La necesidad de apostar por la Formación Profesional (FP) es algo que cada vez más empresarios, profesores y jóvenes tienen claro. Según el informe Oferta y demanda de empleo en España de la consultora Adecco, 2019 es el primer año en que las ofertas de empleo para graduados de FP superan a las enfocadas a graduados universitarios. Las ofertas para FP han ascendido hasta un 42% y las universitarias han caído al 38,5%. Estemos atentos: los perfiles técnicos que necesitan las empresas están en los ciclos formativos de Grado Medio.
Está claro que existe un gap importante entre las necesidades de las empresas y la formación real de las personas. Este desajuste se da especialmente en sectores como Electricidad y Electrónica, Energía y Mecánica. A esta realidad, se le suma que una parte importante de los alumnos que sí deciden cursar FP de Grado Medio acaban por abandonar el grado. De hecho, la tasa de abandono en grados medios actualmente se encuentra entre el 30 y el 50%, según especialidad.
Como hemos podido observar desde Fundación Exit, especialmente mediante el Proyecto eDuo con el que actuamos para reducir el abandono escolar en grados medios, el problema del abandono en FP es multicausal y por ello requiere la actuación de todos los actores implicados: Administración pública, profesores, empresas, alumnos y fundaciones sin ánimo de lucro.
Muchas de las causas del abandono en FP se dan antes de empezar el grado. Por ejemplo, a menudo los jóvenes no pueden estudiar lo que realmente quieren, ya sea por no tener la nota que se exige o por la falta de plazas en algunos ciclos, lo que genera desmotivación, y obviamente, aumenta el riesgo de abandono prematuro. Por otro lado, una queja recurrente del profesorado en FP es que algunos alumnos no llegan lo suficientemente preparados, lo que supone dificultades para seguir el curso.
El compromiso de los docentes es esencial para reinventar el modelo FP
Aunque en sus inicios la FP fuera algo innovador y que apostaba por la formación práctica, para muchos hoy es un modelo excesivamente academicista y que no garantiza un contacto directo con la empresa, al menos durante el primer curso.
Por otro lado, la creciente diversidad en las aulas supone un reto para el profesorado. Ahora se empiezan a ver los impactos a medio/largo plazo de los años de crisis económica: jóvenes con dificultades que provienen de entornos inestables, jóvenes inmigrados de primera o segunda generación –algunos con barreras legales, de idioma, o entornos familiares con serias dificultades económicas, etc.– que ven cómo las estadísticas indican que tienen el doble de riesgo de abandonar los estudios... Todo ello eleva la complejidad de gestionar el aula por parte de un profesorado que, además, cuenta con recursos limitados. Así, en unas aulas tan heterogéneas, el profesorado tiene que conseguir motivar y enganchar al alumnado a través del contenido técnico. Y esto, no es siempre fácil ni posible.
Hagamos cosas distintas: abramos el aula a las empresas desde el primer momento, compartamos experiencias y pensemos de manera diferente. Adaptemos el currículum formativo a las necesidades reales de las empresas, pero lo más importante, a los alumnos y alumnas que son los protagonistas, que no aprenden ni les interesan las mismas cosas que a generaciones anteriores.
Es necesaria una respuesta rápida de las empresas
En cuanto al sector empresarial, es difícil que apueste por involucrarse en la formación de los jóvenes, sobre todo si nos referimos a los Grados Medios, aún grandes desconocidos para estas, ya que eso representa una solución a medio/largo plazo que no les dará resultados inmediatos. Aunque no es justo generalizar, podemos decir que incluso en sectores donde hay consenso en la escasez de talento, la mayoría de empresas están optando por librar una guerra salarial más que por una apuesta estratégica por invertir en cantera. Si no se forma a los jóvenes, no habrá relevo generacional de calidad.
En los centros educativos nos encontramos a diario diferentes problemáticas y dificultades, pero también disfrutamos del talento, de las ganas de hacer y descubrir de los jóvenes y de los centros educativos... Es necesario fomentar la cultura de ecosistema, ya que la solución a este problema solo la encontraremos en conjunto: centros formativos, empresas, entidades sociales, financiadores y actores expertos en áreas como innovación y tecnología o medios de comunicación.