Unidas Podemos topa con el Régimen del 78. Esta fuerza política tiene las manos libres y eso incomoda al Régimen. Por esta razón, ahora, es más necesario que nunca que el pueblo hable. Frente a la frustración y al desencanto por acudir a unas nuevas elecciones generales, yo contrapongo la imperiosa necesidad de defender nuestra democracia ¿Democracia real o democracia de baja intensidad?
¡No hay bien que por mal no venga! si nos enfrentamos a unas nuevas elecciones generales, hagamos que sirvan para fortalecer la calidad democrática en nuestro país.
Detrás de los dimes y diretes sobre las negociaciones, se vislumbra un intento de disciplinar a miles de personas que salieron a la calles a decir que no somos mercancía en manos de políticos y banqueros, que esta democracia ya no nos vale. Se ha querido acallar a casi 4 millones de votantes que han apostado por un cambio real.
Vista la situación, la mayoría progresista de este país tiene la oportunidad de dar una lección, de rebelarse y reivindicar la trascendencia de todos los votos, de poner en valor el pluralismo político y la propia democracia. Toca decir no al bipartidismo.
Hagamos un poco de historia.
La Constitución de 1978 fue fruto de la llamada Transición española. Este periodo está lleno de claroscuros. La democracia en España no llego como resultado de un proceso constituyente al uso, no hubo ruptura con el régimen franquista sino que se optó por la reforma a través de la Ley de Reforma Política aprobada por la Cortes franquistas.
El contenido de esta ley recogía una gran parte de la arquitectura constitucional del nuevo régimen, de Régimen del 78. Un parlamento bicameral, las Cortes Generales, con un Congreso elegido a través de un sistema electoral que pretendía apuntalar un sistema bipartidista, de dos grandes partidos, a la vez que penalizaba a las fuerzas políticas críticas; y con un Senado que algún constitucionalista como Pérez Royo ha definido como “un aborto que nunca debería haberse producido”. Y como clave de bóveda del Régimen una monarquía que heredábamos del franquismo. Esta institución en alianza con las elites franquistas, que se instalaron cómodamente en el nuevo régimen, conformaron una estructura de poder, una forma de hacer política, que puso las instituciones al servicio de los intereses privados: grandes propietarios, banca, Vaticano,…
¿Y los intereses de la clases populares? Según parece quedaron en nada o en casi nada, éstos fueron neutralizados por la acción o inacción de unas fuerzas políticas, de una justicia constitucional y de una judicatura acomodadas al Régimen, que en los últimos años, además, han sido extremadamente respetuosas con los principios del neoliberalismo impuesto por la Unión Europea, obviando incluso mandatos de la propia Constitución.
Resumiendo: 40 años de una democracia de baja intensidad que han concluido en una situación de excepcionalidad democrática, de recorte de libertades básicas y de derechos sociales.
Pero cuando todo parecía inamovible, llegó el 15M. El 15M fue un tsunami político que reventó las costuras del régimen ¡por fin entraba aire fresco! La crisis económica empujaba a las calles a miles de indignados que ponían en jaque las bases del régimen del 78, el bipartidismo, el pacto de las elites políticas y económicas que tanto sufrimiento había causado a las mayorías sociales: desahucios, deudas perpetuas, pensiones de miseria, trabajos precarios, privatización de servicios públicos… Se demanda una democracia real: instituciones verdaderamente representativas y transparentes, garantías para los derechos políticos, sociales y ambientales. En definitiva, una sociedad más democrática, más igualitaria y más justa.
De ahí nace Podemos, de todos esos sentires. Se da el salto a las instituciones. Y en estos últimos 4 meses Unidas Podemos ha trabajado sin descanso para poder participar en la gobernabilidad del Estado. Conscientes de nuestro peso en escaños hemos sido prudentes, humildes pero también firmes. Era una gran oportunidad, la primera vez que una fuerza plebeya, sin ataduras, podía llegar al Gobierno; eso significaba plantar cara a los bancos, a las multinacionales, a las élites económicas y defender la obligación de los gobernantes de cumplir y hacer cumplir la Constitución: el derecho a una vivienda, el derecho a una pensión o a un trabajo digno.
Esa posibilidad se ha frustrado, las fuerzas del régimen, incluido el Partido Socialista, no lo han permitido. Pedro Sánchez no ha respetado ni la voluntad de las urnas ni la de los socialistas de corazón, que mandataban un gobierno de coalición progresista.
A los casi 4 millones de votantes de Unidas Podemos se les ha enviado un mensaje: no tenéis derecho a gobernar, sólo a apoyar a aquellos que sí tienen el beneplácito de los que mandan de verdad. Esto es sencillamente antidemocrático, y tiene un objetivo claro, seguir manteniendo el status quo existente, esto es, una democracia a la medida de unos pocos.
A pesar del desencanto, del cansancio, quizás haya llegado el momento de volver decir alto y claro que no nos resignamos, que el viejo sistema bipartidista del PP-PSOE no nos representa, que las crisis económicas no la van a volver a pagar los de siempre. Que se acabó eso de socializar las perdidas y privatizar los beneficios. Que hay esperanza ¡Que sí se puede!