El comentario más repetido por votantes y militantes de Podemos en estas últimas semanas, tanto en las calles como en las redes sociales, probablemente sea “unidad”. Los enfrentamientos internos, la dureza con la que en ocasiones parecen darse, la personificación de los mismos en los dos principales referentes de la organización y el nivel de intensidad con el que se producen ciertos debates, tienen desconcertada a mucha de esa gente que ha visto en Podemos una ilusión después de muchos años de desencanto con la política. Gente que no es conocedora de los “entresijos” del partido y a la que, en realidad, no les interesa nada conocerlos. Gente que solo quiere que ese proyecto político que le ha devuelto la ilusión no se autodestruya por culpa de batallas y peleas internas absurdas. Esa gente es a la que nos debemos y nuestro deber es escucharla y aprender de ella (mandar obedeciendo).
Por eso resulta tan importante que este proceso de debate y toma de decisiones que es Vistalegre II no se convierta en un enfrentamiento “espectacular” entre familias y en el cual, aunque discutamos sobre diferentes modelos políticos y organizativos, el debate se dé desde la lógica de la cooperación y no desde la lógica de la competencia. La estrategia “por un Podemos en común” debe prevalecer siempre frente a la visión de un Podemos enfrentado de manera excluyente entre sí, donde la lucha entre familias y el enfrentamiento entre el número 1 y el número 2 de la organización se conviertan en “santo y seña” de la organización.
Por eso también, en mayor medida si cabe, debemos tener siempre presente que la vida no se acaba con este proceso congresual, que “existe un mañana” y que lo verdaderamente importante para este partido, y para los millones de personas que han depositado su confianza en él, empieza después de que acabe Vistalegre II. Salir de este proceso con un partido fuerte, diverso, respetuoso de la pluralidad y capaz de afrontar unido el futuro es lo más importante.
Estos días estamos votando el método de votación que queremos para lo que vendrá a ser el proceso congresual en sí mismo. De lo que salga elegido dependerá en buena medida el tipo de debate que vamos a tener en los próximos meses, así como la proyección que el mismo podrá tener de cara al futuro más allá de los “límites” de Vistalegre. No es una cuestión menor. Si no acertamos con la fórmula capaz de combatir los vicios señalados, corremos el riesgo de que todo el proceso se convierta en un fomento de los mismos. Debemos ser muy cuidadosos con el tipo de mensaje que vamos a lanzar si lo que queremos es que la unidad se imponga y las luchas entre corrientes dejen paso a la defensa colectiva de un proyecto en común.
En este sentido considero que el sistema de votación que presenta la propuesta “Recuperar la ilusión” no ayuda, en absoluto, a acabar con esas tendencias tan dañinas. Puesto que ni es proporcional, ni se basa en un modelo que premie los acuerdos frente a las lógicas competitivas ni respeta verdaderamente a las minorías dentro del partido.
¿Es un modelo que fomente la búsqueda de acuerdos frente a la competitividad? No
Un sistema proporcional puede ser efectivo y justo cuando de lo que se trata es de enfrentar, en un escenario de “competición electoral”, propuestas que se enfrentan entre sí de manera excluyente. Con ello se garantiza que todas las propuestas tengan su justa representación.
Pero es muy peligroso cuando de lo que se trata es de un proceso en el cual los debates se dan entre opciones diferentes que comparten un mismo objetivo y proyecto común. En este caso no importa tanto la proporcionalidad de la representación como la capacidad de garantizar que se fomentan acuerdos y consensos capaces de entenderse bajo ese paraguas común. Se necesita una representación capaz de recoger la pluralidad, sí, pero también capaz de basarse en el fomento de los acuerdos y en una visión unitaria del proyecto colectivo. El sistema proporcional basado en unos resultados de “conjunto de listas” no ayuda precisamente a ello.
En primer lugar posibilita un escenario de competencia pura y dura en el cual se minimizan al máximo los “riesgos” de no llegar a ningún tipo de acuerdo con otras sensibilidades. Si el objetivo es sumar el número máximo posible de votos para tu lista y que la representación de la misma vaya en función del % que obtenga sobre el total de los votos obtenidos por la suma de votos de todas las listas en liza, basta con movilizar a los “tuyos” para desarrollar tu estrategia y da igual si lo haces desde planteamientos de confrontación o de unidad.
Un sistema así se basa en la competitividad pura y dura y eso puede condicionar todo el debate que se debe dar en los próximos dos meses y medio. No habrá necesidad alguna de buscar acuerdos o consensos puesto que bastará con defender de manera competitiva tu propuesta.
¿Es un sistema proporcional? No
En segundo lugar, y esto me parece más grave todavía, el sistema en cuestión fomenta, en la práctica, un método de listas completas y cerradas que es antagónico a lo que en realidad se dice defender: el respeto a la proporcionalidad y a la pluralidad de Podemos. Podemos no solo son familias o corrientes. Podemos somos todos y todas. Con un sistema así cualquier lista que lleve en sus filas a personas que tengan un reconocimiento público, “estrellas mediáticas”, se verá favorecido, por la propia lógica procedimental –y esto es inaceptable–, frente a quienes no las lleven. No todos los votos valdrán igual y la lógica “una persona, un voto” dejarán de tender sentido.
