En su reciente visita a Colombia, el presidente Sánchez se ha ofrecido para ser uno de los países garantes en las próximas negociaciones con la guerrilla del ELN, e incluso para albergar en España dichas negociaciones. Lo primero tiene sentido y es muy loable, pero lo segundo, no. Intentaré argumentarlo. Antes que nada, hay que clarificar cuáles son los diferentes roles de terceras partes que se activan en un proceso de paz, que pueden ser las de mediar (facilitación) o acompañar, sea como garantes o como países amigos. La estructura de la negociación la discutirán y concertarán las partes implicadas en las próximas semanas, y podría ser que interesara una participación de España. El ELN es una guerrilla que siempre ha buscado y apreciado la implicación internacional, pues percibe que ello dará más seguridad al proceso.
Ser garante en unas conversaciones de paz es algo que supone una enorme responsabilidad, y nunca puede ser un acto simplemente protocolario o vanidoso, pues implica un compromiso político, diplomático, logístico y económico para que las negociaciones transcurran lo mejor posible. Supone participar activamente en todas las rondas negociadoras, que pueden durar años, mantener un contacto permanente con todos los actores implicados, ayudar a superar los momentos difíciles y de crisis, que son muchas, y, ya en la etapa final, si se llega a acuerdos, ayudar a garantizar su cumplimiento. Un país garante está en las buenas y en las malas.
El ELN es una guerrilla que lleva 31 años intentando negociar con diferentes gobiernos colombianos, sin éxito hasta el momento. Es un grupo muy exigente y nada fácil de negociar, y aunque el nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro, tenga la mejor de las voluntades, nada augura que la cosa transcurra como la seda y todo quede resuelto en pocos meses. En absoluto. Se parte, eso sí, de la ventaja de que el nuevo Gobierno quiere una mayor participación social en los asuntos del país, y este es uno de los puntales en las demandas históricas del ELN.
Los dirigentes de esta guerrilla llevan unos años en suelo cubano, pues allí se inició el último intento, también fracasado, y quedaron atrapados en la isla al romperse las conversaciones. Cuba tiene experiencia en acoger negociaciones con las guerrillas colombianas, es un lugar seguro y tiene la ventaja de estar cerca de Colombia. Junto a Noruega, Cuba fue igualmente el país facilitador de las últimas negociaciones con las FARC. Entre 2005 y 2007, Cuba también fue la sede de negociaciones con el ELN, que se truncaron por una exigencia fuera de lugar por parte del Gobierno colombiano. En este intento, España, Noruega y Suiza actuaron como países acompañantes. Ya que tuve la oportunidad de estar presente en el inicio de estas negociaciones en diciembre de 2005, debo señalar que, más allá del discurso de apertura que hizo el secretario de Estado de Asuntos Exteriores del Gobierno de España, la presencia de la delegación española fue de muy bajo perfil en aquellos dos años, sin comparación con el compromiso de Noruega o Suiza, muy activos en el terreno.
Por aquel tiempo también tuve otra experiencia, en este caso filipina, pues España quería ayudar al Gobierno noruego en la mediación que hacía con una guerrilla de Filipinas, sin éxito todavía. Concertamos un encuentro discreto en el aeropuerto de Ámsterdam entre la delegación negociadora de la guerrilla y un alto funcionario de Exteriores del Gobierno español. Pasé vergüenza ajena, pues en ese primer contacto, que siempre ha de ser muy delicado, sutil, diplomático y de tanteo, el funcionario español puso la exigencia del desarme de la guerrilla para que España pudiera ayudar en el proceso. No se podía empezar peor, y el ofrecimiento se murió en el mismo día. Explico estas anécdotas para se vea con claridad lo que implica formar parte de un grupo de países garantes y facilitadores. Nunca se trabaja en un proceso de paz de forma impositiva ni por simple postureo, para quedar bien. No, es un compromiso muy serio y que hay que pensar a conciencia, pues implica años de dedicación, disponer de un buen equipo y mantener, además, un perfil bajo de cara a la opinión pública, pues se trabaja con mucha reserva y confidencialidad. No se trata de presumir, sino de ser eficaz.
Como he comentado, quiénes acompañarán el proceso de paz, sea como garantes, facilitadores o acompañantes, lo decidirán las partes en conflicto de común acuerdo, no los países que se ofrecen. Así, pues, la oferta de España la tendrá que decidir el ELN y el Gobierno de Colombia. España podría ser de llegue a ser uno de los países garantes, pero es muy poco probable que actúe como facilitador (mediador), y menos como el país anfitrión. El ELN está en las listas de grupos terroristas de la Unión Europea, actualmente formada por 21 grupos y 13 personas a nivel nominal. Suiza y Noruega, al no estar en la UE, siempre han gozado del privilegio de poder acoger conversaciones con grupos que están en dicha lista. España, en cambio, no puede hacerlo, al menos sin antes sacar de la lista al ELN, algo impensable a corto plazo. Sorprende, pues, que se haya ofrecido el territorio español como sede de las negociaciones. Tiene más sentido que continúen haciéndose en Cuba o, en su defecto, en otro país latinoamericano, como Chile, que probablemente sea uno de los países garantes. Además, y esto es una novedad, las actuales circunstancias políticas de Colombia posibilitan que esta vez se celebran las negociaciones en la misma Colombia, al menos en parte.
En suma, hay múltiples formas de ayudar al nuevo Gobierno de Colombia a pacificar su país, donde las negociaciones con el ELN no son más que una pieza del tablero. Acertar la fórmula depende de la auténtica voluntad de servicio, que ha de estar exenta de presuntuosidades, vanidades y jactancias poco útiles. Si la actitud es franca y profesional, sea como país amigo o como garante, España puede tener la oportunidad de ayudar a un país hermano que intenta salir de tantos años de oscuridad.