En las últimas semanas hemos conocido una nueva polémica dentro del tripartito de las derechas de Madrid en torno a la posibilidad de subvencionar los coches con etiqueta C, se supone que con el objetivo de reducir la flota privada de vehículos sin etiqueta. Con su oposición a esta medida, Ciudadanos intenta proyectar una imagen relativamente más moderada y, en su cabeza, más 'homologable' a otras derechas europeas. Además, pretenden ser coherentes con su negativa a que los coches con etiqueta C entren en Madrid Central.
Sin embargo, es evidente que no estamos hablando de lo mismo. A falta de ver el texto definitivo de la convocatoria, lo que este programa supone es una ayuda sin más a la compra de nuevos vehículos privados, enormemente regresiva desde un punto de vista socioeconómico y, sobre todo, absolutamente incoherente con la declaración de emergencia climática recientemente aprobada por España, la Unión Europea y por el propio Ayuntamiento de Madrid. Por supuesto, tampoco es esta la tendencia de las políticas de las principales capitales europeas que están llevando a cabo enérgicas medidas de reducción del vehículo privado.
Estas subvenciones no van a exigir sacar de circulación el vehículo antiguo de circulación (como sí lo hacen, por ejemplo, las bonificaciones al impuesto de vehículos), lo que en la práctica va incentivar sencillamente que haya más coches en la ciudad. Más eléctricos y ecos, pero más coches en general porque los vehículos viejos no salen de circulación, sino que pasan a ser usados por otros miembro de la familia o vendidos y siguen contaminando.
Por otra parte, la medida tiene un efecto enormemente regresivo desde el punto de vista social y territorial. Los barrios más desfavorecidos no son los que más coches viejos tienen: Salamanca tiene un 23%; en Chamartín y Retiro un 22% de su flota es anterior a 2006, mientras que en Villa de Vallecas es un 17% o en Vicálvaro un 19%. Lo que tienen son muchos menos coches por habitante, por ejemplo San Cristóbal (Villaverde) tiene 259 y San Diego 269 por cada 1.000 habitantes, frente a El Plantío que cuenta con 766 o El Viso, con 697. Este dinero irá en mayor medida a los que ya tienen más coches, que pueden tener todavía más.
Las ayudas, además, vienen a sumarse a las de otras administraciones como el plan PIVE que han tenido muy poca eficacia a la hora de reducir emisiones, han puesto más coches en la calle y han funcionado más bien como una subvención más a las patronales de la industria automovilística, que exigen una cuota de ventas en el país para seguir manteniendo la producción aquí. Lo que realmente ha revolucionado la venta de vehículos eléctricos y poco contaminantes han sido los anuncios de la UE poniendo fecha al fin de las ventas de coches diésel y gasolina y, sobre todo, a las potentes medidas de restricción de las principales ciudades europeas, muy especialmente a partir del 'caso dieselgate'.
En mi opinión, tiene mucho más sentido continuar con la política de restricciones que ha demostrado una gran eficacia en Madrid y en muchas otras ciudades, ampliando el perímetro de Madrid Central y concentrando las ayudas en colectivos concretos, que son necesarios para el funcionamiento de la ciudad y que son los que más viajes hacen: el taxi y la distribución urbana de mercancías.
Si queremos mejorar la calidad de vida en nuestra ciudad y cumplir con nuestros compromisos medioambientales debemos dedicar el presupuesto municipal a invertir en transporte público y en infraestructura ciclista, no seguir gastando en subvenciones, ni en la construcción de todo tipo de aparcamientos o infraestructuras cuyo único objetivo es ampliar la capacidad de nuestras vías y la utilización del coche a costa de la calidad del aire y del espacio público de la ciudad.
Mención aparte merece el empeño de Almeida y Villacís en sacar adelante la estrategia del sureste, una operación con la superficie de la ciudad de Barcelona, diseñada para el coche, con una densidad y unos planteamientos urbanísticos catastróficos para el desarrollo futuro de la ciudad que traerá viviendas con dos y tres coches, enormes necesidades de movilidad y escasa eficiencia del transporte público. Un planeamiento que ya estaba obsoleto en 1997 y que va contra todas las tendencias de las principales ciudades del mundo.
La absoluta falta de criterio y de proyecto de ciudad de la derecha ha llevado ya a un deterioro de todos los indicadores sobre movilidad, tal y como ponen de manifiesto día tras día expertos como Álvaro Fernández de Heredia. Sí, contra todo pronóstico, gastar más y darle más espacio al coche tiene como consecuencia que haya más coches en la calle. Si no queremos cuatro años de retroceso para la ciudad debemos organizar una oposición contundente en el Ayuntamiento pero, sobre todo, un gran movimiento ciudadano para quitar espacio al coche y hacer de Madrid una ciudad con calles cada vez más vivas y sanas.