían, sí, pero sería un grito en el desierto.
No es la libertad artística y de creación la que tenga algo que decir en este asunto. No son ni los límites del humor ni los de la libertad de expresión los que aquí tengan algo que aportar. Son nuestros representantes los que deben hacerlo. Y no sólo hablo de los progresistas sino, y sobre todo, de todos aquellos que se dicen liberales, los de verdad, liberales en su amplia definición y no sólo en su versión puramente economicista tan cacareada por conservadores y reaccionarios que, por lo demás, son sumamente antiliberales.
Si nuestros representantes acaban de una vez por todas con esos anacronismos de nuestro Código Penal, estos grupos ultras y reaccionarios estarían, ahora sí, condenados a no salir más en la estampita.
El espacio público donde se debaten libremente las ideas en una democracia plural, laica y libre, a eso me refiero aquí con ‘estampita’ y no a la de la vaquita del Gran Prix de Lalachus. ¿O acaso no es esta la estampita que realmente les ofende?
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