Madrid, prioridad sanitaria para España: ¿cómo recobrar la seguridad que se ha perdido?
Madrid es hoy el punto neurálgico para el futuro de la pandemia en España. En ella se juega, en buena medida, el futuro epidemiológico del país en las próximas semanas, tanto por el volumen y densidad de su población como por sus relaciones con Castilla-La Mancha, Castilla y León y el resto de España. Al terminar la primera semana de septiembre, la Comunidad de Madrid es el principal motor de contagios ya que con poco más del 14% de la población española aporta la tercera parte de los más de 100.000 casos de COVID-19 diagnosticados en todo el país en las últimas dos semanas.
Al escribir esta tribuna, la incidencia acumulada de los últimos 14 días en la Comunidad de Madrid es de 473 por cien mil habitantes, más del doble que la media española y la mayor de todo el país. Se han diagnosticado 31.538 casos solo en las últimas dos semanas. Se está incrementando cada vez más la presión sobre la atención primaria, ya de por sí muy saturada. Los casos de COVID-19 ocupan un 15% de las camas hospitalarias, la ocupación más alta de España, una cifra doble que la media del país y quince veces mayor que la de la Comunidad con menor porcentaje de ocupación (Asturias). Además, la ocupación de camas de UCI es creciente y el número de fallecidos aumenta de forma rápida. Y lo que es peor, todos estos indicadores han ido empeorando desde hace varias semanas. Algunos hospitales de la Comunidad presentan ya una ocupación por pacientes de COVID-19 que ronda el 30% y pronto pueden tener que dejar de hacer algunas de las actividades habituales por la carga de trabajo adicional causada por estos pacientes.
Como es sabido, la frecuencia de la enfermedad no se distribuye uniformemente ni por toda la Comunidad ni por todos los distritos de la Ciudad de Madrid. De hecho, durante la semana que concluyó, la incidencia en algunos de los barrios más deprimidos (por ejemplo, Lavapiés, Usera, Vallecas y Carabanchel) superó los mil casos por cien mil habitantes, una cifra de cuatro a cinco veces mayor que la media del país. La desigualdad es una característica distintiva de esta pandemia y se expresa fehacientemente en Madrid, lo que hace aún más necesario desplegar acciones que superen las grandes inequidades presentes.
Es evidente que en materia de salud pública no se está haciendo lo suficiente: ni en diagnóstico precoz, ni en el rastreo de contactos, ni en el aislamiento de los asintomáticos positivos. La falta de definición de indicadores de recursos y de umbrales explícitos ha dificultado comprobar lo que para muchos profesionales y ciudadanos es una realidad palpable: la atención primaria no ha sido reforzada como se requiere para poder hacer las tareas de diagnóstico precoz y seguimiento de casos. Y es obvio que no se han reclutado suficientes profesionales para las labores de rastreo. La Comunidad de Madrid requeriría cuando menos 1.000 profesionales más para rastreo solo para situarse en las cifras que se consideran deseables: 1 rastreador por cada 5.000 habitantes. Hoy no cuenta siquiera con la cuarta parte.
Además, la capacidad de realización de pruebas PCR está muy por debajo de lo que se necesita y como consecuencia se hacen mucho menos PCR que en otras Comunidades como Asturias, País Vasco, Navarra o La Rioja, que hacen entre 200 y 250 PCR por cien mil habitantes. La Comunidad de Madrid hace actualmente 172 PCR por 100.000 habitantes y debería estar haciendo cuando menos 300 por cada 100.000 dada la alta incidencia de casos que tiene. Por si fuera poco, los retrasos de ocho y más días en la entrega de los resultados de las pruebas parecen frecuentes. Está claro que Madrid debería duplicar su capacidad de toma de muestras y de procesamiento en los laboratorios para entregar la mayoría de los resultados en 24 horas.
Por último, y no lo menos importante, la Comunidad de Madrid debería disponer de un procedimiento efectivo de aislamiento de los positivos y sus contactos de riesgo que tuviera en cuenta las circunstancias habitacionales y sociales de los afectados, algo de lo que en la actualidad parece carecer en gran medida y que, dados los problemas sociales de distritos más afectados, es un requisito imprescindible para el éxito de cualquier estrategia.
Muchas de estas carencias son conocidas y han sido planteadas públicamente de forma reiterada. Por ejemplo, en un escrito dirigido la semana pasada a la presidencia de la Comunidad por unos mil profesionales del sistema de salud madrileño que aportaba, además, un decálogo de soluciones a un coste perfectamente asumible. Lo que a estas horas resulta evidente es que si la Comunidad de Madrid sigue por la misma senda la situación seguirá empeorando.
En ese sentido, las medidas tomadas por las autoridades de la Comunidad de Madrid el viernes 4 de septiembre y que entraron en vigor este lunes 8 de septiembre, son correctas, pero a todas luces insuficientes y deberían haberse adoptado hace tiempo. De hecho, son menos ambiciosas que las tomadas por otras Comunidades con situaciones epidemiológicas menos desfavorables. También son más tardías, pues otras Comunidades las tomaron hace semanas. Y además son indiscriminadas pues no tienen en cuenta la situación epidemiológica tan distinta que se da al interior de la propia Comunidad, por ejemplo, entre los municipios de la Sierra y los del cinturón metropolitano. Hay que ser claros: llegados a este punto no basta con medidas paliativas: hay que afrontar seriamente la situación y actuar de manera coherente con la preocupante evolución epidemiológica.
