El concepto de “te mato porque eres mía”, aplicado al feminicidio y la violencia sexual, tiene también su expresión en el campo de la geopolítica bélica con el caso de la guerra de Ucrania. En el pensamiento y la cultura profunda del presidente Putin, invadir Ucrania lo justifica porque considera a este país como algo propio, una extensión de Rusia, que ha visto amenazada por fuerzas internas y externas. Todas las guerras son inadmisibles e injustificadas, sea cual sea su naturaleza y génesis, y la de Ucrania no es una excepción, por lo que no existe ninguna disculpa respecto al desencadenamiento de dicha guerra. Existe todo un argumentario por parte del Kremlin para justificar lo que burdamente calificaron como “operación especial”, dándose la paradoja de que muchas de las raíces del conflicto son ciertas, y no le faltan razones a Putin para estar enojado con la OTAN y con la política ucraniana desde finales de 2013, pero la lista de agravios, que son reales en su mayor parte, nunca debería haberse traducido en una guerra de ocupación, que es la manera más estúpida de afrontar los problemas, causando uno de mayor intensidad que las propias raíces. La brutal respuesta desdibuja la naturaleza del conflicto y sus fundamentos.
El de 12 de julio de 2021, medio año antes de la invasión, el presidente Putin escribió un artículo titulado “sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos” que vale la pena recuperar y analizar, pues ayuda a comprender el comportamiento de este dirigente profundamente autócrata con añoranzas de zarismo. En dicho artículo afirma que los rusos y los ucranianos son una persona, un todo único que han compartido el mismo espacio histórico y espiritual, la antigua URSS, que fue el Estado más grande de Europa, compartiendo idioma y religión. Para Putin, la guerra es el resultado del divide y vencerás“ alentado por Occidente, con el objetivo de dividir y enfrentar los dos pueblos, cuando la Ucrania moderna es enteramente el producto de la era soviética, donde las fronteras entre repúblicas nunca fueron vistas como fronteras estatales, ya que la federación estaba altamente centralizada. Para Putin, y describiendo la historia de Ucrania, al separarse de Rusia había de tener la misma extensión territorial que tenía en 1922, diferente de la actual.
En dicho artículo, Putin también hizo referencia a la negación del pasado que se estaba produciendo en Ucrania, las ambiciones de los radicales y los neonazis del país y a la estrategia Occidental de convertir Ucrania en un trampolín contra Rusia, especialmente desde 2014, cuando los rusos de Ucrania sufrieron una asimilación forzada por parte de la autoridades políticas ucranianas, y la llegada del presidente Zelensky en 2019, según Putin, no solucionó ninguno de los problemas, pues sus promesas resultaron ser mentiras. A pesar de ello, Putin afirmaba entonces que respetaba el deseo de los ucranianos de ver su país libre, seguro y próspero, aunque con la confianza que la verdadera soberanía de Ucrania solo es posible en asociación con Rusia, “porque somos un solo pueblo”. La pregunta, por tanto, es ¿por qué se invade y bombardea a quien se ha calificado de ser el mismo pueblo? ¿Te mato porque no resisto que te vayas y quieras ser autónoma?
La guerra de Ucrania nunca ha tenido sentido ni justificación, pues Rusia disponía de medios políticos y diplomáticos para hacer valer sus quejas, que, repito de nuevo, tenían razón de ser y debían ser atendidas. Nunca pensó en el alcance y trascendencia de las consecuencias que traería consigo la invasión, especialmente la respuesta de los países europeos, fueran o no miembros de la OTAN, y el gran apoyo militar de Estados Unidos hacia Ucrania.
Aunque en esta guerra se ha dado prioridad a lo militar sobre lo diplomático, secuestrando la vía negociadora, también es cierto que durante todo el conflicto armado han existido propuestas e iniciativas de negociación o de buenos oficios, pero nunca de suficiente calado o con la concreción debida para que se tuviera en cuenta de forma seria. Como en muchos conflictos armados, ofertas de mediación no faltan, pero ello no comporta de forma automática un cambio de actitudes que favorezcan una negociación con posibilidades de éxito. Para empezar una negociación se requieren algunos supuestos, entre ellos el cansancio de la guerra, la convicción de que nadie la ganará, los costes inasumibles (en vidas y/o económicos), la convicción de que terminar con la guerra es la mejor opción, o el abandono de los esquemas de suma-cero, con ganadores y vencidos. Adentrarse en una negociación, aceptar un alto el fuego y un cese de hostilidades e implicarse en una negociación convincente, supone que se dan algunos de los supuestos anteriores. Mientras se crea que puede ganarse la guerra por la vía militar, la negociación deviene imposible o cualquier intento será pura apariencia.