La lucha contra el cambio climático va a suponer que durante la próxima década (2020-2030) tengamos que acometer enormes cambios en nuestros hábitos energéticos. Debemos llevar a cabo una masiva electrificación de todo nuestro sector para poder conseguir los niveles de descarbonización necesarios (más del 55% de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para 2030) que eviten subidas de temperatura apocalípticas de entre 3-5°C.
Para conseguir minimizar el impacto que tiene y que va a seguir teniendo el cambio climático, el hidrógeno juega un papel imprescindible. El hidrógeno es ya hoy un vector energético que nos permite almacenar la energía para su posterior uso en numerosas aplicaciones como puede ser el transporte, la industria o usos residenciales. Si este hidrógeno se usa para producir energía eléctrica con la tecnología llamada pila de combustible o de hidrógeno, tenemos un proceso completamente limpio donde solo producimos agua como “residuo”. Pero para que este hidrógeno sea completamente verde, tiene que ser producido a través de tecnologías limpias, a través de la llamada electrolisis. Este proceso requiere de energía eléctrica, lo que implica que la producción de hidrógeno verde tiene que venir muy de la mano de la producción de energía eléctrica renovable.
En un informe reciente de la Agencia Internacional de la Energía (IEA en inglés) se presentaba el hidrógeno como una de las soluciones a nuestros problemas energéticos de los próximos años. Al mismo tiempo, se expone que debido al proceso de producción de hidrógeno verde, se creará un mercado del hidrógeno. En él, los países con mayores accesos a la generación de energía eléctrica renovable podrán producir hidrógeno a precios más baratos y, por lo tanto, comerciar con él. Como se puede ver en el mapa (Figura 1), España es uno de los países mejor situados para la producción de hidrógeno verde, pudiendo alcanzar precios por debajo de 1,5€/kg de H2. Hay que tener en cuenta que un coche de pila de hidrógeno a día de hoy (Hyundai Nexo) puede recorrer 800 km usando algo más de 6 kg de hidrógeno, lo que supondría llenar el depósito en 5 min por menos de 10€.
Por otro lado, el hidrógeno verde cuenta con la ventaja de poder ser transportado y distribuido a través de las actuales redes de gas natural (Figura 2). Una vez más, España cuenta a día de hoy con una extensa red que le permitiría aprovechar esta tecnología tanto para nuestro uso interno (acompañada de una nueva red de hidrogeneras), como para la venta a otros países europeos cuya producción de hidrógeno verde conduciría a precios más elevados.
Cabe por último recordar e insistir que la electrificación y descarbonización de toda nuestra economía no puede ser llevada a cabo solo por medio del almacenamiento energético, es decir, baterías. Un ejemplo es que las actuales redes eléctricas solo pueden soportar una implantación limitada de coches eléctricos de baterías. A partir de ese porcentaje, las redes se saturarían por la necesidad de enchufar tantos dispositivos eléctricos. En ese sentido, el hidrógeno verde ayuda desde hoy mismo a balancear la red eléctrica, bien aportando energía a dicha red con su uso, o mediante su uso directo en muy diversas aplicaciones. Estas aplicaciones incluyen desde ya mismo el transporte de vehículos que requieran hacer grandes distancias con cargas rápidas (camiones, flotas industriales, taxis, etc…), su uso en numerosos procesos industriales (acero, combustibles sintéticos, compuestos químicos, etc.), en la industria aeronáutica por medio de los llamados e-combustibles o en el transporte ferroviario donde se estima que el tren de hidrógeno supone una ventaja a día de hoy frente al diésel en vías no electrificadas de más de 90 km, recordando que el 50 % de la red viaria europea no está electrificada. Por lo tanto, España se encuentra ante una oportunidad de oro de convertirse en una potencia en la llamada economía del hidrógeno verde, la cual generará más de 5 millones de trabajos en toda Europa, sobre todo en los países que sepan explotar todo su potencial.