A través de diversas crónicas periodísticas hemos podido conocer que en la última reunión de la dirección del PP, Pablo Casado pronunció no menos de 40 veces la palabra “centro” o “centrista”. Todo ello mientras aún recordamos con sorpresa, y con interés, el debate de la moción de censura presentada por Vox, en el que Casado le espetó a Santiago Abascal, presidente de Vox, que no querían ser como ellos y lanzó la famosa frase “hasta aquí hemos llegado”. Es sin duda la enésima manifestación de giro al “centro reformista” del PP, que para ser creíble tiene mucho lastre que soltar.
Ya no se trata de la foto de la Plaza de Colón, ni del apoyo que necesitan de Vox los gobiernos regionales o municipales de PP-C’s, contradiciendo la posición de los principales partidos populares europeos, sino de las decisiones del Ayuntamiento de Madrid asumiendo las propuestas de interpretación de la historia reciente que hace Vox. Esto es, la vuelta al franquismo ideológico.
A finales de septiembre el Pleno del Ayuntamiento de Madrid aprobó una moción de Vox para retirar del callejero el bulevar dedicado a Indalecio Prieto y la calle que homenajea a Francisco Largo Caballero. La moción de Vox también incluía la retirada de la placa conmemorativa del nacimiento de Largo Caballero, situada hasta hace pocos días en la Junta Municipal del Distrito de Chamberí. Todo ello se hizo con los votos del PP y de Ciudadanos, en un debate en el que se lanzaron contra los antiguos dirigentes socialistas y ugetistas insultos de una enorme gravedad, entre ellos los de “sanguinarios”, “totalitarios”, “criminales” y “antidemócratas”.
Con inusitada rapidez el equipo de Gobierno comenzó a ejecutar la infamia acordada por el Pleno, y lo hizo retirando la placa dedicada a Largo Caballero en la Junta de Distrito de la Plaza de Chamberí, en el edificio donde nació. La retirada de la placa se realizó sin expediente administrativo e ilegalmente y además destrozándola, quizás para que no quepa reponerla por un futuro Ayuntamiento de izquierdas o simplemente progresista.
La decisión del Pleno y su primera ejecución con la retirada de la placa de Largo Caballero muestra hasta qué punto la extrema derecha está incidiendo no sólo en la utilización de un lenguaje político cuya dureza hacía tiempo que no se recordaba, sino en la generalización y aceptación por las otras derechas del pensamiento del franquismo; de su interpretación del golpe militar de 1936 y de la Guerra Civil; así como de la propia historia de la Dictadura de Franco. Y el PP lo ha asumido y ejecutado contradiciendo su propio pasado.
En efecto, la placa de recuerdo y conmemoración de Largo Caballero fue colocada en la Plaza de Chamberí en marzo de1981 a iniciativa de un concejal de la extinta UCD, Carlos Alonso de Velasco, siendo aprobada por unanimidad. Y el Bulevar a nombre de Indalecio Prieto, también aprobado por unanimidad, fue propuesto en 1995 por el propio alcalde del PP, José María Álvarez del Manzano, nada sospechoso de izquierdista radical, sino más bien una persona conservadora. Álvarez del Manzano manifestaba recientemente encontrarse “sorprendido”, “perplejo y sin saber cómo reaccionar”, ante la decisión de sus correligionarios de revocar aquella propuesta suya, hecha con una finalidad de “concordia y entendimiento”.
La calle en recuerdo de Largo Caballero fue aprobada por Enrique Tierno Galván, “el viejo profesor”, en reconocimiento a la personalidad de quien fue líder ugetista y Presidente del Consejo de Ministros durante la II República. Recordemos que el traslado de los restos de Largo Caballero a Madrid, el 6 de abril de 1978, a donde fueron traídos desde París, fue acompañado por varios cientos de miles de madrileños (el diario Pueblo, residuo del franquismo, habló de más de quinientos mil), que le reconocieron no sólo respeto, sino sobre todo el legado de un defensor de los trabajadores y un republicano y demócrata ejemplar.
¿Qué ha cambiado para que el actual PP y Ciudadanos, autodenominados “liberales”, hayan apoyado la moción de Vox de retirada de la placa y de nombres de las calles de estos dos dirigentes socialistas y ugetistas?
