Ábalos empieza por A

21 de octubre de 2021 22:05 h

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Esas cosas que no se ven pero están ahí y dejan un poso de malestar; esos detalles apenas perceptibles cuya trascendencia no es menor; esos gestos sin explicación aparente; esas decisiones que no acaban de entenderse porque nadie las explica y esos movimientos que cambian por completo el encuadre de un partido. No todo fue luz y color en Valencia. En el Congreso Federal del PSOE pasaron cosas que no se contaron y que para muchos socialistas llamaron la atención tanto o más que la escenificación de la unidad y la reivindicación de la socialdemocracia. Escasa fineza. 

Por ejemplo, que en el momento de la entrega a su viuda, el partido decidiese cortar la imagen del busto en recuerdo de Alfredo Pérez Rubalcaba para que los asistentes no vieran el escaso parecido entre la reproducción y la imagen que España entera guarda en la memoria de quien lo fue todo en el PSOE y en la política española. No fue un fallo técnico. “Si hay orden de no pinchar, no se pincha”, se escuchó gritar a uno de los técnicos de Ferraz. Y no se pinchó. Por ejemplo también, que la realización del partido encargada de la retransmisión del cónclave cortase el plano del efusivo recibimiento con que la militancia aplaudió la llegada al plenario del ex secretario de Organización, José Luis Ábalos. Y por ejemplo, y esto trascendió del detalle a lo político, que la lista del nuevo Comité Federal, incluidos los nombres de Carmen Calvo -que la encabeza como deferencia a los servicios prestados por la ex vicepresidenta- y el de Milagros Tolón -que presidirá el máximo órgano entre congresos- no se configurarse como es tradición por orden alfabético sólo para que el que fuera número tres del PSOE no apareciera en los primeros puestos. 

La mala suerte acompaña al ex ministro de Transportes hasta para eso. Ábalos empieza por A y debería haber ocupado el puesto 3 de esa lista, pero Sánchez decidió que se empezara por la F. Faneca, Fernández, Fernández, Fernández, Ferrer, Gallardo, García, García… y así hasta relegar a Ábalos hasta el número 83. Y no por casualidad.

El exministro no ha hablado con Sánchez desde aquél sábado de julio que le llamó a La Moncloa para que recogiera sus bártulos. Su destitución como ministro sigue siendo un misterio. Y más aún su salida fulminante de la secretaría de Organización. Nadie entendió que, a las puertas de un congreso federal en octubre, Sánchez ordenara en julio la salida inmediata de José Luis Ábalos de la calle Ferraz. La decisión que ha dado pábulo a todo tipo de rumores tiene perplejos a propios y extraños. Y los desplantes del pasado fin de semana no han hecho más que disparar los chismes sobre su salida, sí, pero también sobre la imperturbabilidad de un Sánchez que con idéntico pragmatismo cierra heridas y abre nuevas lesiones internas. Esta vez con el reducido grupo de socialistas que le llevaron en volandas a la secretaría general del partido. La llegada a La Moncloa de Antonio Hernando, de adjunto al director del gabinete del presidente López, se ha leído entre el ya extinto “sanchismo”, más que como la guinda que cierra todas las heridas del pasado, como la constatación de que Sánchez ha liquidado por completo el proyecto y al equipo político con el que en 2017 reconquistó la secretaría general del PSOE. 

Y no sólo por lo ocurrido con Ábalos. El gerente del PSOE, Mariano Moreno, ha sido destituido con todo su equipo. En este caso, dicen, que por un exceso de empoderamiento y por inmiscuirse en asuntos que trascendían su competencia, como ocurrió durante la elaboración de la Ley Trans y Carmen Calvo denunció ante Sánchez en reiteradas ocasiones.

La criba no ha parado. Con el nuevo diseño de la dirección federal se verá en unos meses quiénes forman parte del nuevo sanedrín que diseñará la estrategia y quienes han sido incluidos -independientemente del área asignada en el reparto final- solo para contemporizar con los territorios o para no pulverizar a toda la dirección anterior. En todo caso, los que fueron ya no serán. Y es que ya se sabe que en política hay enemigos y luego están los compañeros de partido. En la cima del poder nunca hay amigos. Si acaso hay aliados, además de adversarios.