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La emergencia climática y los budas felices

Lara Contreras

Coordinadora de relaciones institucionales de Oxfam Intermón —

Esta semana se ha celebrado en la sede de Naciones Unidas en Nueva York la Cumbre sobre la Acción Climática que reunía a una multitud de líderes mundiales con el objetivo de poner freno a la crisis climática. Pero muchos de estos líderes no escuchan, no ven, no hablan. Parecen budas felices que posan para hacerse una foto.

Mientras tanto, durante esta semana, todo el mundo se mueve contra el cambio climático, se ha declarado la emergencia climática y este viernes hay huelgas y manifestaciones en todo el mundo para pedir a los líderes políticos que escuchen, vean y se comprometan. Desde los niños de tres años del colegio de mis hijos hasta el movimiento de Fridays for Future. Todos gritan fuerte y sin descanso para pedir a los líderes mundiales que reaccionen, pero ellos, repito, no escuchan, no ven, no hablan. Incluso algunos niegan que exista el cambio climático.

¿Y quién está pagando desproporcionadamente el precio de esta inacción? ¿Quién sufre las consecuencias del cambio climático? Son los países menos desarrollados los que están pagando el precio. Países como Somalia, Etiopía y Kenia se enfrentan a una sequía que ha dejado a 15 millones de personas a merced de la ayuda humanitaria para sobrevivir. En Mozambique, 2,6 millones de personas necesitan asistencia debido a varios ciclones. De hecho, los dos ciclones que golpearon Mozambique este año han provocado daños por valor de 3.200 millones de dólares, una cifra equivalente a más de una quinta parte del producto interior bruto (PIB) de ese país. Es como si 23 huracanes Katrina hubiesen asolado Estados Unidos.

Y está en manos de estos líderes mundiales, sobre todo de los países desarrollados, cambiar la situación. Son estos países los que principalmente generan los gases de efecto invernadero y, sin embargo, son los países más pobres los que sufren las consecuencias. Además, los países más ricos no están comprometiéndose con la financiación necesaria para que otras naciones, como Somalia o Mozambique, se preparen y tengan las herramientas para adaptarse al cambio climático y así reducir su impacto. De media, los países más pobres reciben aproximadamente tres dólares anuales por habitante (menos de un céntimo al día) para protegerse frente a los devastadores efectos de la crisis climática.

La desigualdad y el cambio climático están íntimamente relacionados: los ricos causan el problema, pero son los más pobres, que no son los responsables, los que lo sufren. Acabamos de saber que el efecto del cambio climático en los océanos es irreversible. Este cambio en los océanos generará más ciclones e inundaciones, así como la subida del nivel del mar. Y serán el Sahel, el Corredor Seco de Centro América y el Cuerno de África quienes sufran si los líderes mundiales no ponen remedio.

En 2009, los países ricos acordaron que, para 2020, destinarían 100.000 millones de dólares anuales a la lucha contra el cambio climático, con el objetivo de ayudar a los países más pobres a adaptarse a sus efectos y reducir sus emisiones. El pasado 13 de septiembre, los países desarrollados declararon haber aportado 71.000 millones de dólares, una cifra que con toda probabilidad está muy por encima de lo que al final aportarán y que, a pesar de ello, sigue siendo muy inferior al objetivo establecido.

Pero no es sólo la falta de financiación la que está impidiendo a las personas más vulnerables prepararse para enfrentar los efectos del cambio climático. El endeudamiento excesivo de países como Somalia y Mozambique les deja sin recursos para que puedan invertir en medidas de adaptación al cambio climático, así como para impulsar su desarrollo a través de un modelo bajo en emisiones de carbono. La deuda de Somalia asciende al 75% de su PIB, de manera que, si los fondos que recibe para luchar contra el cambio climático se canalizan a través de préstamos, el país corre el riesgo de endeudarse aún más. Según las estimaciones de Oxfam Intermón, aproximadamente dos terceras partes de los fondos para la lucha contra el cambio climático se aportan a través de préstamos que requieren su devolución.

Esta semana en la que las personas de todo el mundo se movilizan para parar la crisis climática, organizaciones como Oxfam Intermón piden a los líderes mundiales que reduzcan la emisión de los gases de efecto invernadero un 45% en 2030 respecto a 2010 para llegar a emisiones cero a mitad de siglo. Esto es clave para mantener el incremento de la temperatura terrestre por debajo del 1,5ºC.

También pedimos a los países más desarrollados que doblen su compromiso de financiación del Fondo Verde y que condonen la deuda a los países menos desarrollados para que puedan utilizar ese dinero en adaptar a las comunidades más vulnerables a enfrentarse a los fenómenos climáticos.

En cuanto a España, el Presidente en funciones, Pedro Sánchez, ha comprometido en Naciones Unidas 150 millones de euros para el Fondo Verde, compromiso que esperemos pueda realizar nuestro país, sea quien sea quien gobierne. Esperemos también que sea el principio de un incremento de los fondos en un futuro.

Lo que estamos pidiendo es que los líderes mundiales abran los ojos, los oídos y actúen. Que dejen de ser budas felices.