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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Conflicto ecosocial en el Mar Menor: Naturaleza, sociedad y agro-extractivismo

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En la década de los 90 del siglo pasado se consolidó un proceso de transformación productiva en el Campo de Cartagena que había comenzado durante las dos décadas anteriores que implica la sustitución de la agricultura de secano, característica de la zona, por una agricultura de regadío facilitada por la mega estructura del transvase Tajo-Segura, acompañada de diferentes y paulatinas modificaciones legislativas y fiscales que consisten básicamente en: La apertura sin restricción a la Inversión Extranjera Directa, flexibilización de las normativas laborales y ambientales, supresión o disminución significativa de impuestos y aranceles, concesión de ayudas y subvenciones europeas a la producción agrícola y finalmente, como colofón, la simplificación de los tramites administrativos para la concesión y renovación de actividades agrícolas de regadío.

Estas “pequeñas”, pero acumulativas reformas, hoy lo sabemos, han favorecido las prácticas a los grandes productores y han dificultado, hasta llevarlos al borde de la desaparición, a los agricultores tradicionales que han resultado arrinconados y que para sobrevivir se han visto obligados a desarrollar dos estrategias adaptativas principales: por un lado, el arrendamiento de las tierras a los grandes productores y por otro lo que se conoce por aparcería inversa, donde los agricultores y los propietarios de las tierras reciben las semillas, los agrotóxicos, el agua, los técnicos y la mano de obra con un precio a la producción impuesto previamente mediante relaciones asimétricas en las negociaciones.

Este entramado de estructuras de obra civil que implica el transvase Tajo-segura pero también las autopistas integradas en el aún no finalizado corredor mediterráneo que conecta la Península Ibérica con Europa y de modificaciones normativas se concreta en un cambio de modelo agrícola tradicional dirigido, principalmente, a la producción para el consumo local y nacional, por un modelo de producción de vegetales intensivo dominado por grandes empresas multinacionales, basado en el monocultivo, altamente tecnificado y dirigido a la exportación, que introduce la zona en un proceso de reprimarialización que ha transformado el Campo de Cartagena en la “Huerta de Europa”, una denominación que es presentada a la sociedad murciana por el gobierno local y por las instancias agro-extractivistas como algo positivo y muy beneficioso para la economía y para la marca comercial de la Región de Murcia que, en realidad, se traduce en un pequeño territorio que abastece de vegetales a un territorio inmenso, el centro y el norte de Europa.

La manifiesta desproporción entre el territorio productor de materias primas y el territorio al que abastece nos induce la pregunta ¿Cuáles son las consecuencias que un pequeño territorio y con recursos limitados produzca vegetales para un territorio inmenso?

Como nos muestra Joan Martínez Alier, profesor de economía de la Universidad de Barcelona, entre otras personas científicas que reflexionan desde la economía ecológica y la economía aplicada, los recursos son finitos pues hasta los recursos renovables dejan de serlo cuando se extraen por encima de sus niveles de recuperación y, además, estas personas expertas nos muestran que, a mayor producción, mayor cantidad de residuos tóxicos que, como afirma gran parte de la comunidad científica, son la causa principal de los episodios de muerte de especies vegetales y animales en la laguna y del actual estado de colapso del Mar Menor, de la contaminación de los acuíferos subterráneos y de la aceleración de la erosión de las tierras de su cuenca.

El Mar Menor es un ecosistema único en Europa, es fuente de riqueza económica y es un lugar especialmente significativo para las gentes que allí residen. No es solo un bonito paisaje, sino que se configura como el lugar donde las sociedades ribereñas del Campo de Cartagena desarrollan sus vidas individuales y colectivas y donde desarrollan sus actividades económicas y vitales.

En definitiva, el Mar Menor y su cuenca es un espacio indivisible especialmente significativo para las gentes de la región que mantienen una relación con el territorio no metafórica sino vivida y practicada desde lenguajes valorativos concretos por una sociedad murciana, que posee un modo particular de mirar y de habitar el territorio. Desde esta mirada podemos contemplar el Mar Menor y su cuenca, como diría Maristella Svampa, profesora de la Universidad nacional de la Plata, como un territorio heredado, incrustado en las formas de vivir de la sociedad murciana que aporta sentido a las culturas locales y que a la vez las culturas ribereñas aportan sentido. El Mar Menor y su cuenca constituye el territorio donde se reproducen las culturas y se desarrollan las sociedades ribereñas. Es donde las sociedades locales toman tierra pues, como sabemos, las culturas y las sociedades no se desarrollan en el “éter”.

