Hace apenas unos días, en la última Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso de los diputados debatió nuestra Proposición No de Ley (PNL) para el reconocimiento unilateral y sin condiciones del Estado Palestino. La PNL obtuvo los votos a favor de ERC, IU-UP y Podemos-En Comú Podem-En Marea, los votos en contra de Ciudadanos, el PNV, DiL y el PP, y la abstención del PSOE. En el debate volvieron a surgir los tópicos y las justificaciones habituales para no proceder a este reconocimiento: esperar a una “acción coordinada” con el resto de países de la UE, plantear el reconocimiento como “conclusión” y no como premisa de un nuevo proceso de negociación, establecer una serie de “condiciones” para ese diálogo que garanticen a priori la seguridad de Israel, no “romper el consenso” alcanzado por el Parlamento en 2014, cuando votó de forma casi unánime instar al Gobierno a proceder a un reconocimiento condicionado que, sintomáticamente, no se ha producido ni se va a producir mientras no se rompa la dinámica de estancamiento que vacía toda iniciativa diplomática de capacidad y por tanto, desgraciadamente, de sentido.
Pese a que el resultado de la votación no puede sorprender a nadie, llevamos esa moción a la Comisión de Exteriores confiando en que el desplazamiento del sentido común en la política española (recordemos que el PSOE incluyó ese reconocimiento en su programa electoral) haría por fin posible saldar esa deuda histórica de promesas quebradas y esperanzas fallidas. No se trataba solamente de cumplir el mandato de nuestro programa electoral, que incluía este reconocimiento para los 100 primeros días de gobierno. Con este gesto, quisimos poner en el primer plano de nuestra política nacional la necesidad de que España se involucre en las funciones de mediación, negociación y diálogo que puedan contribuir de una vez a estabilizar una región que, aplastadas las aspiraciones democráticas de 2011, se ve destruida por una espiral de guerras, dictaduras, fanatismo ciego y asesino y violaciones masivas de los Derechos Humanos de sus poblaciones. No se trata solo de una obligación jurídica y moral. Palestina sigue siendo el vector principal, a veces olvidado y casi siempre ignorado, de toda la inestabilidad política en la región, y solo una acción decidida en favor de la paz puede evitar que las consecuencias de los conflictos en una zona tan cercana nos afecten a quienes que vivimos en el continente. Por eso planteamos esta iniciativa, que acabará viendo la luz más pronto que tarde: si está participado por Podemos, el próximo Gobierno de España procederá a ese reconocimiento en su primer Consejo de Ministros.
Claro que debemos reconocer que, por sí solo, el reconocimiento del Estado palestino no bastará para desbloquear unas negociaciones que llevan años moribundas, para frenar una espiral de violencia que no cesa, y tan siquiera para mejorar por sí misma una situación que no cesa en su deterioro. ¿De qué sirve reconocer el Estado Palestino si Benjamin Netanyahu reconoció durante las últimas elecciones de su país que abandonaba la solución de los dos Estados?
Reconozcámoslo: está más difícil que nunca. Los territorios en negociación, fijados en el consenso internacional tras la guerra de los seis días en 1967, no dejan de menguar: del 22% de las tierras se ha pasado a apenas un 14%. Las ciudades de Cisjordania se están convirtiendo en islas separadas por carreteras israelíes y bloques de colonias. Toda Cisjordania corre el riesgo de partirse en dos mitades si se lleva a cabo el asentamiento E1, planificado entre Jerusalén y la carretera que lleva al valle del Jordán. Mientras tanto, Gaza sigue aislada y separada de toda realidad palestina desde su bloqueo en 2007, que sigue castigando colectivamente a su más de millón ochocientos mil habitantes.
La fragmentación, una de las marcas de la existencia de los palestinos en los últimos años, no deja de aumentar. Esa dispersión se suma al sistema de políticas de ocupación: nuevas colonias, confiscación de tierras, demoliciones de casas, diferentes legislaciones para palestinos e israelíes... Parecemos estar llegando a un punto de no retorno. Tanto que el historiador israelí Ilan Pappé afirma que las guerras en Gaza corren el riesgo de hacerse crónicas, mientras la vida en Cisjordania, especialmente en Jerusalén, pero también en Israel, parece atrapada en una espiral interminable de tensiones y violencia que se reproduce en ausencia de todo horizonte de solución política.
¿Qué podemos hacer ante una situación así? Nosotros creemos que hoy es más necesario que nunca utilizar las herramientas políticas disponibles para desencallar un conflicto no ya enquistado, sino que empeora día a día. Eso quiere decir que los países europeos, comenzando por el nuestro, deberían plantear el reconocimiento unilateral, sin condiciones e inmediato del Estado palestino, un gesto tardío y sin duda con efectos limitados, pero que puede suponer un importante paso adelante para generar igualdad jurídica entre las partes de cara a unas eventuales negociaciones de paz.
Reconocer el Estado Palestino es, sobre todo, una invitación al diálogo con Israel, es hablarle a esa sociedad israelí que demanda una solución justa para poder vivir en paz en la zona, a quienes observan con preocupación su creciente aislamiento internacional por sus políticas hacia los palestinos, a quienes no entienden, por ejemplo, que su Gobierno haya decidido suspender el diálogo con la misma UE, uno de sus principales socios comerciales. Reconocer el Estado Palestino es enviar un mensaje claro para que las Autoridades Palestinas hagan frente a las necesidades de sus ciudadanos, que no han tenido la posibilidad de elegir a sus representantes desde hace 10 años. Reconocer el Estado palestino es traducir en hechos la postura que defienden las Naciones Unidas, la Unión Europea y también nuestro país. Reconocer el Estado Palestino es también atender a los sentimientos de la población española que año tras año ha mostrado su solidaridad y su compromiso con la paz y la justicia en esa zona. Reconocer el Estado Palestino es comprobar la voluntad real de los 319 diputados del Congreso que, en representación de sus partidos, votaron a favor de su reconocimiento hace un año y medio.
Es necesario dar un paso decidido que inspire e implique a otros países europeos; continuar e implementar las políticas de incentivos y presiones que ya se han lanzado desde instancias comunitarias y otros ámbitos multilaterales; aprovechar nuestra presencia en el Consejo de Seguridad y proponer un plazo vinculante para que se retomen las negociaciones entre israelíes y palestinos bajo el estricto control de organismos multilaterales internacionales. Para ello, hay que romper con los esquemas fracasados del pasado: ese escenario de negociaciones alargadas sin final, conferencias internacionales con mediadores que actúan sin presión o incentivo alguno, ese falso neutralismo que confunde el principio de negociación con una indefendible equidistancia moral que sirve de facto para prolongar el conflicto al infinito. Sobre todo: debemos ser firmes y dejar de mirar hacia otro lado ante las violaciones masivas de Derechos Humanos en la región. Amplios sectores de la sociedad palestina, de la sociedad israelí y la comunidad internacional siguen apostando decididamente por una solución justa, realista y duradera a este conflicto interminable. Nuestro próximo Gobierno debe estar a la altura de esos esfuerzos.