“Dos veces en los últimos veinte años hemos llegado a tener un paro del 25%”. Esta frase, o parecida, la pronunció un dirigente político 'emergente' en un programa de televisión en octubre de 2015.
Viene al caso porque es frecuente que se hable del paro elevado en España como si fuera un fenómeno raro. Pero la dificultad de dar empleo a la población en edad de trabajar viene de lejos, y la emigración española es un elocuente testigo histórico: se suceden emigraciones masivas con emigraciones puntuales en busca de trabajos ocasionales, con exilios políticos y con algún momento excepcional en el que desaparece o cambia de signo.
Un repaso rápido confirma lo anterior:
La emigración de la colonización de América
Es difícil precisar cuántos españoles emigraron a las colonias americanas, por la falta de estadísticas fiables y el alto nivel de la emigración ilegal. Se ha estimado que a lo largo del siglo XVI emigraron más de 200 mil españoles (la población rondaba entonces los 5-6 millones de habitantes); en todo el siglo XVII unas cien mil personas (con una población de 7-8 millones de habitantes); y en el siglo XVIII la cifra estimada alcanza a los ciento veinte mil españoles (la población rondaba los 9-10 millones de habitantes). Es probable que la cifra haya sido siempre algo mayor, teniendo en cuenta los movimientos no controlados.
En estos siglos hay que añadir las expulsiones de población por motivos religiosos: en el momento de su expulsión, en 1492, los judíos llegaban a unos 150 mil, tras las persecuciones y matanzas de los siglos precedentes; y la población morisca estaba formada por algo más de 300 mil personas, en un país de unos 8,5 millones de habitantes (cerca de un 4% de la población), en la época de su expulsión, decretada y ejecutada entre 1609 y 1613.
Consideradas globalmente, estas cifras vendrían a significar la salida ininterrumpida, durante los siglos XVI, XVII y XVIII, de una población en edad de trabajar que representaba un porcentaje significativo para la España de la época.
La emigración de la pobreza secular
La independencia de los países americanos a comienzos del siglo XIX hace que la emigración se centre en Cuba y Puerto Rico, que continúan siendo colonias a fines de siglo, pero no desaparece en Argentina: dos millones y medio de españoles emigran hacia este país entre 1857 y 1935.
En fecha tan temprana como 1830, poco después de la independencia americana, se inicia el movimiento anual de temporeros para trabajar en la agricultura francesa.
La emigración hacia el norte de África surge en 1839, cuando comienza la colonización francesa de Argelia: el máximo se alcanza hacia 1930, cuando había unos 300 mil españoles asentados en ese país.
“Entre 1900 y 1930 emigraron algo más de tres millones de españoles (3.253.448) según las cifras oficiales (la población era de algo menos de 19 millones de habitantes en 1900; casi 24 millones en 1930), aunque investigaciones recientes calculan que alcanzarían casi los cuatro millones y medio (4.360.387). La diferencia entre ambas cifras puede achacarse a la emigración clandestina, estimada entre un 20 y un 30% adicional” (estas cifras y las que siguen proceden del trabajo “EMIGRANTES-INMIGRANTES / Movimientos migratorios en la España del siglo XX”, de Josefa Otero Ochaíta, 2003-2004). En suma, la cifra de emigrantes de esta época representaba en torno al 20% de la población.
Durante la Primera Guerra Mundial aumentó la emigración hacia los países beligerantes, que necesitaban suplir a los hombres movilizados, lo que explica que, al trasladarse por tierra, estos emigrantes no figuraran en las cifras oficiales españolas.
En la década de los cincuenta, Venezuela se convierte en el primer destinatario de la emigración española, a raíz del boom petrolero, de manera que más de un millón y medio de españoles se desplazan allí.
A todo lo largo de este período se entrecruzan las causas demográficas (menor mortalidad y mayor natalidad), políticas (escapar del servicio militar obligatorio) y económicas (expulsión de la agricultura sin capacidad de absorción en la economía urbana).
La emigración del exilio
Desde 1814, con la salida de los afrancesados y luego los liberales, comenzó el fenómeno del exilio político de grupos más o menos amplios de españoles.
