La OTAN se reúne estos días en Madrid dispuesta a acordar la mayor revisión de su política de defensa y disuasión desde el fin de la Guerra Fría, algo que incluye el refuerzo de los efectivos de alerta, el incremento de las fuerzas desplegadas en la frontera oriental de la UE y el incremento del gasto en defensa de sus Estados Miembros. Además, se hablará en Madrid de la ampliación de la OTAN, en esta ocasión a Finlandia y Suecia, para lo que Turquía acaba de levanta su veto; también el flanco sur estará presente en la forma de terrorismo y migraciones, sí, todo junto. Pero, sobre todo, se discutirá de cómo organizar a ese occidente del norte global en un contexto geopolítico de cambio y en el que se está regresando a una nueva política de bloques. Antes de que esta reunión tuviera la trascendencia que hoy se le da, es decir, hasta el 23 de febrero, el foco estaba puesto en reforzar las cuestiones vinculadas con la seguridad humana, algo que, por supuesto, ha pasado a segundo plano, con todo lo que ello conlleva. La guerra en Ucrania ha puesto también a la OTAN frente al espejo, su enfoque de seguridad 360 grados, hacer frente a cualquier amenaza desde cualquier lugar y en cualquier momento parece obvio que no ha funcionado. Sin embargo, como cualquier superviviente que se precie, y la organización atlántica lo es, el ataque ruso a Ucrania ha servido para reabrir una caja de Pandora que había congelada tras el Telón de Acero y que trae ecos de otra época, la carrera armamentística o la amenaza nuclear son solo dos ejemplos.
Tras la invasión de Ucrania, Rusia ha pasado de colaborador necesario en la lucha contra el terrorismo a enemigo mortal del orden internacional liberal. Esta situación ha favorecido que, desde Washington, esto sea visto como una gran ventana de oportunidad que le permite alcanzar varios objetivos estratégicos sin encontrar apenas resistencia. De este modo, EEUU aparece como el gran guardián de occidente, el gran proveedor de energía, armamento y tecnología del que la UE se hará aún más dependiente y subordinado. Además, consigue reforzar sin fisuras el eje transatlántico, algo que no hubiera sido posible sin la inestimable colaboración de Putin. Ahora se hace más complicado apostar por opciones estratégicas que se articulen de manera autónoma a los dictados norteamericanos, y esto incluye a los intereses propios, que eventualmente, pudiera tener, por ejemplo, la UE.
A todas luces, y no hay más que ver el modo en que ha sido recibido el presidente Biden a pie de avión por Felipe VI, Bruselas no va a ser capaz de poner encima de la mesa objetivos propios, sino que, al contrario, en Madrid lo que se está escenificando es una rendición de vasallaje absoluto a los designios del hegemón. Así, lejos de articular propuestas que sitúen a Bruselas con voz propia, lo que veremos tiene más que ver con la inauguración de una nueva época en la que Washington va a apostar fuerte por el desacople de China y Rusia, en términos políticos y económicos, poniendo así fin a la época de la globalización feliz y cerrando potenciales colaboraciones en temas como el cambio climático. Además, la llegada de la OTAN al Indo-Pacífico azuzará la desconfianza de China que cada vez ve cómo se incrementa la presencia norteamericana en la región. Así, también en Madrid, se consolidará lo que ya quedó apuntado en la Cumbre de Bruselas donde se apuntó como grandes rivales sistémicos a China y Rusia. Entonces Washington se limitó a constatar un deseo, ahora, contará con el apoyo del resto de los aliados para lograr su objetivo, unos aliados, al menos los europeos, que no tienen la capacidad suficiente para oponerse a EEUU, ni en términos económicos, ni en términos políticos, ni, por supuesto, en términos militares. Y en este contexto tan cambiante como complejo, de nuevo aparecen sesgos coloniales que se quieren imponer también a los países del Sur Global, a los que se quiere obligar a elegir bando, países que leen la situación mundial con unas gafas diferentes a las que proponen la OTAN y sus aliados.
Y, por fin, para dar un marco discursivo sólido a toda esta propuesta se apelará al tan manido, como falaz argumento, de democracias contra autocracias. A buen seguro nadie replicará que la Relaciones Internacionales no se rigen sobre cuestiones de tipo moral, sino que estos discursos moralistas solo sirven para justificar la defensa de intereses geopolíticos y geoeconómicos. Y todo ello, pese a que la cruda realidad siempre pone frente al espejo las contradicciones propias y ajenas. No hay más que echar un vistazo a la ética y moral que se ha aplicado en la frontera de Melilla a pocos días del comienzo de la histórica Cumbre de la OTAN en Madrid.