El mundo mira estos días a la ciudad egipcia de Sharm El-Sheikh, que acoge la Cumbre del Clima COP27. Muchos se preguntan el propósito de estas reuniones anuales convocadas por Naciones Unidas, y si realmente sirven para algo. Vamos a echar la vista atrás. Pensemos en estos últimos meses. En las olas de calor récord que hemos visto en España, en las temperaturas casi veraniegas que se han prolongado hasta bien entrado el mes de octubre, en las inundaciones y tormentas descontroladas, o en los incendios forestales que han dejado una huella devastadora en tantas regiones españolas y que tardarán décadas en recuperarse. Y si miramos más allá de nuestras fronteras, hemos visto imágenes de dramáticas inundaciones en Pakistán, con un tercio del país bajo el agua, o de sequías severas en Europa, China o India. Nos encontramos ante un mundo que ya lidia con los efectos del cambio climático.
Todos estos episodios están vinculados con el aumento de la temperatura en nuestro planeta y, como ha dejado claro el Panel del Clima de la ONU, se intensificarán con cada décima de grado de calentamiento, lo que podría cambiar nuestra forma de vida para siempre.
El cambio climático es el gran desafío de nuestro tiempo, y por ello requiere una respuesta rápida, efectiva, y colectiva.
En este escenario, nosotros, los embajadores del Reino Unido —como presidente de COP26— y de Egipto —presidencia de la COP27— creemos firmemente que esta cumbre es un foro vital y un catalizador para producir resultados reales, aplicables y factibles que contribuyan a mitigar la crisis climática que nos afecta ya a todos, e implementar soluciones para la misma.
¿Qué se consiguió en COP26, y qué se espera para la COP27?
El gran logro de COP26, que tuvo lugar en noviembre de 2021 en la ciudad escocesa de Glasgow, fue el Pacto Climático de Glasgow, un acuerdo firmado por casi 200 países que resaltó la importancia del objetivo de limitar el aumento de la temperatura global por encima de 1,5 grados. Se trató, además, del primer acuerdo con una mención explícita a la necesidad de reducir el uso del carbón y las subvenciones a las energías fósiles. En Glasgow se avanzó también con acuerdos para poner fin a la financiación internacional de proyectos de energías fósiles, la deforestación, reducir las emisiones de metano a nivel mundial y proporcionar más financiación a los países más vulnerables al cambio climático.
El Pacto de Glasgow fue un hito, pero el progreso desde entonces ha sido insuficiente. Un informe del mes pasado de ONU Cambio Climático calculó que los compromisos concretos hasta la fecha nos llevarían a un calentamiento de 2,5 grados, lo que pondría en peligro ecosistemas y la seguridad de las personas. Otro análisis de la Agencia Internacional de Energía apunta a que si todos los países que se han comprometido a alcanzar cero emisiones netas para mediados del siglo cumplen su promesa estaríamos más cerca de los 1,7 grados de calentamiento, una previsión más optimista si bien aún insuficiente. Por tanto, tenemos que ir más allá de los compromisos actuales y más rápido. Este es precisamente el objetivo de la COP27: centrar la atención ya no en el qué, sino en cómo se cumplirán los diversos compromisos y promesas realizados en Glasgow el año pasado.
Sin duda, la cumbre en Sharm El-Sheikh tiene lugar en medio de un contexto internacional complejo, con desafíos como tensiones geopolíticas, amenazas a la seguridad alimentaria y un aumento de los precios de los combustibles fósiles de los que aún dependemos hasta que consigamos acelerar la transición a las energías renovables. Además, los países en desarrollo afrontan retos financieros muy específicos como el incremento de las deudas nacionales, al tiempo que lidian con el coste de adaptarse a los impactos del cambio climático.
Pese a estas circunstancias, Egipto tiene un enfoque positivo. Como ha recalcado el presidente designado de la COP27, el ministro Sameh Shoukry, esta cumbre representa una oportunidad única. En ella se pretende avanzar en la agenda de adaptación a la emergencia climática, la financiación para los países más vulnerables y acelerar la reducción de emisiones. Al ser una COP organizada en África, debe considerar las necesidades de los países en desarrollo y garantizar la justicia climática mediante el uso de los medios apropiados, financiación y otros medios de implementación, ya que los países menos responsables de las emisiones son los más afectados por el cambio climático. Por su parte el primer ministro británico ha anunciado que el Reino Unido triplicará la financiación para la adaptación, para hacer frente al desafío de un clima que ya está cambiando.
El mensaje es claro: es hora de enfocarnos en las acciones concretas. Las soluciones coinciden con lo que se acordó en Glasgow: menos energías fósiles y más financiación para los países en desarrollo, especialmente en sus esfuerzos para la adaptación.
Como ha dicho el presidente Pedro Sánchez durante su paso en Egipto esta semana, no hay alternativa posible. Se necesitan medidas más ambiciosas ya. Por ello, desde el Reino Unido y desde Egipto, confiamos en que Sharm El-Sheikh sea el impulsor para que se materialice la voluntad política y el compromiso genuino mostrado en Glasgow.
El mundo está cambiando y tenemos que cambiar con él.