Tras vivir en primera persona los efectos del huracaÌn Irma en Cuba, paiÌs en el que nos encontraÌbamos de vacaciones hasta el pasado mieÌrcoles 13 de septiembre, queremos compartir cuaÌl fue nuestra percepcioÌn de la reaccioÌn de la sociedad cubana ante este desastre natural.
Nos vemos en la obligacioÌn de compartir nuestra experiencia, especialmente tras leer en la prensa espanÌola algunas informaciones que nada tienen que ver con lo que hemos visto con nuestros propios ojos.
AsiÌ, por ejemplo, el diario La Vanguardia publicaba el pasado 12 septiembre el artiÌculo titulado “AsiÌ estaÌn viviendo los turistas espanÌoles en Cuba el paso del huracaÌn Irma”, seguÌn el cual algunos turistas en la Habana —a quienes dio absoluta credibilidad— afirmaban que no encontraban nada para comer tras el paso del cicloÌn.
Rotundamente, pensamos que esta afirmacioÌn no se ajusta a la verdad, o que al menos debe ser objeto de muchos matices, tal como exponemos a continuacioÌn.
En primer lugar, los medios de comunicacioÌn cubanos —nosotros seguimos la radio desde el moÌvil, para lo que no se requeriÌa ni siquiera conexioÌn a Internet— recomendaron reiteradamente a la poblacioÌn que, durante los diÌas previos al huracaÌn, se dotaran de alimentos, pastillas de cloruro de sodio para potabilizar el agua (que todas las farmacias pusieron a disposicioÌn) o que sacaran dinero de los cajeros, por si la luz y el tendido eleÌctrico se vieran afectados por el cicloÌn. De hecho, la sociedad cubana, mucho maÌs habituada que la nuestra a convivir con los huracanes, sabe perfectamente coÌmo prepararse ante un fenoÌmeno natural de estas caracteriÌsticas.
En segundo lugar, tambieÌn se informoÌ minuciosamente a la ciudadaniÌa minuto a minuto de la trayectoria y de los efectos previstos del huracaÌn en cada parte de la isla, que azotoÌ especialmente a la parte oriental y central y, en menor medida, a su capital, situada en el noroeste.
Nosotros mismos nos encontraÌbamos en la parte oriental de la isla, en la ciudad de CamaguÌey, dos diÌas antes del paso del huracaÌn por esta zona y, alertados por la radio y la televisioÌn, decidimos acelerar nuestro retorno a la Habana. Muchas otras personas (residentes y turistas) fueron evacuadas por las autoridades cubanas para proteger por encima de todo a la vida humana. No en vano, el protocolo cubano para la evacuacioÌn ante desastres naturales presta especial atencioÌn a la poblacioÌn maÌs vulnerable: embarazadas, personas mayores y menores de edad reciben un tratamiento especial por parte de las autoridades para refugiarlos en caso de alarma. AsiÌ, a medida que transcurriÌa el tiempo, las autoridades fueron elevando el nivel de alerta por provincias y cerrando el traÌfico.
El huracaÌn llegoÌ, pues, con preaviso. A la Habana llegaron vientos de tormenta tropical de hasta 100 km/h y fuertes lluvias que provocaron inundaciones en las zonas costeras, que llegaron a su punto aÌlgido el saÌbado 9 de septiembre por la noche.
En el barrio de la Habana Vieja, en el que nos encontraÌbamos alojados, se fue la luz sobre las 8 de esa misma noche y no volvioÌ hasta 30h. despueÌs, aunque nos consta que en otras partes de la ciudad tardoÌ algo maÌs en recuperarse el tendido eleÌctrico y el suministro de agua por culpa de las inundaciones.
Al diÌa siguiente, las calles de la Habana amanecieron con praÌcticamente todos los comercios y restaurantes cerrados dado que la fase de alerta seguiÌa activada, con la excepcioÌn de los principales hoteles, que contaban con potentes grupos electroÌgenos para autoabastecerse de corriente eleÌctrica.
Ciertamente, ese diÌa fue difiÌcil, como turistas, encontrar alguÌn lugar en el que comer, aunque no imposible, porque, como comentaÌbamos, los restaurantes de los hoteles permaneciÌan abiertos.
Sea como sea, un diÌa parece un periodo maÌs que razonable para pasar alguna “estrechez” cuando se acaban de sufrir los efectos de un huracaÌn de grandes dimensiones.
Algunos cubanos y cubanas nos contaban que, al no tener luz, se dedicaban a cocinar todo lo que habiÌan acumulado en el congelador, para que no se echara a perder, en muchos casos grandes cantidades de un mismo alimento. Por eso, algunos de ellos bromeaban con el hecho de no haber contado con una alimentacioÌn demasiado variada: habiÌan comido pollo para comer, pollo para cenar... Eso siÌ, la gran mayoriÌa de ellos no habiÌan tenido que saltarse ninguna de las tres comidas diarias.
