Hace ya más de 30 años que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés) lleva advirtiendo al mundo sobre el incremento de los fenómenos meteorológicos extremos. Este verano está dejando imágenes devastadoras. El cambio climático ya está aquí.
Este próximo lunes 9 de agosto, el IPCC publicará la primera parte de la trilogía de su Sexto Informe de Evaluación (IE6), el estudio de mayor peso científico sobre cambio climático. Ya nos han anticipado alguna de las cuestiones sobre las que va a alertar: que el planeta se acerca cada vez más a su temperatura límite y que hay que pararlo ya.
Las posibilidades que tenemos de impedir que la temperatura media de la Tierra supere el 1,5º en un futuro próximo van a depender de la elección de las medidas de recuperación poscovid-19. En el contexto actual, esto es evidente: una sólida recuperación verde no solo puede contribuir a paliar los impactos socioeconómicos de la crisis sanitaria, sino también a rebajar rápidamente las emisiones en los próximos años. En el caso de España, este es uno de los objetivos del Plan España Puede. La urgencia, oportunidad y necesidad de actuaciones coordinadas son vitales en el momento actual.
La pandemia de la COVID-19 nos ha venido a recordar el peso de nuestras actuaciones: durante 2020, las emisiones cotidianas se desplomaron un 17% en comparación con 2019, hasta unos niveles nunca vistos desde 2006; sin embargo, ahora han vuelto a dispararse. La gran oportunidad brindada por la pandemia no ha sido tanto el breve parón de emisiones que, a la postre, ha resultado insignificante a largo plazo, sino el potencial de reorientar el sistema socioeconómico hacia la descarbonización de la economía, la transición ecológica, la cohesión territorial y la superación de la brecha de género. Y todo ello sin dejar a nadie atrás, evitando el incremento de la desigualdad que nos trajo la salida en falso de la anterior crisis. Tal y como dice pretender hacer el plan español.
Los resultados preliminares de los nuevos modelos climáticos del Sexto Informe del IPCC, que ya han sido difundidos por algunos medios, destacan la mayor «sensibilidad climática» de la Tierra, definida como el calentamiento que se produce cuando la cantidad de CO2 en la atmósfera es el doble con respecto a los tiempos preindustriales. Traduciendo: que la ambición climática va a tener que ser mayor. Sin embargo, la Ley de Cambio Climático y Transición Energética de España, que es la herramienta imprescindible para articular el proceso de recuperación definido en el Plan España Puede, asegura un objetivo de reducción de emisiones que dista años luz de las recomendaciones del IPCC.
Además del CO2, una de las principales preocupaciones de los investigadores son los crecientes niveles de metano: este gas solo permanece en la atmósfera unos 12 años, pero posee un potencial de calentamiento 30 veces superior al del CO2 a lo largo de un siglo y casi 90 veces superior en un periodo de 20 años. Entre 2008 y 2017, las actividades humanas fueron responsables del 50%-65% de las emisiones totales de metano, con la agricultura y los residuos como principal fuente (56%-60%), seguidos de la industria de los combustibles fósiles. Pues es precisamente la agricultura la gran olvidada en el Plan España Puede, que ofrece continuismo con el modelo agrícola y ningún apoyo a la transformación del modelo agroalimentario.
El IE6 va a ser también la primera evaluación que dedica un capítulo entero a los denominados Contaminantes Climáticos de Vida Corta (CCVC), como los aerosoles, partículas en suspensión y otros gases reactivos (como el ozono) que permanecen en la atmósfera desde solo unas horas hasta unos pocos meses. Su reducción podría mejorar la calidad del aire y salvar vidas. Muchos de ellos proceden de los motores de combustión de los coches, cuya progresiva eliminación no se detalla dentro del Plan España Puede, pues aunque se propone la implantación de Zonas de Bajas Emisiones, su efecto puede ser inocuo si no se acompaña de unos umbrales y ámbitos de aplicación mínimos que aseguren su eficacia.
Cada vez están más claras, y no sólo para Greenpeace, las trampas de la absorción de carbono. La ciencia insiste en que el objetivo de emisiones netas cero no es un fin en sí mismo sino que debe ser planteado más bien como un hito en el camino hacia las emisiones negativas. Por lo tanto, las compensaciones, el greenwashing y las falsas soluciones como mantener el gas o permitirle perpetuarse a través de la producción de hidrógeno son trampas al clima.
Solo cuando logremos cero emisiones detendremos el aumento de la temperatura. Pero incluso entonces seguirá produciéndose la descongelación de capas glaciares polares con el consecuente incremento del nivel del mar. Por lo tanto, seguiremos necesitando medidas políticas y económicas de adaptación, así como de compensación de pérdidas y daños para las comunidades más afectadas y empobrecidas. ¿Y cuántos fondos de recuperación harán falta entonces? Dependerá de lo que se haya hecho hasta ahora.
Los objetivos y componentes del Plan España Puede apuntan en la buena dirección, pero todavía no garantizan una recuperación verde y justa. Son necesarios una mayor ambición climática y avances significativos en materia de transparencia, participación y coherencia de las políticas públicas para atender, al mismo tiempo, a la llamada de atención apremiante de los científicos del IPCC.