El término trabajo infantil suele definirse como todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico. El trabajo infantil niega a las niñas y niños el derecho a una infancia.
En 2019, la Organización Internacional del Trabajo celebró 100 años promoviendo la justicia social y el trabajo decente y uno de sus objetivos es erradicar el trabajo infantil. Como ya dijo el primer Director de la OIT, Albert Thomas (1919-1932): “La explotación de la infancia constituye el mal más espantoso e insoportable para el alma humana. Una labor seria en materia de legislación social empieza siempre con la protección de la infancia.”
Desde la OIT se lleva haciendo una esfuerzo ingente por erradicar el trabajo infantil ( a través del programa IPEC especialmente) y de hecho se han logrado resultados esperanzadores, disminuyendo el número de niños y niñas que trabajan, especialmente en América y el Caribe, pero hay que ver las repercusiones económicas, sociales y laborales que va a conllevar la pandemia COVID-19 donde los primeros afectados serán los niños, junto con sus familias, sobre todo aquellos que cuentan con menos recursos económicos y donde la COVID-19 haya golpeado más fuerte.
Se estima que ya hay 152 millones de niños en situación de trabajo infantil, de los cuales 73 millones realizan trabajos peligrosos. (88 millones de niños y 64 millones de niñas).
Un documento conjunto de la OIT y Unicef que se publica hoy examina cómo puede afectar la pandemia al progreso conseguido para lograr la eliminación del trabajo infantil.
Con el confinamiento obligatorio en la mayoría de países, y los establecimientos cerrados, los niños han dejado de acudir a los colegios y ello tendrá efectos a largo plazo en su educación, sobre todo en aquellos que pertenezcan a familias más desfavorecidas.
Por eso los Gobiernos no pueden quedarse atrás. No pueden adoptar medidas coyunturales sino medidas a largo plazo que ayuden a paliar los graves efectos que la pandemia va a causar en aquellos niños que ya se veían abocados a trabajar y aquellos que por la crisis van a tener que hacerlo.
Los Gobiernos del mundo no pueden de ningún modo mirar para otro lado en el tema más sensible que hay: la infancia.
Y por ello es por lo que hay que fijarse en la Meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, que se estableció por la comunidad internacional e insta a tomar medidas inmediatas y eficaces para eliminar el trabajo infantil en todas sus formas de aquí a 2025.
Pero cuando se estableció debemos recordar que no había llegado la pandemia y a buen seguro habrá que revisar los datos. Sin perder la meta. Es más, habrá que poner más empeño en tomar las medidas que sean más eficientes para reducir, para erradicar el trabajo infantil en el mundo.
No olvidemos que las palabras de Francis Blanchard: “El trabajo infantil tiene sus raíces en la pobreza. El desempleo y subempleo, ingresos precarios, bajos niveles de vida e insuficientes oportunidades de educación y de formación, tales son sus causas fundamentales. Los niños trabajan porque están obligados a hacerlo para su propia supervivencia y la de sus familias.” Francis Blanchard, Director General de la OIT (1974−1989), en su memoria para la 69.a reunión de la Conferencia Internacional del Trabajo, 1983.
Los gobiernos tienen que trabajar de una vez por todas por reducir la pobreza, la desigualdad, por lograr la justicia social. Es tiempo de actuar ya. Mañana será la excusa. Actuemos juntos en esto. Una vez más, seamos capaces de mirar la Historia, y aprendamos de ella.