El año pasado, el mundo observó con admiración cómo cientos de miles de mujeres y hombres sudaneses salían a las calles para exigir pacíficamente un cambio en una de las dictaduras más brutales del mundo. El primer gobierno civil en más de 30 años se comprometió a satisfacer las aspiraciones del pueblo de “libertad, paz y justicia”.
Ambos viajamos rápidamente a Jartum para ver el cambio con nuestros propios ojos. La energía y el compromiso que percibimos en nuestras reuniones con las autoridades, la sociedad civil, los manifestantes y los estudiantes fueron intensos e impresionantes.
Ofrecimos a las nuevas autoridades todo nuestro apoyo. En colaboración con el Consejo Soberano, el Gobierno de Transición, bajo el liderazgo del Primer Ministro Abdalla Hamdok, ha comenzado a aplicar importantes cambios y reformas. Se han fortalecido las libertades fundamentales. Se están llevando a cabo varias reformas económicas fundamentales. El expresidente Bashir y muchos de los integrantes de su camarilla están en la cárcel y se enfrentarán a la justicia. Las conversaciones de paz globales con muchos de los grupos rebeldes armados están progresando.
Mantener este impulso hacia la reforma es vital y debería conducir pronto al establecimiento del consejo legislativo de transición y al nombramiento de gobernadores civiles del Estado. Los dividendos de la transición deben llegar a todo Sudán, incluidos los estados marcados por años de conflicto, como Darfur, el Nilo Azul y Kordofán del Sur.
Sin embargo, la pandemia de COVID-19 pone en peligro los logros de la revolución pacífica de Sudán. Incluso antes de que estallara la pandemia, las perspectivas económicas de Sudán no eran nada halagüeñas. El Gobierno actual ha heredado la rémora de una mala gestión de los recursos y de un sistema de subsidios insostenibles que compromete seriamente su capacidad de invertir en el futuro. Se estima que, en Sudán, más de nueve millones de personas necesitan ayuda humanitaria. Y los actos de terrorismo del pasado, respaldados por el anterior régimen hace décadas, siguen bloqueando la plena reinserción de Sudán en la economía mundial y limitan su acceso a la asistencia financiera internacional y al tan necesario alivio de la deuda.
Para garantizar la pervivencia de la transición en curso y acompañar los esfuerzos realizados por Sudán, sigue siendo esencial incrementar la asistencia internacional política y financiera. Ha llegado el momento de hacerlo para evitar cualquier retroceso en la transición. Un paso importante hacia nuestra nueva asociación con Sudán se dio ya hace unas semanas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. En él, se acordó el mandato de una nueva misión política de la ONU para ayudar a Sudán en su camino hacia la paz y la democracia.
Y en un momento en que no hay vuelos comerciales disponibles, la UE ha entregado suministros esenciales como equipos de protección, purificadores de agua, botiquines y personal médico para apoyar la lucha de Sudán contra la COVID-19, en la mayor operación individual emprendida en el marco de la iniciativa de Puente Aéreo Humanitario de la UE.
Sin embargo, la estabilización de Sudán requiere esfuerzos adicionales. El 25 de junio, las Naciones Unidas, la Unión Europea, Alemania y Sudán convocarán una conferencia internacional para enviar un mensaje muy claro al pueblo sudanés: ¡la comunidad internacional sigue apoyando vuestra transición democrática!
La idea es sencilla: el Gobierno sudanés se comprometerá a llevar adelante la revolución de 2019 a través de reformas económicas y políticas audaces y de medidas para reconciliar al país. A cambio, alrededor de 50 países y organizaciones internacionales ofrecen a Sudán una asociación para apoyar al país hasta las elecciones de 2022. Tenemos previsto recaudar fondos suficientes para poner en marcha un programa de protección social del Banco Mundial y del Gobierno de Sudán que ayude a las familias sudanesas necesitadas. También apoyaremos al Fondo Monetario Internacional en el inicio del proceso de alivio de la deuda en favor de Sudán.
Sudán tiene una oportunidad única para alcanzar la paz, la democracia y la recuperación económica. En una crisis mundial sin precedentes, hay que aprovechar este momento de esperanza. Un Sudán democrático sigue siendo la mejor garantía para la estabilidad a largo plazo del país y de toda la región.
Just fall, that's all fue uno de los eslóganes que los manifestantes entonaron en las calles de Jartum para derrocar el antiguo régimen. Después del cambio pacífico, el mensaje que les transmitimos debe ser el siguiente: vuestros sacrificios no han sido en vano. El “nuevo Sudán” ha llegado para quedarse. No os abandonaremos.