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Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

Gracias por todo, Stan

No fui consciente de quién era hasta muchos años después; y eso que durante toda mi infancia su nombre encabezaba la mayoría de los tebeos que devoraba al volver del colegio con aquel mítico “Stan Lee presenta”.

Marvel llegó a España en 1969. Yo tenía un año y aún no era consciente de cómo aquellos individuos con leotardos iban a cambiar mi vida.

Es difícil explicar lo que supuso en su momento la aparición, en unas estanterías dominadas por Hazañas Bélicas o el Capitán Trueno, de los tomos de 128 páginas de Editorial Vértice con los que Marvel aterrizaba en nuestro país.

Aquellos primeros superhéroes eran un soplo de aire fresco en un universo gris, dominado por los títulos que venían del franquismo. Sí, es cierto, Superman ya estaba en España a través de la mejicana Editorial Novaro pero lo de Marvel era otra cosa, era algo… diferente: La Patrulla X, La Masa, Dan Defensor, Estela Plateada…Nombres imposibles en unas portadas que te mantenían pegado al cristal de cualquier kiosko. Unas joyas obra del ilustrador catalán Rafael López Espí, hipnóticas, descaradamente pulp cuando aún no sabíamos el significado de esa palabra.

Las economías familiares de la época no podían permitirse pagar las 25 pesetas de cada tomo y más con la ingente cantidad de títulos que Vértice publicaba. Llegó a tener en su catálogo más de 20 colecciones Marvel. Desde luego la mía no podía y eso me llevó a descubrir los kioskos donde cambiaban tebeos y novelas del oeste a peseta. Más que echarme para atrás, la liturgia resultó un importante incentivo: ir al kiosko a cambiar tus tebeos con la esperanza de encontrar la continuación de la historia que habías empezado 10 días antes fue una de las mayores campañas de potenciación de la lectura que yo recuerde.

Y así, en aquellas lecturas en blanco y negro, desordenadas y caóticas porque un día leías el número 8, después el 3 y a la semana siguiente el 7, descubrimos un universo nuevo, uno en el que los héroes no eran de una pieza sin fisura conocida sino que tenían sus debilidades y traumas. Hombres y mujeres con defectos y vicios con los que podías identificarte perfectamente. Héroes de todo tipo y condición: dioses nórdicos, hombres elásticos, de hielo, gigantes verdes, antorchas humanas, mujeres invisibles… incluso un adolescente enclenque como yo, que aun después de ser picado por una araña radioactiva seguía teniendo miedo de hablar con la chica que le gustaba. Y todo ello con un lenguaje desenfado y juvenil que se alejaba de los acartonados textos a los que estábamos acostumbrados.

Uno de los grandes méritos de Stan Lee fue que nos preocupáramos más de Peter Parker que del propio Spiderman. Que hiciéramos nuestros los problemas de aquel adolescente, o que lloráramos por primera vez delante de un tebeo cuando en 1979 llegó a España The Night Gwen Stacy Died, la historia que marca el paso a la edad adulta del género.

Stan Lee solía decir que le gustaban los superhéroes con superproblemas y ese ha sido su gran legado, lograr que generaciones de lectores empatizáramos con sus creaciones, que nos sintiéramos cómplices de un universo que parecía creado exclusivamente para cada uno de nosotros.

Muchos años más tarde descubrí su historia y la de otros muchos: Kirby, Steranko, Ditko… Siempre habían estado ahí aunque yo no lo sabía. En las primeras ediciones en España de estas colecciones no había ninguna referencia a los equipos creativos.

A pesar del tiempo transcurrido nunca han dejado de acompañarme. Cincuenta años después siguen conmigo. Ese y no otro es el gran legado del viejo Stan.

Allá donde este, espero que siga contando historias.

Excelsior.