A diferencia de hace un año, cuando no existían propuestas para abrir negociaciones entre Rusia y Ucrania, en los últimos meses se ha producido varias iniciativas provenientes de diferentes países, pero sin que ninguna tenga visos de tener recorrido. Intentaré explicar los motivos.
Para negociar se necesita el concurso de las dos partes en conflicto, no solo de una. Cuando no es así, las propuestas, o son más bien apoyos a alguna de las partes, o son iniciativas para consumo interno, sin más trascendencia ni efectividad real. Son fruto del deseo de figurar como pacificadores bien intencionados, aunque propiamente se trate de una acción de política exterior para quedar bien. Si estas iniciativas se multiplican, al final el efecto es contraproducente, ya que provoca desánimo y quema a las diplomacias de paz que puedan surgir o que sean de mayor interés.
A finales de junio se celebró en Copenhague una reunión preparatoria para una “cumbre de paz”, a la que asistieron altos funcionarios de Ucrania, los países del G7, la Unión Europea, y naciones como Brasil, India, Arabia Saudí, Sudáfrica y Turquía, y que contó con la participación de un asesor de seguridad nacional de los Estados Unidos. Rusia no fue invitada, y el propósito de dicha reunión, seguramente la más importante de las celebradas hasta la fecha, era más bien la de asegurar una amplia coalición en favor del Gobierno de Kiev, y a fin de presionar a Moscú. El punto de partida, por tanto, fueron los diez puntos esbozados por el presidente Zelenski en noviembre pasado, que exigía la retirada total de las tropas rusas del suelo ucraniano. La reacción de Rusia fue inmediata, desacreditando la reunión, y advirtiendo además que las declaraciones de los lideres occidentales sobre los contactos con Putin no merecían respeto. El ministro de Exteriores ruso también señaló que, cuanto más tiempo Ucrania y Occidente retrasen el inicio de las conversaciones de paz, más difícil será llegar a un acuerdo entre todas las partes, aunque también repitió que cualquier fórmula que se ponga sobre la mesa, ha de reconocer los territorios ya ocupados, lo cual es inaceptable para Ucrania, como es bien sabido.
Pocos días antes, el Vaticano envió a Moscú al cardenal Matteo Zuppi, con una larga experiencia en mediaciones a través de la Comunidad de Sant Egidio, que actúa como la diplomacia de paz del Vaticano. Zuppi no se entrevistó con Putin, sino con líderes religiosos, pero a pesar de su buena voluntad, no tiene la capacidad de influir sobre los dirigentes rusos para hacerles cambiar de actitud.
Para mostrar algunas de las iniciativas surgidas durante el primer semestre de 2023, citaré la propuesta de enero del gobierno de Turquía para “lograr un alto el fuego local y pequeñas desescaladas localizadas”, algo ciertamente imposible en aquel momento. La propuesta, sin embargo, iba acompañada con una observación importante: Rusia quiere que se la respete como un jugador importante y no quiere tener a la OTAN en su patio trasero. Son dos aspectos muy importantes para entender el origen de la guerra.
Poco después hubo una declaración suscrita por los presidentes de Colombia y Argentina, y que fue firmada por conocidos políticos de Francia, España, Reino Unido y Portugal. Hacía más de un año del inicio de la guerra, pero la declaración se limitó a señalar la conveniencia de “redoblar los esfuerzos diplomáticos para establecer un alto el fuego y una negociación para una solución pacifica y duradera”, lo que equivale a no decir apenas nada. La propuesta de Colombia y Argentina coincidió que las declaraciones del presidente del Brasil, que expresó su deseo de comprometerse con ambas partes en la discusión de una tregua, con la participarían Estados Unidos, China, India, Indonesia y otros países. El presidente Lula también manifestó algo que resulta vital para salir del conflicto armado: “Necesitamos crear una narrativa que dé a los rusos las condiciones mínimas para poner fin a la guerra. Terminemos la guerra y luego discutamos en la mesa de negociaciones lo que queremos”, algo realmente ingenuo, aunque tenía sentido citar a algunos países que podrían acompañar una eventual negociación en un foro por la paz. Lula fue injusta y duramente criticado por no criminalizar a Moscú y por manifestar que Estados Unidos debería dejar de “alentar” la guerra de Ucrania. Si se quiere jugar un papel de intermediario, en cualquier de sus fórmulas, siempre es necesario cuidar el lenguaje y buscar puntos intermedios. En abril, un enviado de Brasil, Celso Amorim, se reunió con Putin para tratar de impulsar conversaciones de paz. Brasil es una potencia emergente de segundo nivel, pero no tiene la fuerza política suficiente como para incitar una negociación. Puede acompañar un proceso, pero no protagonizarlo. Su propuesta de crear un grupo mediador semejante al G-20, con países neutrales de por medio, no es una iniciativa que haya de desperdiciarse.