En pocas palabras, la gestión de la pandemia en Madrid debe basarse en un enfoque comunitario capaz de interrumpir la cadena de transmisión. Esto implica reducir la interacción entre personas de manera más drástica, pero, sobre todo, ir a buscar a las personas asintomáticas positivas que hoy pasan desapercibidas en las zonas de mayor transmisión. Es decir, hay que hacer cribados perimetrales en las zonas de alta incidencia, no solo a los contactos de los casos detectados sino a toda la población del barrio, la zona o el pueblo afectado. Y hay que aislar de manera apropiada a todas las personas asintomáticas positivas que se identifiquen articulando recursos de apoyo (hoteles y similares) para situaciones con dificultad habitacional. Además, en algunos casos habrá que recurrir al confinamiento perimetral de las zonas más afectadas si se quiere evitar el incurrir en unos pocos días en confinamientos más amplios.
Si Madrid se situara ahora en la Fase I de la desescalada durante dos semanas, probablemente lograría controlar la transmisión de manera efectiva y se ahorraría un confinamiento total que, si las cosas siguen como van, verosímilmente habrá de ser adoptado en la segunda quincena de septiembre. Consideramos que va a ser imprescindible optar por la declaración de estado de alarma limitado geográficamente y bien precisado en la intensidad de sus medidas, si se quiere frenar con eficacia la actual evolución con transmisión comunitaria sostenida y descontrolada en algunos ámbitos territoriales.
Para darse una idea de la magnitud de la tarea baste con decir que, si se hiciera una PCR a todos los habitantes de Madrid y se mantuviese una positividad del 5% en las PCR realizadas, ello daría una cifra de unos 250.000 asintomáticos positivos que estarían hoy circulando por sus calles y plazas con capacidad para transmitir la enfermedad. Por tanto, pensar que se puede frenar la transmisión con 100.000 PCR realizadas en una semana es una clara subestimación de lo que se necesita. En realidad, habría que hacer entre el doble y el triple y, además, muy bien focalizadas en zonas calientes con alta densidad de casos. Y, sobre todo, implementando sistemas eficaces y aceptables de aislamiento de los positivos y contactos. Pues ¿de qué sirve detectar sin aislar?
En resumen, el eje de la respuesta a la pandemia en Madrid no pasa en estos momentos por hacer hospitales de campaña, comprar respiradores o centrarse en la capacidad hospitalaria y la ocupación de camas y de UCI. Pasa por doblar la capacidad de actuación asistencial de la atención primaria y por cuadruplicar la capacidad de vigilancia epidemiológica y rastreo, incluida la capacidad de hacer PCR. Y por aumentar la oferta de alternativas viables para el aislamiento de quienes deban permanecer en cuarentena.
Pasa por desarrollar una estrategia que asegure la menor movilidad posible de la población: apostar por el teletrabajo en todos los espacios posibles, asegurar que el transporte público (metro, autobuses, cercanías) se organice para evitar aglomeraciones, retrasar el inicio del curso escolar en los barrios con una alta incidencia acumulada para evitar un probable efecto multiplicador en el número de nuevos casos y otras medidas que afectan a la movilidad e interpelan a la sociedad y a las administraciones regionales de Madrid, Castilla-La Mancha y Castilla y León, junto al Gobierno de España.
No podemos andarnos con paños calientes ni. gastar la pólvora en salvas, tal como acaba de hacerse con las pruebas serológicas a los profesores de la Comunidad, en un ejercicio de fiabilidad muy baja que, además, no servirá para lo que se pretende. Mejor hubiera sido invertir esos recursos en disponer de un sistema de realización de PCR fiable y rápido, capaz de garantizar que ante un caso sospechoso en un colegio el resultado estuviera disponible en 12 horas o menos.
Somos conscientes de que medidas similares hacen falta también en otras Comunidades Autónomas y así lo hemos manifestado en otras tribunas. Y también de que la aplicación de las medidas señaladas no es fácil en una Comunidad de las características demográficas, sociales y económicas de Madrid.
Nuestro planteamiento al hacer las consideraciones citadas en esta tribuna se basa en la importancia que esta Comunidad tiene como punto neurálgico para la co-gobernanza de la pandemia en España. El objetivo de todas las administraciones debería ser inequívoco: que Madrid recobre la seguridad sanitaria que ha perdido. Sin negacionismos inútiles ni confrontaciones interesadas. Para ello hay que situar las actuaciones sanitarias que precisa la Comunidad sobre bases realistas y objetivas de epidemiología y de salud pública, y emprender medidas factibles que permitan alcanzar resultados con prontitud. Las que proponemos cumplen esos requisitos.
No se debe ceder a la tentación de la confrontación política ni dejar que el negacionismo autodestructivo nos lleve a una gestión fallida. Hay que substanciar los hechos y analizar con objetividad lo que pasa, lo que se ha hecho y lo que no se ha hecho, a fin de poder poner en marcha, de inmediato, un plan de choque que detenga el avance incontrolado de la transmisión del virus, centrado en acciones efectivas y no en golpes mediáticos.
De lo contrario Madrid se verá obligada a tener que adoptar un confinamiento total y una supresión de la movilidad en la Comunidad Autónoma entera.
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