Esta somera descripción del significado y la importancia del Mar Menor y sus territorios de influencia así como de las consecuencias ecosociales que está ocasionando el cambio modelo agrario tradicional por el modelo actual, hoy generalizado en el Campo de Cartagena, cumple todos los requisitos para ser  caracterizado dentro del modelo agrario extractivista, un modelo de producción depredador generalizado sobre todo en países del sur global que están resultando expoliados a cambio de despojos y del colapso de los ecosistemas y de las sociedades que habitan en lugares que tienen “la maldición de poseer recursos naturales en sus territorios” pues los territorios sacrificados colapsan y después del colapso, a las gentes que  los habitan, ya no les quedan recursos que gestionar, culturas que reproducir ni sociedades que desarrollar.

Es por estos motivos y ante el colapso de la laguna dentro de un proceso de movilización social que se extiende a dos décadas, que el día 7 de octubre asistimos a una movilización social en la ciudad de Murcia sin precedentes. Una gran parte de la sociedad murciana se manifestaba en defensa de la laguna salada más grande de Europa, como la llaman en Murcia: el Mar Menor, en contraste con el Mar Mayor, el Mar Mediterráneo.

Más allá de ideologías, nunca nada en la historia reciente ha unido tanto a la sociedad de la Región de Murcia. Aproximadamente 75 mil personas, al grito único de S.O.S. Mar Menor, clamaban en las calles de la ciudad de Murcia denunciando la situación de colapso de la laguna y exigiendo su protección integral con dos propuestas principales:

Por un lado, que se cumpla la ley, pues hasta ahora existe una dejación continuada de funciones por parte del gobierno regional y de otros niveles de gobierno que ha favorecido esta actividad que nos hace pensar en estructuras de funcionamiento que se dan en todos los lugares donde se produce el modelo extractivista, que como señala Eduardo Gudynas Secretario Ejecutivo del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), “Naturaleza, corrupción y extractivismo es la anatomía de una relación íntima”.

Por otro lado, bajo una propuesta pionera en Europa, pero que se está normalizando en otros continentes que consiste en una Iniciativa Legislativa Popular dirigida a otorgar personalidad jurídica al Mar Menor, al mismo nivel que las empresas que están ocasionando el colapso de la laguna, como una consideración jurídica que podría equilibrar la relación de asimetría abismal que existe actualmente en el conflicto abierto y polarizado entre las empresas agroextractivistas y las instituciones y, por otro, la sociedad, el territorio y la Naturaleza local. Una propuesta legislativa que como afirma Teresa Vicente, Catedrática de Filosofía del Derecho de la Universidad de Murcia, introduce un giro ecocéntrico en el anacrónico paradigma jurídico basado en el antropocentrismo que ha mostrado su pérdida de operatividad en conflictos donde los territorios y los ecosistemas están en peligro ante amenazas que proceden de instancias pertenecientes a la matriz del capitalismo extractivo.

Finalmente, el colapso del Mar Menor es un indicador crucial del colapso de este modelo productivo depredador que necesita ser sustituido de forma integradora e inducido desde la sociedad y las instituciones. La experiencia obtenida en conflictos similares en otras partes del mundo nos muestra que si no producimos ese cambio de modelo desde la sociedad de manera social y ecológicamente justa y sostenible, lo harán los agentes agro-extractivistas de manera súbita y traumática.

Cuando a estos agentes ya no les queden recursos que extraer ni tierras fértiles para explotar para continuar con sus estrategias dirigidas a la acumulación por desposesión, abandonarán el Campo de Cartagena en busca de nuevos territorios a sacrificar. Así ha funcionado el modelo agro-extractivista en otras partes del mundo ¿Por qué en la Región de Murcia va a ser diferente?