Quinto aniversario de la masacre rohinyá: urge poner el foco en la infancia

Jefe de la Misión de la ONG Educo en el campamento de Cox Bazar, en Bangladesh —

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Esta semana se cumplen cinco años del ataque del ejército de Myanmar contra la población rohinyá. Tras el estallido de la violencia y la posterior masacre, miles de familias huyeron a Bangladesh y se asentaron en el campamento de refugiados de Cox Bazar. Irónicamente, el campamento debe su nombre a una ciudad situada a menos de dos horas, un destino turístico famoso por sus playas y sus altos edificios. Una realidad muy diferente a la del campamento de Cox Bazar, el mayor campamento de refugiados del mundo, en el que miles de personas viven desde hace años en tiendas de campaña. Como jefe de la misión de la ONG Educo en Cox Bazar he conocido de primera mano las dificultades a las que se enfrentan los refugiados rohinyá y muy especialmente los niños, las niñas y los adolescentes. Estamos hablando de la mayor crisis humanitaria en Bangladesh. La pandemia de COVID-19 y varios incendios en los campamentos no han hecho más que causar más dolor a una de las comunidades más vulnerables del planeta. A principios de mes, miles de refugiados rohinyá del campamento perdieron sus refugios provisionales como consecuencia de las fuertes inundaciones que sacuden la región. Estas inundaciones monzónicas, y la destrucción y muerte causadas, agudizan el sufrimiento de estas familias.  

Si algo he aprendido a lo largo de todos los años que he trabajado en planes de respuesta humanitaria en el terreno es que lamentablemente, en una situación de emergencia, especialmente durante las catástrofes o las crisis humanitarias, el bienestar de la infancia y la educación y su protección no se encuentran entre los primeros temas prioritarios que se abordan. A menudo no se perciben como intervenciones urgentes y críticas. Muy frecuentemente nos olvidamos de las necesidades de los niños y las niñas, especialmente con el tipo de suministros de socorro, servicios de primeros auxilios y proyectos que proporcionamos a las familias. Por ejemplo, cuando tras un desastre se llevan a cabo obras de reparación de equipamientos, las escuelas suelen ser las últimas en ser rehabilitadas. Otro ejemplo, en este caso relativo a la protección; los niños y las niñas suelen quedarse solos en su tienda de campaña cuando los padres y las madres van a buscar los suministros de las agencias humanitarias. Sabemos que las familias que han llegado a los campamentos se enfrentan ahora a una pandemia y a larga lista de amenazas, como el abuso, la explotación e incluso la trata de personas. Tenemos que ser conscientes de que la mitad de los refugiados en el campamento son menores de edad, y que se enfrentan a muchas barreras. Las normas sociales y los reglamentos de los campamentos limitan el acceso de la infancia a una educación, especialmente de las niñas.

La educación y la protección de la infancia son dos conceptos inseparables. Proteger a los niños, las niñas y los adolescentes requiere educarlos, informarlos y darles habilidades que puedan utilizar para enfrentar los riesgos. Cuando tienen acceso a la educación, cuando están en las escuelas, o cuando participan en un programa de aprendizaje estructurado, los estamos educando desde la raíz y protegiendo frente a amenazas presentes y futuras. Por eso, incluso durante la pandemia, tenemos que garantizar que dispongan de oportunidades de aprendizaje. La protección de la infancia y la educación van de la mano porque sabemos que las escuelas son un espacio seguro, en un contexto inseguro. La educación da seguridad en un contexto incierto.

Desde la llegada de estas familias al campamento de refugiados de Cox Bazar, la estrategia de Educo ha consistido en garantizar que las niñas y adolescentes estén protegidas y tengan acceso a la educación, y que sus familias y ellas mismas reciban los conocimientos sobre los riesgos de abuso y explotación, incluidos los peligros del matrimonio infantil, y los diversos riesgos de la trata y el abuso físico y sexual.

Lo que realmente necesitan los niños, niñas y adolescentes rohinyá es esperanza e inspiración a través de la educación y de programas de protección que garanticen su seguridad. Tenemos que pedir a todas las partes interesadas que redoblen los esfuerzos para que la educación de los niños, las niñas y adolescentes refugiados no se paralice, a pesar de la pandemia y de otros obstáculos. Al fin y al cabo, la protección de la infancia y la educación son intervenciones que salvan vidas, y tienen un impacto duradero en los niños y niñas refugiados en medio de un futuro aparentemente incierto

Educo y las otras ONG que proporcionan ayuda humanitaria en el campamento de Cox Bazar han recorrido un largo camino a pesar de los obstáculos para implementar una respuesta que tenga un impacto real sobre la vida de estos niños y niñas. Nuestra contribución más significativa es la financiación y el desarrollo de un programa contra la violencia de género y la garantía de acceso a la educación de las niñas. A través de nuestro programa, los niños, las niñas, sus familias y la comunidad son más conscientes de los riesgos a los que se enfrentan las mujeres y las niñas y tienen información sobre cómo ayudar a prevenirlos. Los niños y las comunidades son más proactivos, y ellos mismos son los primeros en alertar y tomar medidas si creen detectan un posible riesgo de caso de matrimonio infantil o cualquier tipo de abuso.

En el momento más álgido del confinamiento, proporcionamos suministros esenciales de socorro y materiales didácticos muy necesarios para ayudar a los niños y a sus familias a sobrellevar la situación. Los niños, niñas y adolescentes que participan en nuestros programas se convirtieron en líderes de su comunidad y nos ayudaron a difundir buenas prácticas para frenar la pandemia, como el uso de mascarillas y el lavado de manos.

En marzo, cuando un incendio masivo destruyó cientos de hogares y muchas de las escuelas del campamento, Educo proporcionó suministros esenciales y demostró que estaba al lado de la comunidad, de forma constante e incondicional. Sin embargo, en el quinto aniversario de la masacre rohinyá, y cuando hacemos balance de todo el camino recorrido, urge afirmar que la comunidad internacional puede hacer más, especialmente si se pone el foco en el bienestar de la infancia.