Parte de guerra

Me piden que hable del pacto para la paz y aquí estoy, dando el parte de guerra. Rusia y Ucrania se han reunido de nuevo en Estambul a primeros de esta semana. En su segunda ronda de negociaciones del año en curso, la delegación ucraniana recibió el lunes a las puertas del Bósforo al representante ruso, Vladimir Medinski, poniendo sobre la mesa el ataque sincronizado a cinco bases aéreas a lo largo y ancho de la Rusia profunda. El Kremlin mantuvo la compostura, como mirando hacia otro lado, y acordando un nuevo intercambio de niños y de prisioneros, vivos o muertos. Atrás quedaron las reivindicaciones de ambas partes: tregua, territorio, OTAN. No-pasa-nada.
Primer parte de guerra, lunes 2 de junio: Olenya, Diavinovo, Dyagilevo, Belaya y Ukrainka, por este orden y de Este a Oeste, son las bases donde esperaban a entrar en combate los Tupolev y los Antonov. Aconsejo coger el mapa y recordar que Rusia es el país más grande del mundo. La aviación estratégica rusa fue destruída en un ataque masivo de drones en no se sabe qué porcentaje, pero mucho dada la cifra dada por el servicio de inteligencia ucraniano (SBU), un 40% de las capacidades aéreas rusas. ¿Seguro? Rusia sólo reconoce dos ataques. Las fotos y vídeos facilitados también por el SBU parecían estar generados por Inteligencia Artificial. Las imágenes ofrecían aviones bombarderos crucero aparcados en las pistas con tres y cuatro reactores e incluso con dos cabinas, una delante y otras detrás, de ida y vuelta. Personas andando entre los aparatos con un número indeterminado de brazos y piernas… Estados Unidos se aprestó a decir: “A mí que me registren”. Mientras, el primer ministro Keir Starmer casi llamaba a filas a los ciudadanos británicos.
Segundo parte de guerra, martes 3 de junio: Ucrania golpeaba de nuevo por sorpresa al invasor explosionando el puente de Crimea, que une la península con Rusia, en el momento en que circulaban varios trenes de pasajeros por el ferrocarril que lo recorre. Un mínimo de siete bajas mortales y un número indeterminado con decenas de heridos, todos civiles, según reconocen entre sus bajas desde Moscú. La respuesta de Rusia siguió siendo la contención, mientras todo Occidente miraba hacia el Kremlin temiendo el momento en que se despertará la fiera. Pero parece que el oso sigue hibernando, pese a lo avanzado de la primavera.
Tercer parte de guerra, 4 de junio: Al cierre de esta informacion, drones y cazas rusos siguen atacando territorio ucraniano en un avance sin prisa pero sin pausa, desde el Donbas hacia el Oeste, sin desviarse de su objetivo. En el sur, Jarkov y Odesa, zonas industriales y áreas estratégicas ucranianas han sido objeto de continuados ataques rusos. En el norte, Rusia avanza sobre Sumy, golpeada repetidamente. Los aliados occidentales contienen la respiración esperando una respuesta cuyo adjetivo no quieren pronunciar: ¿Nuclear? ¿Quieren otro Oreshnik? Hace seis meses, Rusia ya mostró su capacidad bélica con un nuevo tipo de misil, que cayó sobre la ciudad ucraniana de Dnipró. El Oreshnik es un misil balístico de alcance intermedio con capacidad hipersónica y que puede transportar ojivas convencionales o nucleares. ¿Y qué hace Trump? El presidente estadounidense ha vuelvo a llamar a su amigo Vladimir Putin. Teléfono rojo, sin volar a Moscú. “Me ha dicho que ya verán qué hacen”.
¿Y qué hace la Unión Europea? Por lo pronto, la Comisión propone prorrogar la protección temporal de los refugiados ucranianos por un año más, hasta el 4 de marzo de 2027. Hasta ahí llegan nuestras esperanzas para la paz. Mientras, sigue a lo suyo, con sus Consejos, aunque un poco a la desesperada e intentando aunar fuerzas con un acuerdo de seguridad y defensa post-Brexit con el Reino Unido. Parece querer obviar que tiene miles de kilómetros de frontera con Rusia y otras tantas con Ucrania. Es más, también parece pasar por alto las últimas debacles electorales en países del Este como Polonia y Rumanía –esta última, abortada–, donde la mayoría de sus ciudadanos prefiere a candidatos euroescépticos, si no declaradamente pro-rusos o “extremistas” –entiéndase lo que se quiera–. Que se lo pregunten a los Países Bajos. El ultraderechista Geert Wilders acaba de abandonar a sus socios en el Gobierno provocando la dimisión del primer ministro.
¿Y qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS? Esto cantaba yo en los años 80. Búsquenlo los lectores más jóvenes, es del grupo –¿pop, rock, punk?– Polansky y el Ardor. Nunca pensé que lo volvería a escuchar. O a leer en las crónicas de esta guerra sin declaración ni nombre, hasta ahora. Sólo hace unas semanas que el Kremlin se atrevió a llamar “guerra” a la invasión de Ucrania, a la que han venido llamando hasta ahora “Operación Especial”. ¿Un gran paso para la humanidad? Si queda algo de ella.
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