El último caso de emigración política significativa en España se produjo durante la guerra civil (1936-1939) y, de una forma masiva, al final de la misma: la dictadura forzó el exilio de más de quinientas mil personas. Se exiliaron muchos científicos, escritores, sanitarios, educadores, filósofos, artesanos... ocasionando un enorme déficit de conocimiento y un importante retraso consiguiente en lo económico, científico y cultural.
La emigración de las miserias de la dictadura
Tras la 2ª Guerra Mundial, los países más desarrollados necesitaban mano de obra, tanto por sus pérdidas humanas como por la disminución de la natalidad. Para los países de tradición emigrante esto representó una oportunidad: la de expulsar población joven y como consecuencia mejorar sus cifras de empleo, y también su balanza de pagos a través de las remesas de los emigrantes.
Al final de la década de los cincuenta, en España la industria no era capaz de absorber la mano de obra procedente del crecimiento de la población activa y de las oleadas de campesinos expulsados por la transformación del sector agrario. Según las cifras oficiales del Instituto Español de Emigración, entre 1959 (el año del Plan de estabilización y de la apertura de fronteras) y 1973 emigraron a Europa más de un millón de personas, sobre un total estimado cercano a 1,5 millones que salieron de España en esos quince años.
Las dimensiones alcanzadas por esta emigración se reflejan en el porcentaje que llegaron a representar los españoles en la población activa de algunos de los países de destino: casi el 4% en Suiza, el 3% en Francia, el 1,5% en Bélgica, el 1% en Alemania,...
A partir de 1973 el balance cambia de signo, con más retornos que salidas, porque la crisis económica provoca el desempleo de más de cuatro millones de trabajadores de la Comunidad Económica Europea (la CEE tenía a la sazón nueve países miembros): restringen la entrada de inmigrantes, en particular los procedentes de países terceros, como España. Entre 1973 y 1977 se produce el retorno de numerosos emigrantes españoles.
Este proceso es acompañado por el crecimiento de la economía española: el PIB se multiplica por dieciséis, entre 1970 y 2001, lo que en la parte final de este período explica la afluencia masiva de inmigrantes, por primera vez en la historia moderna: entre 1996 y 2005 el número de extranjeros empadronados en España pasa de 540 mil a casi 3,9 millones. Aunque pueda parecer paradójico, la tasa de paro no baja regularmente del 10% en plena burbuja y las tasas más frecuentes entre 1986 y 2000 se mueven habitualmente en un intervalo del 15 al 18%.
La emigración de la 'crisis'
La 'crisis' desatada en 2007-2008 provoca otra vez un cambio de signo en los movimientos migratorios, fenómeno que convive con tasas de paro que rondan el 25%.
Un artículo de CTXT, escrito por Carlos Larroy, ilustra la emigración española reciente: según los datos de la oficina estadística británica, desde 2008 y hasta junio pasado se produjeron 224.279 altas de españoles en su Seguridad Social.
Según el INE, hay 1.875.000 españoles residiendo en el extranjero, de los cuales aproximadamente un tercio son personas nacidas en España (unos 600 mil). Por su parte, el saldo migratorio negativo para España ha sido de 215.531 personas en 2013.
No se sabe cuánto de permanentes tienen estos movimientos, pero lo cierto es que se va imponiendo un modus vivendi de inestabilidad como consecuencia de las debilidades de la economía española. Y otra vez la emigración se constituye en la única válvula de escape.
Conclusiones inevitables
Únicamente una enorme burbuja como la de los primeros años del siglo XXI ha sido capaz de reducir el desempleo en España y, sobre todo, de revertir la tendencia migratoria, convirtiendo emigración en inmigración; fenómeno excepcional en una economía como la española, incapaz de absorber la población en edad de trabajar. A destacar la brevedad histórica del cambio de signo: unos 10-15 años, entre mediados de los noventa y 2008-2010.
Se puede decir que la expulsión de personas en edad de trabajar responde a las deficiencias estructurales de la economía española, salpicadas por avatares políticos de distintos signos. Es fundamental saber esto antes de elaborar estrategias de empleo y proponer medidas concretas para favorecerlo: sin entrar a considerar la posibilidad de nuevos episodios de expulsiones por motivos políticos o religiosos, toda formulación al respecto tiene que partir de la necesidad de transformar estructuralmente el modelo económico, dotándolo de un potencial de oferta de puestos de trabajo que hoy no tiene y que no ha tenido desde el siglo XVI.