Un virus microscópico podría conseguir por desgracia lo que el Brexit, la crisis migratoria o la crisis del 2008 no consiguieron: herir de muerte a la Unión Europea. Y en contra de los pasos adelante de las instituciones europeas, la irresponsabilidad de unos pocos pero poderosos gobiernos nacionales, más preocupados por cálculos electorales domésticos a corto plazo que por la salud y el futuro del proyecto común, agudizan aún más la crisis actual. Sin embargo en el Sur de Europa, y por tanto de toda Europa, solo existe una vacuna ante el colapso económico, debido a la crisis sanitaria. Se llama solidaridad.
En este momento histórico, Europa no tiene derecho al fracaso. Se juega su credibilidad y su futuro. Seamos claros: no se trata aquí de una lucha entre la Europa del Sur y la Europa del Norte, o del Este contra el Oeste. Más bien, a nivel continental, tenemos que decidir si queremos una Europa que cuide y proteja o una Europa del sálvese quien pueda. Nosotros los verdes europeos, vengamos del Sur o del Norte, lo tenemos claro: la Europa de los egoísmos nacionales, además de injusta, es totalmente ineficiente ante una catástrofe que carece de fronteras. Solo una Europa de la cooperación puede luchar contra esta pandemia hoy y reconstruir un futuro más equitativo y sostenible en cuanto superemos esta crisis. En un continente tan interdependiente como el nuestro, el no cooperar sería un fracaso y una irresponsabilidad de los gobiernos europeos. Al revés, compartir decisiones y soberanías de forma coordinada es mucho más potente que el repliegue nacional. Ante retos globales, la Europa solidaria y cooperativa es la respuesta.
Además, el no cooperar ahora supondría profundos riesgos para la cohesión europea, abriendo la puerta a nuestros demonios del pasado. Porque quien se frota las manos de la incapacidad de algunos de dar un salto cualitativo a nivel europeo es la extrema derecha. Son las fuerzas políticas que solo tienen una cosa en común en toda Europa: el odio. Ya sabemos cómo suele terminar la historia cuando dejamos las riendas sueltas a las derivas xenófobas y autoritarias. Un proyecto europeo basado en la solidaridad y ayuda mutua es la mejor contención frente a lo innombrable.
En este contexto, las muy desafortunadas declaraciones del ministro holandés y, sobre todo, la falta de apoyo para desarrollar los coronabonos por el Gobierno alemán, junto con los gobiernos holandés, austriaco y finlandés, apuntan exactamente en el sentido equivocado. Es una muestra de insolidaridad europea económica y que alimenta al extremismo y al repliegue identitario. El virus no fue causado por ningún estado europeo y amenaza por igual a toda la ciudadanía europea.
Ante este reto descomunal, es hora de establecer con urgencia los coronabonos para ayudar a recaudar los fondos necesarios durante la crisis sanitaria y después para la recuperación. Permitirían a la Unión Europea emitir deuda pública común para la cual los riesgos son asumidos conjuntamente por todos los países de la zona euro. Y estos coronabonos serían un instrumento para financiar las inversiones públicas que todos los países de la Eurozona tendrán que enfrentar, por ejemplo de cara a reforzar el sistema sanitario, ayudar las pymes y autónomos o invertir en una reconstrucción verde de nuestra economía. Por otro lado, además de la positiva y bienvenida acción del Banco Central Europeo y de un fondo de rescate potente, instamos a los Estados miembros y a la UE a que pongan en marcha un verdadero seguro de desempleo europeo (más allá de de lo propuesto por la Comisión Europea) y, por fin, una política fiscal común. Una crisis sin fronteras exige una solidaridad socio-económica de nueva cuna.
Por último, al igual que el cambio climático, que es otra emergencia urgente y existencial, la pandemia cuestiona profundamente la forma en que se organizan nuestras sociedades y la forma en que vivimos en este planeta. Más que nunca, colectivamente necesitamos una nueva brújula; en esa perspectiva, la crisis de la Covid-19 refuerza la necesidad absoluta de iniciativas transformadoras, como un audaz Acuerdo Verde europeo, o European Green Deal. Después de la crisis, necesitaremos una reconstrucción verde, que debería centrarse en las pequeñas y medianas empresas y los autónomos, una reinversión masiva en servicios públicos de calidad, sobre todo en el sector de la salud, y debería contribuir a orientar toda nuestra economía hacia una transición ecológica y con justicia social. Solo entonces esta crisis conducirá a sociedades más justas, más sostenibles y más democráticas.
Estamos juntas en ello. Es hora de la Europa solidaria.
Inés Sabanés, coportavoz de EQUO y diputada de Más País-EQUO
Sven Giegold, eurodiputado y portavoz de la delegación verde alemana en el Parlamento Europeo
Thomas Waitz, copresidente del Partido Verde Europeo y eurodiputado austriaco
Heidi Hautala, eurodiputada verde finlandesa y vicepresidenta del Parlamento Europeo
Bas Eickhout, eurodiputado verde holandés
Elena Grandi y Matteo Badiali, copresidentes de Los Verdes Italianos