El contencioso del Sáhara Occidental ocupa un lugar central en nuestra política hacia el Magreb y en la sensibilidad de muchos españoles. Es indudable que un interés primordial de España es fomentar en la región la paz, la estabilidad y el desarrollo económico, junto a unas relaciones sólidas de buena vecindad. El futuro de esta región, dependerá de cómo se resuelva este conflicto.
El rey de España, el presidente del Gobierno, y por supuesto el nuevo ministro de Asuntos Exteriores están expresando un deseo compartido por la mayoría: “Hay que intentar encontrar solución a un conflicto que dura décadas, que empieza a ser no un conflicto congelado sino olvidado…”
Coincidimos, que el reino de Marruecos es un socio estratégico para el reino de España, nadie lo discute; somos el primer inversor extranjero y como dice el ministro: “Lo importante es la amistad entre los dos países, y con tranquilidad y discreción, estrechar los lazos de cooperación con nuestro vecino del sur”.
No debemos olvidar y también desarrollar, nuestras relaciones con la vecina república de Argelia, que además de nuestros lazos de amistad y cooperación en muchos campos, dependemos en un 60% de la energía que consumimos en España. Este gas y petróleo no vienen de Rabat, ni de Casablanca, vienen de un socio también estratégico, que tenemos que escuchar y considerar sus puntos de vista a la hora de buscar soluciones de futuro para el Magreb. Cuando se menciona solo a Marruecos en nuestras declaraciones y deseos, se hiere a los demás, pero también se hiere a los propios intereses del Estado español, que no dependen exclusivamente del interés de Marruecos.
Es necesario tener una relación de amistad y cooperación en todos los campos con nuestros vecinos del sur. Buscar sin paternalismos y de forma sincera, sin ambigüedades, en fortalecer esta relación seguro que coincidiremos en muchos aspectos, pero si no coincidimos en alguno, “como buenos amigos”, debemos ser claros y respetar estas diferencias, sin poner en peligro otros muchos aspectos de nuestra cooperación presente y futura; socios con confianza para decirnos en qué discrepamos y en qué coincidimos; y creo que en la visión de cómo solucionar el contencioso del Sáhara Occidental, no coincidimos.
La ruptura de relaciones diplomáticas entre Argelia y Marruecos, no nos ayuda, siendo un paso más en la posible desestabilización del Magreb, y es un recordatorio de que la frontera sur de España se podría convertir en un polvorín en cualquier momento, cuya onda expansiva puede repercutir en toda Europa empezando por España. Hoy ya existe un enfrentamiento militar entre el Frente Polisario y Marruecos.
El conflicto del Sáhara Occidental, es la cuestión más importante de política exterior de nuestro país, que no solo atañe a nuestras relaciones con otros países de la región, sino también y muy principalmente a la paz, la estabilidad y el desarrollo del Magreb. Para ello se tienen básicamente dos alternativas:
- Como potencia administradora del territorio, apoyar la legalidad internacional y trabajar para que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas con la colaboración de la UA la haga efectiva una solución definitiva.
- Ignorar esa legalidad y dilatar la solución, para desgastar la capacidad de resistencia y la identidad del pueblo saharaui, alternativa por la que se ha optado durante los últimos 30 años y que demostraron que es un fracaso.
Espero que se tome la orientación adecuada, nos jugamos mucho en ello.
Los derechos del pueblo saharaui no pueden ser utilizados como moneda de cambio en nuestras relaciones con Marruecos; para llevarnos “bien” con nuestro vecino, que condiciona todo lo demás, a que le apoyemos en su reivindicación expansionista en el Sáhara, sin más. No se puede aceptar que las relaciones entre nuestros dos países, estén condicionadas y se usen como pretexto para encubrir y silenciar una situación y una política que desafía y conculca los más elementales principios de la legalidad internacional que no es una cuestión de opiniones, la ONU reconoce que el Sáhara Occidental es el último proceso de descolonización pendiente de África.
No es admisible que se esgrima la defensa de los “intereses” españoles en Marruecos, como excusa o pretexto ante las graves violaciones de los derechos humanos que se cometen diariamente en el Sáhara Occidental, más aún no se puede aceptar que se contraponen intereses por derechos, y no solo por su carácter inmoral, sino también porque es una muy seria equivocación política y no sirve para defender los auténticos intereses del Estado español.
La tragedia del Sáhara Occidental es cosa nuestra. Los saharauis son “nuestros” refugiados, somos responsables de su sufrimiento mientras no puedan ejercer su derecho a decidir libremente lo que quieren ser. Y eso no es una posición “fijada y anclada en el pasado”, como dice el Ministro Albares, pensando en otras propuestas, ya fracasadas, para imponer en el Sáhara.
Como españoles y como europeos creemos que el conflicto del Sáhara encontrará una vía de solución definitiva y justa si desde el Estado español, desde la Europa democrática, desde el Consejo de Seguridad de las NU, se abandona el apoyo a la intransigencia e impunidad marroquí en su ocupación del territorio, dejando de beneficiarse de la explotación de sus recursos naturales que pertenecen al pueblo saharaui.
Esperando que el Gobierno español, como miembro del grupo de amigos del Secretario General de las Naciones Unidas para el Sáhara, pueda influir, para que el Reino de Marruecos respete los derechos humanos y el proceso de descolonización del Sáhara Occidental, la última colonia de África.
El plan de arreglo, aprobado por las partes y asumido por unanimidad por los miembros del Consejo de Seguridad en 1989, fue y sigue siendo la única solución política y mutuamente aceptable. Marruecos aceptó esta solución y debe cumplir con su compromiso. El tristemente célebre régimen de “autonomía” se aparta del Derecho Internacional y NUNCA será aceptado por el pueblo saharaui; si algo demuestran los más de 40 años que perdura el conflicto es que este no se cerrará mientras no pueda decidir libremente su futuro, mediante un referéndum de autodeterminación, si alguien intenta decidir por él, el conflicto seguirá abierto.