¡Suspendidos! La vuelta al cole de nuestros políticos

Guido Stein

Profesor de IESE Business School —

Aristóteles afirma que todos los hombres (y las mujeres) somos animales políticos, por estar llamados a vivir en la polis o ciudad; hoy, diríamos, en sociedad. Un deber político es cuidar de nuestra “polis”, de modo que en ella podamos llegar a ser lo que estamos llamados a ser. La educación cabal entraña una educación política en el sentido más amplio y profundo; sin ella no hay libertad, ni democracia, ni sociedad. Eso exige desarrollar unas convicciones y virtudes políticas que son previas y básicas, sobre las que se desarrollan posteriormente y de modo derivado nuestras opiniones y decisiones de cariz ideológico o partidista, y sin las que estas últimas no tienen ni sentido ni fundamento.

De modo generalizado y patente, nuestros políticos han suspendido en septiembre el examen, que era de primero de democracia, libertad y sociedad; no les queda otra que una vuelta al cole, pero a diferencia de nuestros hijos, la suya es vergonzosa y vergonzante.

A principios de agosto, sostenía en esta misma tribuna que los políticos profesionales españoles no eran muy duchos a la hora de negociar; me equivocaba: la patología que sufren es otra, no están a la altura de las necesidades del ahora, como diría Ortega; por eso no fueron capaces de llegar a acuerdos políticos (en favor del bien de la polis española), aunque hubiera, por lo menos cuatro modos sensatos de haberlo conseguido.

Como se diría en mi entorno empresarial: les fallaron las tácticas de política de cortos vuelos porque carecen de visión estratégica. La miopía del corto plazo acabó cegándoles. Tienen unas semanas para aprender convicciones políticas que engloben a toda la sociedad en su conjunto, empezando por quienes más los necesitan (los que nada tienen ni pueden, más marginados, y los parados, más de tres millones y de nuevo creciendo rápido); sin ellas no hay democracia ni libertad.

Hay políticos que al ser elegidos piensan en todos sus conciudadanos, otros que piensan en quienes les han votado, y unos cuantos (en número creciente) que piensan en sus partidos y empezando con intensidad por ellos mismos. Esta decisión política fundamental nada tiene que ver con sus programas ideológicos (legítimos y necesarios, aunque desiguales). En las próximas elecciones les vamos a evaluar justamente de lo que han suspendido, porque estamos todos en el mismo barco. Quizá haya que empezar a pensar en recambios en los líderes que no lideran.