Sin duda este 2020 será el peor para los periódicos impresos. Año tras año, los diarios de papel han visto mermar sus ingresos por difusión y publicidad, eso no es una novedad pero si lo es que este año desciendan los anuncios de sus ediciones digitales por primera vez.
Basándome en los datos que los periódicos aportan mensualmente a la AMI (Asociación de Medios de Información), antes AEDE, se está vendiendo un 29% menos de copias en papel que el año pasado y un 45% menos que hace cinco años.
España, tradicionalmente, tenía un índice de compra de periódicos por cada mil habitantes por debajo de la CEE, pero hoy las ventas de los periódicos impresos se han convertido en un fenómeno residual. Somos el país que más rápidamente ha abandonado la lectura de periódicos en papel. En 2015 los españoles comprábamos diariamente 2.037.000 ejemplares mientras que el mes pasado solo se vendieron 1.123.000 y sigue el goteo descendente. Hace cinco años los diarios impresos facturaban un 45% más de publicidad y en diez años han perdido el 75% de lo que ingresaban por sus anuncios. Así que empezaron a apostar por sus ediciones digitales, que aunque cosechaban ingresos insuficientes para mantener una estructura industrial muy pesada, parecía que era la única salida a la crisis del papel.
Como suele decir el profesor Jeff Jarvis, se empezó a construir una casa digital al lado de una casa de papel que se quemaba con virulencia. El fuego podía arrasar con toda la empresa periodística. Los crecimientos en audiencia y publicidad digital eran constantes, aunque insuficientes para mantener los costes del papel. La mala noticia es que este 2020 retrocederán. Seguro que en este descenso tiene que ver la crisis económica como consecuencia de la pandemia de la COVID-19 y cuando se supere se puede volver a un crecimiento moderado en los ingresos digitales, pero los del papel no volverán jamás. No habrá un solo anunciante que quiera apostar por insertar su publicidad en un diario en papel que no compra ya casi nadie.
Las viejas empresas periodísticas están navegando con la tormenta perfecta: este año era el programado para empezar a cobrar a los lectores por unas ediciones digitales que venían siendo gratuitas y justo este año la publicidad on line se estancará y los suscriptores no compensarán el déficit de ingresos, pero además tendrán que seguir dotando de recursos a sus ediciones impresas que se están apagando y siguen consumiendo recursos rápida e inexorablemente.
Que el diario que más vendía hace cinco años en España difundiera 217.000 ejemplares y hoy solo lo compren 72.000 personas hace pensar si vale la pena seguir llevándolo diariamente al kiosco o concentrar todos los esfuerzos en el digital.
El periódico impreso se acaba, los editores se resisten a verlo y eso les puede costar que las llamas del incendio de la casa de papel se propaguen a la casa adosada digital con la que conviven.
El balance de los últimos cinco años no es nada positivo para los diarios; si suman los ingresos de la publicidad digital, en crecimiento hasta ahora, y los del papel, llevan un déficit de más de diez millones de euros, sin contar la tremenda caída de ventas de ejemplares.
Las pérdidas económicas en las que están inmersos los editores de la prensa de papel se intentan mitigar recortando periodistas de sus redacciones, aliándose con extraños intereses financieros y a veces vendiendo la información a algunos anunciantes. Al final lo acaban pagando los lectores que se acercan al kiosco, que cada vez son menos.