20.00 horas del Jueves 23 de enero. En el barrio de Salamanca, junto al Parque del Retiro, hay una cumbre de dircom. Una cena de despedida. La SEC (Secretaría de Estado de Comunicación) ha convocado a todos los jefes de prensa de los ministerios para despedir a los que están de salida. Entre todos, hay alguien que sube una fotografía a Instagram del grupo con varios hashtag -equipo, team. equipazo, trabajo, work, club, privé, gobierno - que resume con la frase “Gente especial en sitios especiales”.
La cita es en Alma, un selecto club privado, un reservado solo para socias y “hombres buenos”. Hora y media antes acaba de estallar un incendio en el Gobierno: el ministro José Luis Ábalos se reunió con la vicepresidenta de Venezuela en Barajas la madrugada del lunes. Lo ha desvelado Vozpopuli. Delcy Rodríguez tiene prohibida la entrada en la Unión Europea debido a las sanciones aplicadas a Venezuela por las políticas represivas de su presidente Nicolás Maduro. El encuentro se produjo solo cuatro días antes de la llegada a Madrid de Juan Guaidó, reconocido por España, Estados Unidos y otros 60 países, como presidente encargado de su país. Así que los teléfonos del secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver, y el responsable de prensa de Fomento, Alfredo Rodríguez, echan humo. No menos de 200 whatsapp y 100 llamadas perdidas. Ni uno ni otro tienen información sobre el asunto y deciden sin más continuar su animada velada. A la mañana siguiente, el asunto ya ha saltado a las páginas de todos los diarios.
Empieza el caos y con él las no menos de media docena de versiones con las que que entre el Ministerio y La Moncloa intentan apagar el fuego. Menos el clásico “Esto no es lo que parece”, se dieron todo tipo de peregrinas y contradictorias explicaciones. Cada una era peor que la anterior. Y todas ellas hubieran servido para un entretenido guión de Netflix.
Una vez más, no hay estrategia ni plan de emergencia, algo que los expertos consideran imprescindible para afrontar la comunicación de toda crisis política. Ya se sabe que una pésima comunicación interna por falta de información o relación con los actores, anticipa una pésima coordinación externa. Y algo de esto, junto a una clamorosa ausencia de apoyo institucional, ha habido en la crisis provocada por el encuentro de Ábalos con la número dos de Maduro, más allá de la torpeza del ministro por trasladarse en coche privado de madrugada hasta Barajas para encontrarse con un amigo que a su vez era otro miembro del gobierno de Maduro.
Nadie del PSOE ni del Gobierno salió durante las 24 horas posteriores al estallido del incendio al rescate de un ministro que por cortedad o por causa mayor, no ha querido o no ha sabido explicar lo que realmente había detrás de su encuentro con la vicepresidenta de Venezuela. Tuvo que ser el presidente Sánchez quien al día siguiente, ante las dimensiones de una controversia con ingredientes de tormenta perfecta, saliera en su defensa una vez que ya había trascendido el enfado de Ábalos por verse en el epicentro de una polémica que muchos de sus compañeros sostienen que le trasciende y que, a su juicio, ha sido aprovechada “de forma amoral” por la derecha, política y mediática desde donde salieron todo tipo de interpretaciones: que si todo era una trama urdida por Iglesias desde su relación con el régimen bolivariano; que si en realidad quien iba a encontrarse con la vicepresidenta de Venezuela era el secretario general de Podemos; que si Ábalos fue víctima de una trampa que le tendieron sus propios compañeros de gabinete; que si todo respondía a un inminente cambio en la política exterior española en relación a Venezuela…
Lo cierto es que faltan datos para armar el puzzle completo y que cuando el presidente Sánchez salió al rescate de Ábalos y dijo que había evitado con su actuación una crisis diplomática, uno tiende a pensar que por el motivo que sea Delcy Rodríguez tenía intención de quedarse en Madrid y que, de haberlo hecho, debería haber sido detenida y deportada con lo que todo ello hubiera significado.
Quién sabía de su parada en Madrid y con qué intenciones venía la número dos de Maduro son preguntas que siguen sin respuesta y que, sin duda, conocen en La Moncloa, igual que los motivos de la desafortunada visita nocturna a Barajas de un ministro sin coche oficial y sin escolta y la del itinerario que siguió Rodríguez hasta que regresó en un vuelo comercial a mediodía del día siguiente a Ankara. De lo contrario, el presidente Sánchez no hubiera pedido expresamente en el chat de la Ejecutiva del PSOE a todos sus miembros que salieran a arropar a Ábalos como se merecía, dando lugar a que se piense que su invitación a cerrar filas sí es lo que parece. Y esto es un marrón que se comió el ministro porque alguien decidió que así fuera, más allá de su torpeza y de la ausencia de la política comunicativa. Para la próxima, deberían tener en cuenta que la mentira, el silencio, la ausencia de explicaciones y los cambios de versión son siempre la antesala de un colapso como el que estos días ha protagonizado el Gobierno al no generar certidumbre, ni control ni una inmediata reacción institucional.