Si la lista A y la lista B acumulan casi el global de los rostros más conocidos de la organización y los inscritos e inscritas votan, aunque sea de manera repartida entre ambas listas, por esos “rostros”, cualquier otra lista que aspire a tener representación se verá marginada por ello y no existirá una verdadera proporcionalidad. Solo existirá proporcionalidad para estas dos listas, nunca para el resto. Y a eso, no nos hagamos trampas, no lo podemos llamar “proporcionalidad”. Lo podemos llamar competición entre A y B.
El sistema según el cual los resultados finales se obtienen el función del conjunto de los votos emitidos para el conjunto de las personas que van en una lista, tomado como % sobre el total de los votos obtenidos por la suma de todas las listas, y repartiendo los “sillones” en el Consejo Ciudadano Estatal en función de ese % obtenido, parece pues pensado no para garantizar la pluralidad y la proporcionalidad en el proceso, sino para garantizar la competición entre las que se presuponen serán las dos principales listas en “disputa” (la vinculada a Pablo Iglesias y la vinculada a Íñigo Errejón). De tal forma, además, que la segunda lista vea ensanchado al máximo su espacio en detrimento de la necesidad de buscar acuerdos o del propio espacio de otras terceras, cuartas o quintas listas que se puedan presentar.
Obviamente cualquier lista que incluya a Pablo Iglesias, Errejón, y todo el resto de rostros mediáticos que acompañan a uno y a otro, sumará, solo con estos nombres, un número de votos tan importante para ellos que hará que, en conjunto, sea imposible competir contra ellas si lo que se pretende es que hay un respeto “proporcional” a la pluralidad de Podemos. Es posible incluso que con solo uno de estos dos nombres se sume en conjunto más votos que con una tercera lista completa. Eso no es una manera de fomentar la proporcionalidad sino la competencia entre “rostros”.
Un ejemplo sencillo para que se entienda. Supongamos una “disputa” de 4 puestos para 6 candidatos/as. Aquí la comparativa del sistema “Recuperar la ilusión” con otro sistema donde lo que prevalezca sea el voto a personas y no la suma de votos de toda una lista completa:
Arriba el sistema “Recuperar la ilusión”. Solo con el voto del primer candidato la lista A se llevaría 3 de los cuatro puestos a repartir por la votación. Abajo un sistema de reparto por voto en función de las personas que van en una lista. La lista B, pese a tener menos votos que la lista A en conjunto, se llevaría 3 de los cuatro puestos en tanto que sus candidatos, de forma individual, serían los más votados. ¿Cuál de los dos sería más proporcional en realidad?
Apliquemos ahora este procedimiento a un proceso en el cual se presupone que van a existir dos grandes listas con los principales “rostros mediáticos” de Podemos incluidos en ellas y saquemos conclusiones respecto de la situación de “justicia y proporcionalidad” en la que, en la práctica, quedaría el resto de listas posibles. Y, en definitiva, pensemos si dicho modelo es en última instancia una forma encubierta de fomentar la competición entre esas dos grandes listas (lucha de A contra B) o es realmente un fomento de la “proporcionalidad”.
¿Es un sistema que respeta a las minorías y su presencia dentro del partido? No
Por supuesto, además, cualquier lista que se presente deberá ser una lista completa de 62 nombres (o el límite que se fije en su caso para el tope máximo), puesto que si se suman todos los votos de toda la lista presentar menos del máximo te penaliza. ¿Y cuántas listas de 62 personas se podrán presentar?, ¿quién tiene la capacidad de presentar listas así? Básicamente las “corrientes” internas o gente mediática capaz de aglutinar en torno a sí ese número de personas. Poco más.
Además, acaba con lo que hasta ahora había sido una tónica habitual en los procesos internos de Podemos: las candidaturas individuales. Salvo que seas Pablo Iglesias, Errejón, o similar, cualquier candidatura individual no tiene el menor sentido. Su resultado “proporcional” será un resultado de una persona frente a las 62 de otras listas. Sabemos que las candidaturas individuales no pueden competir contra las listas mayoritarias y mediáticas, pero también sabemos que hasta ahora muchas personas se han presentado en los diferentes procesos en candidaturas no agrupadas de forma individual. ¿Vamos a acabar con eso en función de querer imponer una lógica de competición entre familias? No es admisible.
Si A y B quieren competir entre sí hay un espacio en el que lo pueden hacer: la candidatura a la Secretaría General. Ahí la disputa es entre personas y la fórmula “una persona, un voto” impera. Pero no traslademos esa “competición” a lo que debe ser un proceso de listas en el cual debemos tratar por todos los medios de fomentar la lógica de cooperación, el acuerdo, el consenso y la unidad de proyecto compartido frente a cualquier signo de competición entre familias que se excluyen entre sí y que, además, quieren dirimir esa “exclusión” en este proceso.
Si permitimos que estos dos meses funcionen bajo esa lógica, nos arrepentiremos. Cuando acercas un mechero a un barril de gasolina el riesgo de explosión es inminente. Por eso en las gasolineras no dejan fumar ni encender mecheros. Y por eso, si lo que se quiere es salir de Vistalegre II con un partido unido y en común, que coopere y no se enfrente, donde el número 2 no ejerza de permanente oposición interna al número 1, que se base en la lógica de la agregación y no en lógicas disyuntivas o de enfrentamiento, no podemos permitir que este proceso interno se convierta en una proceso donde se premie la competición y no el acuerdo.