Abra la puerta

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Vaya por delante que todo cuanto sé de protocolo lo aprendí viendo Sissi Emperatriz de niño y luego The Crown. Será por eso que, mientras se escuchaba al atribulado servidor de la Casa Real ordenando que no se abriera la puerta del Rolls porque el presidente no estaba y veíamos cómo transcurría ese minuto de espera hasta que llegaba Pedro Sánchez, lo primero que me vino a la cabeza fue una escena de El Caballero Oscuro, La Leyenda renace, cuando Catwoman desaparece sin avisar mientras Batman se gira, como él mismo acostumbra a hacer, y Bruce Wayne se dice para sí mismo “así que es así como se sienten”.

En The Crown los fallos e incidentes de protocolo siempre acaban felizmente y dan lugar a momentos de inspiración política de sus protagonistas. En España dan lugar a pintorescas teorías de la conspiración donde los segundos de retraso se deben a escenas donde el presidente y el chófer deben mantener diálogos más o menos como este:

-Sincronicemos nuestros relojes, Ramiro -ordenaría Sánchez.

-Afirmativo, presidente -respondería el chófer.

-¿Cuarenta o cincuenta segundos de retraso para que no me piten? ¿Usted qué dice? ¿Cuál es su opinión profesional?

-Hombre, presidente, así, a ojo, yo me inclino más por el minuto.

Si en este país, donde el odio no descansa ni durante la supuesta fiesta nacional, a un presidente de izquierdas no le pitan en el desfile del 12-O, o no es presidente, o no es de izquierdas. Si en la Moncloa no lo tienen asumido todavía, más dura será la caída.

Con la bizarra polémica que provocó la descoordinación entre coches oficiales, con el minuto de larga espera real como nuevo cargo de lesa majestad contra Sánchez, me vino luego a la cabeza que más tiempo llevamos los ciudadanos esperando por una explicación del Rey sobre cuánto sabía sobre los negocios de su padre o por qué se fue a un notario a renunciar a la herencia, y tampoco nos quejamos tanto. Una explicación en carne y hueso, no una nota de justificación por el mal comportamiento del niño emitida al día siguiente de declararse el primer estado de alarma por la pandemia.

Un minuto en un Rolls da para mucho que pensar, especialmente con el sentido de Estado que, dicen, confiere esa elegante tapicería. Da para pensar, por ejemplo, en indicar que abran la puerta y salir a demostrarles, a quienes odian más a Sánchez que aman al himno y a la bandera que tanto proclaman querer, que hay un sitio para cada cosa y una cosa para cada sitio; aunque únicamente fuera para devolver todas las veces que las demás instituciones del Estado se han saltado algo más que el protocolo para proteger y preservar a la corona. También puede dar para enseñar a otras autoridades presentes que, ni el odio, ni las ganas de recibir aplausos fáciles, pueden pesar nunca más que la dignidad de la institución que representan.