SiÌ que tuvieron maÌs dificultades para comprar productos perecederos o conservas por su escasez en las estanteriÌas de los supermercados y por su elevado precio. En este punto, conviene aclarar que las dificultades de la sociedad cubana para acceder a este tipo de productos nada tiene que ver con el huracaÌn, si bien eÌste pudo haberlas incrementado, al impedir la entrada de viÌveres a la isla durante algunos diÌas.
Independientemente de la opinioÌn de cada cual sobre el sistema poliÌtico cubano, es un hecho objetivo que el paiÌs sufre un bloqueo econoÌmico y comercial por parte de los Estados Unidos, que se remonta a hace maÌs de 50 anÌos y que no soÌlo afecta a las empresas norteamericanas sino tambieÌn a las empresas internacionales que tengan relaciones comerciales con EE.UU. De hecho, el propio presidente norteamericano anuncioÌ la semana pasada que prolongaba el bloqueo a Cuba al menos un anÌo maÌs.
Durante nuestra estancia en la isla, pudimos comprobar que, al llegar un cargamento por viÌa mariÌtima, los estantes de los supermercados apareciÌan repletos de montones de unidades de un mismo producto, diferente seguÌn de queÌ diÌa se tratase y a un precio elevado por el sobrecoste que paga la isla al asumir la multa que impone EE UU a los paiÌses que comercien con ella (Ley norteamericana Helms-Burton, 1996).
Por otra parte, el bloqueo tambieÌn es uno de los principales factores que estaÌ asfixiando las finanzas cubanas y que ha devaluado enormemente su moneda, los pesos nacionales (CUP) (un euro equivale a cerca de 30 CUP). Para competir en el mercado internacional de divisas, Cuba cuenta tambieÌn con una segunda moneda, los pesos convertibles (o CUC), que siÌ son equiparables al doÌlar o al euro, pero a los que no tiene acceso la mayoriÌa de la poblacioÌn, con la excepcioÌn de quienes trabajan para un sector turiÌstico al alza. Por ello, se estaÌn acrecentando las desigualdades sociales entre quienes cobran su salario en la deÌbil moneda nacional y quienes acceden a los pesos convertibles, ante lo que el gobierno cubano tampoco alcanza a dar soluciones hasta el momento.
Sea como sea, y a pesar de todas las dificultades socioeconoÌmicas del paiÌs, los cubanos se las arreglan (o como ellos mismos dicen, “resuelven”) con o sin huracaÌn. TambieÌn dan enormes muestras de solidaridad mutua, prestaÌndose alimentos o productos baÌsicos mutuamente, o abriendo las puertas de las casas maÌs seguras a las vecinas y vecinos con viviendas maÌs precarias durante el paso del huracaÌn.
Los turistas tambieÌn vimos a la poblacioÌn salir a la calle tras el huracaÌn para apartar los aÌrboles o las farolas caiÌdas debido a los fuertes vientos, colaborando con las autoridades y cuerpos de emergencia. AsiÌ, fuimos asistiendo progresivamente a la recuperacioÌn paulatina de la ciudad, mientras esperaÌbamos ansiosamente nuestro vuelo de vuelta que, en nuestro caso, se retrasoÌ dos diÌas.
Dicho sea de paso, la respuesta de las aeroliÌneas distoÌ mucho de estar a la altura. El primer lunes despueÌs del huracaÌn, el 11 de septiembre, centenares de turistas se amontonaban ante la sede de las companÌiÌas aeÌreas en la Habana, haciendo colas que, en nuestro caso, llegaron a 6 horas. El resultado: ser citados al diÌa siguiente e invertir 4 horas maÌs para acabar logrando una vuelta con dos escalas de 20 horas de duracioÌn hasta Barcelona y sin saber auÌn si nos cubriraÌn los costes de alojamiento y manutencioÌn que supuso nuestro tiempo extra en la isla, para lo que debemos hacer ahora una reclamacioÌn. AnÌadir tambieÌn que contactamos con la Embajada EspanÌola telefoÌnicamente y ni siquiera nos facilitaron el teleÌfono y direccioÌn de nuestra aeroliÌnea en la Habana, que tuvimos que buscar por Internet cuando logramos tener conexioÌn. Sin duda, en nuestro caso, esta fue la parte maÌs decepcionante del viaje.
A pesar de todo, nos queda un bonito recuerdo de Cuba y de sus gentes, que hemos tratado de valorar con unos ojos no demasiado euroceÌntricos u occidentales, siendo comprensivos con un paiÌs que acababa de ser azotado por un huracaÌn de fuerza 5 y que, con todas sus dificultades, ha tratado de estar a la altura, poniendo la salvaguarda de la vida humana por encima de todo.