Por qué creo necesaria una candidatura distinta a la de Errejón

Alberto San Juan

Actor y antiguo miembro del Consejo Ciudadano Autonómico de Podemos en Madrid —

Básicamente, porque creo necesaria una candidatura a la que no podamos referirnos así: “La de Errejón”. Ni la de Iglesias, ni la de Carmena, ni la de Rita la Cantaora. ¿No podría existir la candidatura de las medidas a, b, y c contra los desahucios y por el derecho a la vivienda, universal e innegociable? ¿De las medidas e, f, y g contra la subordinación del espacio público y el desarrollo urbanístico a los intereses privados de la banca, las constructoras y fondos de inversión internacionales?

¿No podría existir una candidatura sostenida no en un careto de uno u otra, sino en un proyecto claro en favor de la ciudad y la región entendidas como espacio común, y que comprometa a quienes lo defienden de forma imperativa? ¿Y cuáles serían esas medidas prioritarias para empezar a garantizar la vida digna del conjunto de la población? ¿Pueden debatir y decidir unos pocos cuáles son las necesidades de muchos? ¿No sería más eficaz idear y desarrollar mecanismos para que sean las propias muchas y muchos quienes expresen sus necesidades y deseos y los caminos que creen mejores para aproximarse a ese horizonte común? ¿No sería una forma para tender a implicar mayorías ciudadanas? ¿No sería posible dejar la elección de la lista para después? ¿Buscar y elegir después colectivamente quiénes pueden ser los mejores portavoces y servidores de las decisiones, entendidas como proceso permanente, de las muchas y muchos?

La candidatura de Errejón supone una respuesta negativa a todas estas preguntas. Dice querer recuperar el espíritu original de Podemos y de Ahora Madrid, pero aquellos fueron en principio procesos rotundamente colectivos y participativos, el suyo, porque es suyo, no lo es. Su estrategia es otra. Muy legítima, pero sin garantía alguna en resultar más eficaz no ya en la transformación “del mundo”, sino tampoco en su conservación (aludo a palabras de Alba Rico). Su apuesta, la de Errejón, se basa en el mismo hiperliderazgo que critica en Iglesias y puede salir bien en términos electorales, como confían tantos analistas cercanos a Podemos, o puede ser un desastre funesto y de muy difícil recuperación. No lo sabemos. Tampoco conocemos el proyecto político concreto de Más Madrid. La incertidumbre es total. Y por tanto, sólo nos queda hacer aquello en lo que creemos.  

Desde Podemos (en sus distintas identidades), Izquierda Unida, Equo, movimientos sociales, colectivos diversos, individuas e individuos cualquiera, existe la posibilidad, hoy, de emprender un proceso colectivo, amplio e inclusivo, para construir un proyecto que no se limite a hablar de emociones sino de medidas concretas que obliguen a quienes las expongan como programa, un proyecto en el que vayan apareciendo las personas que colectivamente se consideren más adecuadas para defenderlo. Un proyecto en el que, si de verdad quiere un espacio plural y lo más amplio posible, también podría integrarse Errejón. Y si no, no pasa nada, serán fuerzas que lucharán por los mismos objetivos (de forma general) con distintas estrategias. Fuerzas amigas que se habrán de tratar bien, por tanto, porque habrán de sumar.

Sólo participé orgánicamente en Podemos en el primer Consejo Ciudadano de la Comunidad de Madrid, hace ya siglos de esto, y por tanto, hablo desde un conocimiento muy escaso de la vida interna de la organización. Hablo además desde una mirada baja y un sentido no muy elevado de nada, acomplejado incluso (tranquilo, también: en nombre de “la altura de miras”, “el sentido del Estado” y con una actitud “sin complejos” se han cometido algunos de los más graves crímenes de nuestra democracia), pero hablo. Porque considero que hoy es deber cívico indispensable participar y que sólo a través de la participación podemos atravesar el infierno actual que es la vida sometida al crecimiento ilimitado de los beneficios privados.

Parece inevitable reorganizar la potencia emancipadora evidenciada en las plazas durante la primavera de hace siete años. Y la existencia de una candidatura distinta a la de Errejón me parece fundamental para que esta reorganización no se haga en falso, para no volver, una vez más, a las concepciones elitistas, poco democráticas, de cómo organizar la lucha por la democracia, la lucha, en fin, por la emancipación colectiva.