La derecha, especialmente la madrileña, suele combinar un discurso que ensalza a la libertad individual al mismo tiempo que vive obsesionada con buscar supuestos defectos en la vida privada de los demás. Según su manera de pensar si estás en contra de la pobreza, pero no vives en la pobreza, eres un hipócrita. Pero no hay nada más lejos de la hipocresía que denunciar algo y asumir los cambios que eso conlleva: hay decencia cuando se critica la desigualdad y se opta por mejorar la progresividad fiscal y la inversión para combatirla.
Sin embargo, lo que sí puede señalarse como hipocresía es todo lo que rodea a la peculiar figura que representa el liberal hispánico salido del franquismo. Es una lástima que, en España, donde surgió el término liberal y nos convertimos en el referente europeo con la revolución de 1820 hoy, el término liberal se vea asociado al rentismo, a la falta de pluralidad, al moralismo castrador, al corporativismo y a una doctrina fanática que observa en la democracia la principal amenaza a la libertad. La derecha madrileña es uno de los ejemplos más obscenos donde puede observarse una distancia tan grande entre lo que se pregona y lo que practica, entre lo que le recetan a los demás y lo que ellos hacen.
Ayuso ha mentido reiteradamente a los madrileños negando la existencia de los contratos de su hermano con la administración madrileña, cuando sin ningún pudor ha repetido que todo eso era falso, e incluso llegó a pedir la dimisión de Mónica García por ejercer de oposición y preguntarle por ello. Ante a esa indecencia, Ayuso ha optado por la misma estrategia que utilizó para tapar los protocolos de la vergüenza que abandonaba a los mayores en las residencias: la estrategia narcisista y megalómana que se disfraza de víctima asediada. La humillación, el ensañamiento y el escarnio público al que ha sometido a Casado era innecesario y muestra lo despiadada puede llegar a ser. Ya estábamos avisados de que ella no venía aquí a gestionar sentimientos.
Pero Ayuso, no solo ha mentido al pueblo de Madrid, no solo ha abandonado a quienes más necesitan protección, no solo ha sentado en el cadalso a Casado, además, con las mordidas de sus familiares, ha evidenciado la hipocresía de su discurso. Tenemos a la derecha más cínica e hipócrita de Europa: una que habla del esfuerzo, pero vive de las rentas, que habla de arriesgar, pero lo heredó todo, que habla del mercado, pero vive del BOE, que habla de la empresa privada, aunque la mayoría jamás ha trabajado en una. El liberal hispánico es único; es capaz de rechazar la renta básica porque “genera vagos” (mismo discurso histórico ante todo derecho) al mismo tiempo que defiende las herencias multimillonarias como ejemplo del esfuerzo. A todos nos gusta vivir bien y todos nos merecemos vivir bien, no solo ellos.
Critica el intervencionismo, pero bien que riega arbitrariamente con dinero público a medios de comunicación privados para que hablen bien de ella y bien que interviene la televisión pública para usarla con fines personales. Denuncia las subvenciones, salvo si son para colectivos que considera afines: no ha dejado de aumentar el dinero destinado a mantener la tauromaquia, lo último ha sido compensar las pérdidas de la plaza de toros de Las Ventas con 3,5 millones de euros. Afirma estar en contra de la burocracia, pero solo para atraer a millonarios que no quieran pagar impuestos porque para el resto, sobre todo para quienes peor lo pasan, el día a día es una montaña de formularios, zancadillas y papeleo; pero si llegaron incluso a plantear pedirle a los sintecho una declaración jurada de los ingresos obtenidos en la calle para poder solicitar la miserable renta mínima de inserción. A los de arriba alfombra roja y a los de abajo exclusión.
Mientras que, a los madrileños y a las madrileñas, Ayuso les receta arriesgar y el auto cuidado, a los suyos les cuida desde las instituciones y mientras que con una mano abandonaba a los mayores en las residencias con la otra repartía dinero público entre sus amigos y familiares.
Toda la retórica sobre la cultura del esfuerzo, la meritocracia, arriesgar, o el mercado siempre está pensada para los demás, para los suyos es herencia millonaria, enchufe, rentismo inmobiliario, mordidas y contratos públicos. Para ellos quieren seguridad, certidumbre e ingresos estables y suficientes, para ellos garantías y para los madrileños las “oportunidades” que ofrece la precariedad y la ansiedad. La que habla de paguitas y subvencionados, la que llama mantenidos a la gente de las colas del hambre, la que habla de emprender y de la libre empresa no es más que otra hipócrita sin muchos escrúpulos. Qué fácil es ir de neoliberal con el dinero, el tiempo y la salud de los demás.