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El INE vuelve a revisar al alza (¡por tercera vez!) el PIB de España

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El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de volver a revisar al alza el Producto Interior Bruto (PIB) de España, y con esta revisión –que ha sido la mayor de su historia– ya van tres en sólo dos años (la primera fue en septiembre de 2022 y la segunda en septiembre de 2023). Esto supone que el indicador por excelencia para cuantificar la riqueza de España estaba subestimado y que, en realidad, es un 3,2% superior al que se creía en el año 2021 (y un 1,1% superior al que se creía hasta ayer). En otras palabras: llevamos tres años creyendo que la economía española estaba yendo peor de lo que realmente iba. 

Es importante tener en cuenta que no se trata de un pedante debate académico o estadístico: el nivel del PIB tiene enormes implicaciones en materia política y económica. Que haya estado tres años subestimado ha jugado en contra del Gobierno de coalición español y a favor de sus adversarios políticos y mediáticos. ¿Quién no recuerda el martilleo de la oposición criticando que la economía española era la que menos crecía de Europa tras la pandemia? Pues resulta que no era cierto: ahora ya sabemos que el PIB de España se comportó entonces como el del resto de países de su entorno (y en los años recientes muchísimo mejor). Pero como los datos del INE eran los que eran entonces, los críticos gozaban de legitimidad para cargar contra la política económica del Gobierno –por mucho que dichos datos no cuadraran con el resto de las fuentes estadísticas–. En los últimos meses, debido a que el PIB ha crecido mucho incluso desde los niveles subestimados, la crítica ha pivotado hacia el bajo PIB real per cápita que tiene España en comparación con otros países europeos, pero de nuevo esta crítica perderá fuerza con la revisión del INE. Además, los datos oficiales del PIB sirvieron también a la oposición para criticar duramente los presupuestos presentados por el Gobierno de coalición; los han tildado siempre de irreales por considerar que la economía española iba a crecer más de lo que el INE estimaba. Pero lo cierto es que quien se alejaba de la realidad era el INE y no el Gobierno (quien, de hecho, ha pecado de pesimista, especialmente en 2023).

Pero los ataques no se han limitado únicamente al crecimiento económico. Como la presión fiscal se calcula dividiendo la recaudación impositiva entre el PIB, con este último indicador subestimado el resultado del cociente quedaba inflado. Es decir, que durante los tres últimos años la presión fiscal estimada por el INE se mostraba superior a la que realmente era, algo que fue recurrentemente usado para tildar de poco menos que “infierno fiscal” a la economía española. En las próximas semanas el indicador oficial de presión fiscal se ajustará al nuevo dato del PIB y veremos cómo “mágicamente” el Estado pasará a recaudar menos.

Lo mismo ha ocurrido con el déficit público y con la deuda pública que, al relativizarse sobre un PIB minusvalorado, han quedado sobreestimados. Y esto no es sólo importante de cara a la crítica política, sino también de cara a las reglas fiscales europeas que el Estado español debe cumplir: con la nueva revisión del INE, España tendrá curiosamente mucho más fácil respetar los objetivos marcados. Otras consecuencias de carácter económico tienen que ver con la concesión de ayudas financieras a las regiones o el cálculo de la aportación de cada país al presupuesto de la Unión Europea, pues se calculan utilizando el PIB oficial.

Por otro lado, no perdamos de vista que este análisis se puede extrapolar también a cualquier gasto público; en proporción al PIB ahora España gastará menos simplemente por esta revisión histórica: ni el gasto en pensiones es tan elevado como los críticos suelen apuntar, ni la inversión en educación, sanidad, vivienda o prestaciones sociales es tan elevada como el gobierno suele defender. En cualquier caso, parece más que evidente que la subestimación del PIB ha ido en contra de los intereses del gobierno de coalición.

Y es aquí donde surgen las dudas y las sospechas: ¿es sólo casualidad que el INE haya esperado a revisar los datos del INE a que acabara el ciclo electoral? Porque la primera revisión importante fue en septiembre de 2023, justo después de las elecciones generales de julio de dicho año. Y esta última gran revisión se ha producido justo después de las elecciones europeas, catalanas, gallegas y vascas.

Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que estos cambios llegan muy tarde (algunos analistas como Francisco Melis y Miguel Artola llevan años exigiéndolo) y sólo se han realizado por mandato de la Oficina de Estadísticas Europeas (Eurostat), que establece que cada cinco años –la última vez fue en 2019– se introduzcan mejoras sistemáticas de fuentes y métodos de estimación para mejorar la calidad de las estimaciones y también para mejorar la coherencia y la comparabilidad entre los países de la Unión Europea. En esta ocasión, los cambios se han debido a la incorporación de los datos de los censos de Población y Viviendas de 2021 y de la Encuesta Estructural de Empresas por rama de actividad. Para colmo, el INE ha dado exiguas explicaciones y lo ha hecho a regañadientes (hace tan sólo medio año la responsable de cuentas nacionales anunciaba en el Congreso de los Diputados ante un auditorio de casi 100 personas que “no habría una revisión significativa”). A esta evidente incoherencia e incompetencia del organismo estadístico hay que sumarle la incapacidad del Banco de España y de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) de advertir que el PIB llevaba tres años mal calculado.

Hay que celebrar que el INE haya recapacitado y recalculado el PIB de España, pero lo ha hecho tan tarde que ya es imposible deshacer toda la desinformación que se ha ido gestando durante tres años. Muchos, de hecho, ni se enterarán de que el PIB ha sido revisado al alza y, por ejemplo, seguirán pensando que la economía española fue la que peor se comportó tras la pandemia. Tres años de mensajes machacones no se pueden borrar fácilmente.