Piense el lector en su hogar, en eso que se llama economía familiar. Imagínese que va al mercado, o a cenar, o a ponerle gasolina al coche, y que, cuando va a pagar, su tarjeta de crédito no es aceptada. No tiene dinero, no le llega y se dirige a su banco para comprobar el saldo de su cuenta, pero en su banco no le muestran ni el saldo ni los movimientos, solo le dicen que se apriete el cinturón y que pida préstamos.
Algo así pasa con el dinero público. Los gobiernos nos presentan cuentas, presupuestos, muchos número, gráficos y colores, pero luego falta de aquí y de allí, y se cierra un hospital, se despiden profesores, hay menos metros, se congelan salarios y pensiones y se sube el IVA. ¿Dónde está la pasta? Yo ya no me creo las cuentas y, desde la caída Lehman Brothers, o la quiebra de Grecia, o de la Comunidad Valenciana, o la evasión de impuestos de Google, cualquiera que se crea las cuentas es idiota.
Yo quiero coger mi ordenador, conectarme a Internet y ver dónde tiene depositado el dinero la Administración Pública: ministerios, consejerías, agencias, empresas estatales, fundaciones... cualquier entidad que se financie con el dinero que pagamos en impuestos. Quiero poder ver saldos y movimientos, al igual que veo los de mi cuenta corriente. Quiero ver si hay dinero cuando me dicen que van a hacer un soterramiento de una autopista o a pedir unos Juego Olímpicos, o cuando cierran el polideportivo de mi barrio, quiero ver la pasta.
Pero ver la pasta es acabar con el chollo, con las fiestas, con las 'tarjetas black', con los gastos injustificados, con la malversación... Que veamos las cuentas es su peor pesadilla, de ellos, de los que las gestionan. Fíjense si les da miedo, que en Andalucía hasta han intentado bloquear la capacidad de los diputados de la oposición de presentar leyes en el Parlamento, bordeando la prevaricación, y hasta han puesto a trabajar a todos los servicios jurídicos y de documentación para intentar parar la proposición de Ley de Cuentas Abiertas. La Junta, el PSOE bien flanqueado por Ciudadanos, han remoloneado, poniendo todas las trabas administrativas que podían, hasta que el escándalo ya era evidente, hasta que han tenido que pasar la Ley al Pleno del Parlamento de Andalucía, y ahí nos jugamos mucho.
Este miércoles, el partido de Susana tirará de toda su artillería para justificar que no se vean las cuentas. Sería un desastre, en una Comunidad de las más pobres de España, descubrir que estamos quebrados, que todos los números que presentan son mentira y que tenemos que ser intervenidos por Madrid. De aprobarse esa Ley, quedaría en evidencia la desastrosa gestión de cortijo que se ha llevado a cabo en Andalucía. De haber tenido esa Ley, hubiera sido muy difícil que se produjese la estafa de los ERE, o de los cursos de formación, o hubiéramos sabido que la Junta tenía invertidos más de 100 millones en yenes, que perdió recientemente.
Se llenan la boca con la palabra transparencia, aprueban leyes, presumen de ellas, pero no nos dejan ver las cuentas. Y mientras, sigue la corrupción (casi un 5% del PIB), siguen los recortes, siguen las dietas y los salarios desmesurados de los altos cargos, y apriétese usted el cinturón, pero no pregunte dónde está el dinero que no se lo van a enseñar.
No me prometan transparencia, no me hablen de responsabilidad o de regeneración, enséñenme dónde está la pasta, de dónde viene y a dónde va, si no, que pague impuestos Rita la Cantaora, porque de su contabilidad no me creo un pimiento.