Gracias por un 8 de marzo en el que habéis demostrado que, si vosotras paráis, se para el mundo… y gracias por hacer girar el mundo todos los demás días del año.
Gracias por la belleza y la emoción que vivimos este jueves. Gracias por pintarnos a muchos y a muchas la sonrisa en la cara.
Gracias por haber llenado de fuerza y de dignidad las calles y las plazas de España como no se recordaba desde el 15M. Porque ningún derecho se ha conseguido en la historia sin lucha y sin movilización.
Gracias por no dejarlo en una manifestación y, además de manifestaros, hacer huelga. Gracias por poner en evidencia a la CEOE y a sus sirvientes en los parlamentos.
Gracias por unir a las más jóvenes y a las que llevan toda la vida peleando en una reivindicación que atraviesa la historia.
Gracias por gritar a los cuatro vientos que ya estáis hartas.
Hartas de cobrar menos que nosotros, de que vuestras pensiones sean más bajas y vuestros contratos más precarios.
Hartas de que las bajas para cuidar de la familia sólo las cojáis vosotras y de que os pregunten en las entrevistas de trabajo si tenéis pensado tener hijos… y a nosotros no.
Hartas del techo de cristal… que es más bien de hormigón armado.
Hartas de que se asuma socialmente que las tareas de cuidados os tocan a vosotras… y de hacerlo gratis, sin derechos y sin que compute en el PIB. Como si esto, que es lo que garantiza la continuidad de la vida, no tuviese ningún valor.
Hartas del paternalismo y de los 'señoros' con corbata que hablan en los medios de comunicación de vuestro aspecto físico, de vuestras parejas y de lo exageradas que sois según su 'señoro' punto de vista.
Hartas, muy hartas, de tener miedo de volver a casa solas por la noche. Hartas de las violencias machistas y de que aún haya quien no entienda que son en plural y están en todas partes. Que son físicas pero también verbales, sociales, culturales y laborales. Que se producen en el seno de una relación de pareja pero también fuera de ella: en el colegio, en el centro de trabajo, en el bar o en los sanfermines.
Gracias por decir que estáis hartas de poner casi cien asesinadas por año y de que esto no suponga ni alarma social, ni prioridad de estado, ni presupuesto, ni nada.
Que estáis hartas de sospechar que, si los muertos los pusiera otro colectivo, a lo mejor el Congreso ya habría decretado el estado de excepción.
Gracias por la valentía y la inteligencia de ir mucho más allá de las consignas y los lazos morados. Gracias por desenmascarar a los hipócritas poniendo en el centro del debate la desigualdad material y de poder entre hombres y mujeres. Gracias por señalar que, pues sois la mitad del planeta, la mitad del planeta es vuestro. Eso es lo que realmente les jode.
Gracias, en definitiva, por estar hartas de lo que hay que estar hartas y gracias por decirlo con millones de voces de mujer.
Gracias por hacerlo, además, dando una lección de civismo. La revolución de las mujeres es contundente y es urgente, pero también está llena de alegría y de amor.
Gracias por regalarnos el espectacular “cambio de opinión” de ciertos partidos políticos y ciertos opinadores y opinadoras.
Como en el 15M, han sido muchos los que han intentado boicotear la movilización mediante su desprestigio o mediante la negación de su transversalidad. Que si no voy porque no soy anticapitalista, que si no voy porque no soy comunista, que si la convocatoria es demasiado ideológica, que si tiene “tufillo”, que si es contra los hombres, que si, que si, que si… y, al final, unanimidad en las portadas, los que criticaron reculan, las que no iban a hacer huelga la hacen y los que se pasaron un mes disparando se ponen el lazo morado, bajan a hacerse fotos rodeados de malvadas comunistas y te cuentan que siempre han apoyado la huelga.
El fenómeno se llama hegemonía y hay que daros las gracias por ello, ya que anuncia el principio de la victoria.
Gracias por generar un tsunami de opinión que, o lo surfeas, o se te lleva por delante.
Gracias por la emoción y la alegría de redescubrir que la gente decente es mayoría, que las personas que queremos una sociedad más justa somos más.
Gracias por ese vértigo de intuir que, si nos lo creemos de verdad, podemos cambiar las cosas mañana.
Gracias por la esperanza de que pueda ser cierto que ellos tienen el dinero y los amigos poderosos, pero nosotros y nosotras tenemos la apabullante superioridad numérica.
Gracias por ese “sí se puede” que nos anida en el pecho cuando nos sabemos millones queriendo lo mismo.
Por todo esto y por tantísimo más, mil veces gracias.