Hoy es un día especial para todos los que amamos el mar: con el Día Mundial de los Océanos, las Naciones Unidas dirigen la atención pública una vez al año a nuestros océanos, que son la base fundamental de la vida en este planeta. Éstos generan la mayor parte del oxígeno que respiramos, absorben una gran cantidad de las emisiones de CO2, regulan el clima, son fuente de alimentos y también la base de actividades económicas como la pesca, el transporte marítimo o el turismo.
Desde OceanCare se quiere contribuir a la conmemoración de este día tan significado con un llamamiento a una mayor concienciación sobre la necesidad de proteger nuestros ecosistemas marinos de las diferentes y graves amenazas que ponen en riesgo su viabilidad y, en particular, sobre el problema de la contaminación acústica submarina, o ruido submarino. Pese a su creciente gravedad, éste es un problema todavía muy desconocido para mucha gente, que cree que los mares y océanos son un “mundo del silencio”.
Lamentablemente, el mundo submarino se está transformando cada vez más en una cacofonía de ruido industrial procedente de actividades como los sondeos acústicos para la búsqueda de yacimientos de petróleo y gas en el subsuelo marino, el sonar naval utilizado en maniobras militares y el transporte marítimo.
En efecto, desde mediados del siglo pasado, el nivel de ruido en el mar se ha duplicado cada década, debido a la creciente interferencia humana en el medio marino. Este hecho es causa de una gran preocupación en el mundo científico pues los ecosistemas marinos y la fauna a ellos asociada se ve cada vez más amenazada por ese caótico y creciente maremágnum de ruido de origen antropogénico.
Pensemos por un momento que los mares y océanos son un medio muy oscuro; incluso en los de agua más transparente la luz no penetra más allá de unas pocas decenas de metros. Sin embargo, en el agua, el sonido viaja cinco veces más rápido, y muchas veces más lejos, que en el aire. Ballenas, cachalotes, delfines, zifios, etc. han evolucionado para aprovechar este medio sonoro perfecto (y también otros animales marinos, como algunos peces e invertebrados) y han desarrollado un sofisticado sistema acústico que es extremadamente sensible al ruido submarino. Así como nosotros dependemos principalmente de la vista en nuestro iluminado medio terrestre para sobrevivir, ellos dependen del sonido en el oscuro medio marino para ubicarse, socializarse y reproducirse, detectar depredadores y buscar comida. La irrupción de altos niveles de contaminación acústica en su medio pone en riesgo la posibilidad de llevar a cabo con eficacia todas esas actividades básicas para su supervivencia.
Los efectos sobre los cetáceos asociados con el ruido submarino son la interferencia en la comunicación y la cohesión social, la interrupción de actividades vitales como la alimentación, la reproducción o la migración, el abandono de hábitats esenciales, cambios en los patrones de natación y buceo, dificultad para la detección de depredadores u otros peligros (presencia de embarcaciones o aparejos de pesca, etc.) y desorientación y varamientos masivos. Algunos de estos efectos fisiológicos y de comportamiento derivados del ruido también se han apreciado en las tortugas marinas, lo que puede comprometer la supervivencia de estos reptiles marinos.
Una de las causas más importantes de ruido submarino es el tráfico marítimo. No es de extrañar pues más del 90% del transporte mundial de mercancías se realiza en barco. Se estima que más de 60.000 embarcaciones comerciales -desde medianas a muy grandes- como petroleros, portacontenedores, cargueros, más cruceros y transbordadores están en el mar cada año. Éstos, en su navegación, tienden a producir sonido de baja frecuencia que se puede propagar a través de enormes distancias en todas las direcciones. Ello es debido principalmente al fenómeno de la cavitación producido por las hélices, es decir, la formación de pequeñas burbujas en el seno del agua, las cuales implosionan causando ondas de presión audibles. En las hélices, la cavitación, además de mucho ruido, puede causar daño en los componentes y una pérdida de rendimiento.
Desde el punto de vista del ruido submarino, el efecto que provoca la navegación marítima, considerada en su conjunto, es el equivalente a una especie de “niebla” acústica permanente y en constante aumento que enmascara los sonidos naturales y altera el comportamiento animal pues este ruido, por sus características, interfiere con las frecuencias utilizadas por diversos tipos de ballenas, delfines, focas, peces y otros animales marinos para el desarrollo de sus actividades vitales.
El diseño de mejores hélices, que generen menos cavitación, junto con el de motores más eficientes y más silenciosos, así como la reducción de la velocidad de los buques, son medidas, entre otras, que, además de reducir el consumo de combustible (y por tanto del coste de la travesía) y las correspondientes emisiones de gases contaminantes, disminuirían mucho el ruido submarino provocado por este sector.
La reducción de la velocidad de los barcos es, entre las diferentes medidas operacionales disponibles, la que puede contribuir de manera más eficiente en coste a reducir el impacto ambiental del transporte marítimo. De hecho, esta medida permite disminuir, de manera muy significativa y con efecto inmediato, las emisiones de CO2, los contaminantes atmosféricos como los SOx, los NOx y el carbono negro, así como el ruido submarino y el riesgo de colisiones con la fauna marina.
Según estudios recientes:
- Reducir la velocidad de las embarcaciones en un 20% disminuiría su consumo de combustible en más del 24%.
- También reduciría sus emisiones de CO2 en un 24-34% y sus emisiones de carbono negro en un 20% (este último es el segundo contaminante climático más importante producido por el transporte marítimo después del CO2; se produce por la combustión incompleta de los combustibles fósiles).
- Además, una reducción del 10% y del 20% en la velocidad en toda la flota daría como resultado reducciones de emisiones de NOx y SOx de alrededor del 13% y 24%, respectivamente.
- En lo que confiere a las colisiones con cetáceos, una reducción de velocidad del 10% puede reducir la probabilidad de una colisión con resultado mortal para las ballenas en un 50%; si la velocidad se disminuye en un 20%, esta probabilidad se reduce otro 22% adicional.
- Con respecto a la contaminación acústica submarina (ruido submarino), una reducción del 10% en la velocidad la disminuiría en aproximadamente un 40%, alcanzando hasta el 67% con una reducción del 20% en la velocidad.
En vista de sus ventajas indiscutibles, desde OceanCare se recomienda encarecidamente a la Organización Marítima Internacional que implemente una medida obligatoria de reducción de la velocidad de los barcos, en particular en los buques de carga.
La única parte positiva del problema de la contaminación acústica submarina es que cuando la fuente generadora de ruido desaparece, regresa el silencio. Así, si logramos eliminar las causas del ruido submarino, el mar volverá a ser el mundo del silencio que era hace más de 50 años.