Después de pasar por el control policial accedí a una hall amplio y con una luz matizada por cortinas metálicas, un poco desorientado, con un punto de ansiedad mi visión que, con algún achaque de la edad, no enfocaba bien. El cuatro de octubre se preparaba para ser un día importante en mi vida, en la vida de muchos: cerraba una fase vital, la de ser el responsable de que la corrupción del PP se sentara en un banquillo. Empezaba otra, un juicio cuyo final puede ser terrible para muchos, incluso para mí.
Cuando acomodé un poco la visión le vi a apenas tres metros, más bajo y encorvado, un poco demacrado y sus orejas prominentes ahora parecían salirse del entorno de la cabeza. Sus ojos se clavaron en los míos, los reconocí y al instante encontré la serenidad que tenía hace once años. Era habitual, normal, desafiante te encaraba con esos ojos de fuego que intentaban derribar muros que no existían. Pero hoy no eran ígneos, esos ojos eran diferentes, incluso distintos de los ojos iracundos y retadores con los que me enfrente en Valencia a principios de año cuando testifiqué en la pieza separada de Gürtel, Fitur. Esos ojos no retaban, se encontraban algo hundidos, y tenían algo que nunca capté en ellos. Tenían no sé, pena, tristeza, cansancio, aceptación. Posiblemente tenían eso, aceptación de lo inevitable.
Francisco Correa Sánchez, que estoy seguro que no dejará de mentir mientras tenga un hálito de vida, al parecer, quiere negociar con la fiscalía. Algo que ya hizo en su momento y no cuajó, algo que intentó con este diario y tampoco. Correa creyó que tenía mano, que su jugada era absoluta con la escalera de color máxima y, desgraciadamente para él, las cartas se le estaban convirtiendo en polvo y humo, en algo que ya nadie le va a comprar. Pero en este proceso cualquier cosa puede ocurrir, han pasado tantos años y tantas vicisitudes que podría creer que Correa terminará en un programa del corazón. Es cierto, muertes, accidentes, suicidios, decenas de países en liza, comunidades autónomas, decenas de ayuntamientos, y todo para tener los ojos tristes. El rey del mundo ha quedado retratado. Es un pobre hombre, algo que nunca pensé que diría de Correa, pensé que diría cualquier cosa de él menos eso.
Cuando apartó su mirada de la mía, comprendí que pase lo que pase en este juicio, Correa ha sido derrotado: los fiscales le han derrotado, los buenos periodistas le han derrotado, la sociedad le ha derrotado. Solo le queda jugar la carta desesperada que es el comodín del acuerdo. Pero Correa, recuerda, el comodín sirve para las dos partes y a lo mejor te hunde del todo. Pretender que te condenen al triple de la mayor de las condenas propuestas, poco más de diez años, es un propósito loable pero inalcanzable. Diez años a los que habría que restar los cuatro ya pasados en prisión, y que unido a los beneficios penitenciarios por pagar multas y responsabilidades, salir en tres años. Es una buena jugada pero debes decir a las fiscales que estas dispuesto no solo a decir de todo en el juicio, sino a probar lo que digas en el mismo.
Hago un repaso mental cuando dejo de ver tu encorvada espalda. Imagino que las fiscales desearan saber de tu relación con algunos ministros y, si llegas a acuerdos, tendrás que definir tus acciones en Aena, justo en la pieza separada en la que estas procesado junto a dos altos cargos de la mencionada empresa pública y donde se dirimirán los posibles delitos de prevaricación, cohecho, fraude —todos ellos de carácter continuado— y falsedad en documento mercantil. Y qué decir de las cinco piezas que quedan en Valencia: ¿Estarás dispuesto a declarar todo al respecto? ¿Probarías que Camps fue el cerebro de la vista del Papa y del tejemaneje para la facturación del mismo?
Se me hace difícil que demuestres todo eso. Pero a lo mejor, contradiciéndote a ti mismo en aquella confesión realizada a Ignacio Escolar, no sé qué dirás sobre los contratos de Pozuelo de Alarcón, o no sé si les interesará tu supuesta autodenominación como Don Vito en ese famoso pen drive. Tampoco estoy seguro de que reconozcas el escrito de acusación sobre Estepona, Majadahonda, Madrid, Comunidad de Madrid y Castilla León. Vamos, todo lo que se está juzgando en esta pieza de Gürtel.
Tendrías que hablar claro sobre los constructores pagadores del PP que pagaron la financiación irregular del partido conservador. Nombrarles, mostrar pruebas, convencer al tribunal, recordar esos viajes y esas comidas en las que te presentaban presuntamente como hombre del partido. No sé si traerías a la memoria cajas de zapatos o esas visitas a Bárcenas a su casa y a su despacho para llevarle alguna cantidad que otra, tal y como dejaste claro en esa grabación de diciembre de 2007. Deberías pensar si L.B. es Luis Bárcenas o simplemente es una marca de ginebra, y recordar vivamente si J.S. es Jesús Sepúlveda o la abreviatura de un vehículo (por ejemplo, y aunque no nos conste, podría ser un Jaguar S). Si cantas y largas a destajo tu amigo y supuesto apoyo, Pablo Crespo, igual tiene algo que decir. A lo mejor tu mujer se sorprende, debes pensarlo mucho.
Otros temas que, aunque conocidos, si fuesen confirmados por ti servirían para que algunos dejaran de sermonearnos sería por ejemplo la Fundescam. Sí, prescrito pero vivo en nuestra memoria por el robo que supuso, tendrías que mejorar tu versión sobre la salida de Génova. Es verdad que el tema de Crespo y Cuiña no te ayudó, pero eso fue una cortina de agua. La realidad fue que te pillaron con el carrito del helado en Arganda y Majadahonda, pero tanto Aguirre como Rajoy no hicieron nada, no denunciaron, y sólo te expulsaron en diferido solo de Génova, ya que volviste en las siguientes elecciones a dar servicios.
Por último, si yo fuera la fiscal no daría ningún beneficio salvo que contaras la verdad, la intrahistoria del bodorrio de El Escorial. Quien pagó las vallas y si de verdad solo le regalaste al novio el sonido del convite. Esto es por puro cotilleo, lo que realmente nos interesaría conocer es tu relación con Agag y aquellos paseos en tu yate, las cenas con los papis de los niños y con ese presidente al que le dedicaste lo mejor de ti en los actos que fueron tan importantes para sostenerle en el poder. Tantas cosas deberías aclarar de tus declaraciones ante la justicia y de tus conversaciones conmigo que, sinceramente, no sé como las fiscales podrían rebajarte la condena a lo que tu pretendes. Lo veo difícil pero ánimo: si alguien lo puede conseguir, ese eres tú.
De verdad te digo que sobre lo actuado e investigado no deberías explayarte: las fiscales lo tienen bastante amarrado. Tal vez no para los 150 años que piden, pero si para 50 o 60, con lo que te irías a una condena efectiva de 18 años. Quitados los cuatro que adelantaste se quedan en catorce. Como mucho empezarías a tener derechos penitenciarios a los ocho o nueve. Sumándole a los sesenta y dos años que dices tener y suponiendo que la condena tarde en llegar tres años, resulta que desde los 65 a los 75 vas a pasar una temporada oscura y triste.
No deseo nada malo a nadie, ni siquiera a aquellos que sé que me lo desean a mí, y siento una pequeña desolación en mi alma cuando veo a un grupo de personas que nos enfrentamos a mas de 750 años de prisión. Pero he decidido pensar que nadie de los que están siendo juzgados en Gürtel lo son por mi voluntad. Están siendo juzgados por sus propios actos y por nada más.