La propuesta más esperada y comentada, no obstante, fue la expuesta por China a finales de febrero, un decálogo en el que los dos primeros puntos eran “respetar la soberanía de todos los países”, y el “cese de hostilidades”. Aunque el primer punto podría interpretarse como una defensa de la integridad territorial de Ucrania, lo cierto es que en círculos diplomáticos China aceptaba la anexión de parte de Ucrania, lo que invalidaba y ponía en entredicho su propuesta de paz. Rusia aplaudió el paso de la China, país que designó a un enviado especial para hablar de una solución política.
En abril, sorprendió una propuesta del presidente de Bielorrusia, Lukashenko, proponiendo a Putin un cese del fuego en el que ninguno de los bandos pudiera movilizar ni tropas ni armamentos, junto con la celebración de negociaciones sin condiciones previas. Es lo que en Colombia denominan “operación estatua”, congelar una situación para abrir una negociación. Ninguna de las dos partes aceptó la propuesta, continuando con la estrategia de ofensivas y contraofensivas.
A principios de mayo, el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, afirmó que no era el momento de conversaciones diplomáticas de paz con Rusia, y que la única propuesta válida era la del presidente Zelenski, es decir, la retirada de las tropas rusas. Este planteamiento, dominante en toda la OTAN, va a contravía de varias de las iniciativas que acabo de exponer, que intentarían salidas diferentes. Además, el empeño en prometer a Ucrania que un día será miembro de la OTAN, va en contra de una de las principales reivindicaciones de Rusia, no de ahora, sino de hace más de dos décadas.
Ya en junio, un nuevo intento de mediación provino de un conjunto de países africanos después de unas primeras gestiones de Sudáfrica, proponiendo medidas de confianza la retirada de las tropas rusas, la suspensión de una orden de arresto de la Corte Penal Internacional contra Putin, así como el alivio de las sanciones. El grupo estaba formado por Zambia. Senegal, República del Congo, Uganda, Egipto y Sudáfrica, con el apoyo técnico de la Brazzaville Foundation. La intención era buena, pero, de nuevo, se trata de países con muy poca influencia a escala internacional, por lo que, a pesar de sus buenos deseos, la iniciativa no podía tener recorrido. También en junio se produjeron algunas propuestas para crear zonas desmilitarizadas, y dejar que la población de los territorios ocupados pudiera decidir su futuro a través de un nuevo referéndum. Una de estas propuestas vino del ministro de Defensa indonesio, que planteó igualmente la creación de una fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU, una vieja propuesta señalada en varias propuestas de analistas procedentes de centros de estudios internacionales, y que, a mi entender, es muy poco realista.
Zelenski, por su parte, ha enfatizado que no hay necesidad de mediadores entre Ucrania y Rusia, con lo que queda descartada cualquier propuesta, venga de donde venga. Es un precio a pagar en un conflicto de suma cero, donde ha de haber un ganador y un perdedor. Así estaban las cosas un año y medio después de iniciarse la guerra. Como contrapunto positivo, cabe mencionar que, a mediados de junio, la portavoz de la cancillería rusa manifestó que algunas de las iniciativas de paz presentadas por diferentes naciones, tenían ideas que podrían funcionar, señalando también que era Kiev quien las bloqueaba, al prohibir cualquier negociación con Rusia. De todas formas, no especificó cuales eran las medidas de su interés, por lo que en principio puede descartarse que se trate de la retirada de las tropas rusas, que ha sido, es y será el principal escollo para que una negociación pueda tener éxito a medio plazo.