Que los estados anímicos en política pueden variar muy rápido ya lo hemos comentado varias veces en esta columna. Pero esta vez hemos batido el récord de lo trepidante. En solo una semana hemos cambiado de presidente, de escenario, de protagonistas y de antagonistas. Pero sobre todo hemos cambiado el estado de ánimo, colectivo e individual. La esperanza por la capacidad de desalojar al PP de su inamovible zona de confort, además de cierta perplejidad por el desarrollo acelerado de los acontecimientos que nos han impedido digerir el proceso y sus consecuencias. Hay quienes sienten miedo al futuro y quienes se instalan en la euforia o el abatimiento dependiendo de dónde le haya tocado estar, si entre los vencedores o entre los vencidos. La ciclotimia vertiginosa de las horas y los días nos han dejado agotados. De la indignación al miedo, del miedo a la ilusión, de la ilusión a la euforia o el abatimiento.
Hoy sábado, 2 de junio, segundo día triunfal de Sánchez, varias imágenes que muestran el ánimo de los que protagonizaron unos días históricos que perdurarán en nuestra memoria colectiva:
Partido Popular
Empecemos por el gesto descompuesto, roto, de Rafa Hernando, el gallito de pelea desarmado y amenazador. Dedos al aire, movimientos nerviosos. Frente a él, casi inmóviles, diputados y diputadas que hace una semana ni sospechaban que el sostén de los ánimos del partido dejaría de ser presidente.
Un Mariano Rajoy, el jueves, como no le hemos visto, defendiéndose con uñas y dientes, luchando por su supervivencia. Más combativo. Nunca Rajoy ha apelado a sentimiento, nunca. Nunca tuvo tanta comunicación no verbal. Él ha sido la persona de los datos, de la racionalidad, el introvertido, el inmóvil, el de la fina y certera oratoria, e intentaba esquivar los ataques mediante el desafío. Conectaba con los demás con su cuerpo, desesperado. Demasiado tarde. El viernes, su expresión facial era de pura tristeza, y una comunicación ya de derrota, sin buscar el entendimiento.
El gesto de la ausencia también ha comunicado. La silla vacía de Rajoy y el bolso de Sáenz de Santamaría también han comunicado. Rajoy nunca volvió. La imagen de los escaños vacíos del PP daba juego a un reto semiótico de un partido desganado, agujereado, sin líder. El gesto inconsciente de la vicepresidenta, desmayando su bolso sobre su escaño, representaba falta de respeto hacia el símbolo. Ya no es su silla.
Partido Socialista
Pedro Sánchez oscilaba entre una entrada triunfal y los tímidos gestos comunicativos. No celebró nada hasta ayer. Contenido y comedido, representando la dignidad. Prescindía de la arrogancia de sus habituales gestos de orgullo que utiliza cuando se dirigía Rajoy. Parece que se ha amoldado al papel de presidente pero, con su aplomo cuidado, mostraba la debilidad de ganar la moción con apoyos temerarios. Frankestein sobrevivía en su cuerpo. Tuvo deslices de duda, de la inminente responsabilidad que se le viene sobre sus hombros.
Sus parlamentarios estaban fríos, inseguros, asistiendo al juego de ajedrez en el que Rajoy hacía jaque mate a cada frase, mientras que Sánchez templaba, amarrando, aguantando las ganas. Su gesto era de vértigo colectivo.
Podemos
Cuánta comunicación en la pareja de secretario general y portavoz, Pablo Iglesias e Irene Montero sentados en sus escaños. De complicidad. De la indignación a la euforia siempre sobreactuada. La indignación en la acusación de corrupción. Iglesias era el juez sin comedimiento, como lo haría un actor en una obra, buscando la complicidad con su público. La euforia saltó después, mostrando con sus cuerpos la red que forman con diputados, senadores e inscritos. Arrogándose la victoria que hoy es suya, pero que mañana se tornará en durísima oposición al vencedor con el que se disputan los votos. “Sí se puede”, también sobreactuado. Un “sí se puede” que significa “así se también se puede”.
Ciudadanos
Albert Rivera y su portavoz estuvieron ocultos el primer día, como si no fuera con ellos, mostrando con su abulia, que solo tenían que esperar a ver al enemigo pasar en su féretro, e incluso llorarle. Gestos de dudas sobre si era la mejor estrategia, escogiendo de nuevo a su rival sin saber muy bien quién era. La gestualidad de Rivera se revolucionó ante la evidencia de que allí estaba de observador, sin el foco apuntándole. Nervios, ceño fruncido, la contrariedad de un niño pequeño al que le hurtan su juguete.
Pero ¿cuál es el estado de ánimo de la gente? Depende de si el resultado de la moción encaja con sus expectativas o no pero, de forma generalizada, cierta perplejidad ante la velocidad de los acontecimientos. Las encuestas no muestran el clima social de las comunidades. No nos dicen si lo que queremos es lo que sentimos. Miren en sus chats de Whatsapp o de Telegram y valoren.