Gentes ultras, integristas, antidemócratas, partidarios de un nacionalismo españolista ultramontano, las ha habido en España al menos desde inicios del siglo XIX. En muchos momentos en número muy importante, y más en la ciudad de Madrid. Son los que en el siglo XX apoyaron la dictadura de Primo de Rivera, posteriormente el golpe militar de julio de 1936 y finalmente cimentaron la dictadura de Franco hasta la muerte del dictador. Pero en los últimos 40 años estaban ocultos en el PP, en algunos casos incluso avergonzados.
Pero ahora con Vox han salido de la “clandestinidad”, aglutinando políticamente a esa ultraderecha antidemocrática y volviendo a retomar el discurso ideológico del franquismo, justificador del golpe militar y de la Guerra Civil.
Las otras derechas, las que durante estas décadas han representado un conservadurismo más o menos moderado y a veces liberal, que aceptaba la democracia y que parecía buscar la reconciliación entre los españoles, de repente se han visto interpeladas por Vox y la ideología franquista. Han pactado con ellos en muchos lugares para poder gobernar y han hecho suya esa ideología, asumiendo de nuevo una interpretación legitimadora del golpe militar y rechazando el gobierno democrático de la República.
Lo grave no es que lo hagan para conseguir sus votos y seguir gobernando en la ciudad de Madrid y en otros muchos lugares mientras en Europa a los herederos de los diversos fascismos se les aísla. Lo verdaderamente grave, en mi opinión, es lo fácilmente que han aceptado y hecho suya la versión de la historia que durante 40 años transmitió el franquismo y que parecía olvidada, porque revela lo endeble de la matriz democrática de estas derechas actuales, incluidas gentes de C’s, al menos las colocadas en el Ayuntamiento de Madrid. Para ellos mantenerse en el poder pasa por tirar al traste todo el esfuerzo de “concordia y entendimiento” desde la época de Adolfo Suárez hasta tiempos más recientes, expulsando del foro público a los líderes de la izquierda y volviendo a justificar el golpe militar. La moción de Vox es expresión del fanatismo antidemocrático que se viene implantando en el Gobierno del Ayuntamiento de Madrid.
¿Cómo compatibilizarlo con el nuevo giro al centro? Imposible, más aún cuando el alcalde José Luis Martínez Almeida es a la vez portavoz nacional del PP. Cuando Almeida borra los nombres de Largo Caballero y de Prieto de las calles que les honran; cuando ordena retirar a martillazos la placa de recuerdo a Largo Caballero, allí donde nació, destrozándola de forma que no pueda volver a ser colocada por otro Ayuntamiento; cuando apoya a Vox en su interpretación de la historia legitimadora del franquismo, no sólo no está volviendo al centro, sino que se instala en la extrema derecha, rehén de quienes sí se consideran herederos del dictador y justificadores de su represión.
El sarcasmo llega al máximo cuando se intenta justificar tamaña infamia con el artículo 15 de la Ley de Memoria Histórica, aprobada bajo el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. El objetivo de esta Ley es retirar placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. Y es evidente que ni Francisco Largo Caballero ni Indalecio Prieto se sublevaron contra la República, ni apoyaron o exaltaron la sublevación militar, a la que se opusieron como miembros del Gobierno democrático y en su condición de líderes obreros de la UGT, ni exaltaron la Guerra Civil, sino que la sufrieron e intentaron evitar, ni exaltaron la represión de la Dictadura, que sufrieron, debiendo exilarse de su país y pasando Largo Caballero dos años prisionero en el campo nazi de Sachsenhausen, muriendo ambos en el exilio.
La reinvención de la historia que pretende la extrema derecha, y que apoyan PP y Ciudadanos, no podrá nunca borrar que Largo Caballero fue un gran líder obrero, 20 años secretario general de la UGT, y un gran demócrata; Ministro de Trabajo y Presidente del Consejo de Ministros durante la II República, que se enfrentó al golpe militar para defender la legalidad constitucional y que al final de sus días clamaba “¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!”; y que Prieto, como Ministro de Hacienda y de Obras Públicas prestó muy importantes beneficios para la ciudad de Madrid, siendo, en palabras de Santos Juliá, “un adelantado de la política de reconciliación”. En definitiva, no podrán olvidar la honradez y ejemplaridad de ambos dirigentes socialistas.