La Real Academia Española (RAE) ha incluido en la nueva versión electrónica del Diccionario de la lengua española (la 23.1) la palabra “especismo”, otorgándole los siguientes significados: 1. m. Discriminación de los animales por considerarlos especies inferiores. // 2. m. Creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales, y por ello puede utilizarlos en beneficio propio.
La incorporación de esta nueva palabra al diccionario de la RAE era reclamada desde hace tiempo por las organizaciones de defensa de los animales y, como en casi todos los casos, no hace sino dar oficialidad a un término plenamente incorporado al uso del lenguaje.
Sin embargo quisiera aprovechar esta novedad académica para abrir un debate sobre el contenido de esta expresión, que define perfectamente lo que muchos piensan respecto al resto de seres vivos con los que compartimos existencia.
Esa errada forma de pensar, que nos sitúa en el centro del Universo y nos mantiene en un plano superior respecto al resto de animales, está en el origen del acoso al que estamos sometiendo al planeta. Y tiene una palabra que la define: antroponcentrismo, también aceptada por la RAE.
Su uso debería ser sustituido por el de otra, biocentrismo, todavía no aceptada, que define una relación más honesta y sincera con el resto de seres vivos, una relación basada en el respeto, la consideración y el reconocimiento de nuestra interdependencia. Nada nuevo por cierto, pues resume lo que recoge la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, proclamada en 1978 y aprobada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Dicha declaración defiende la necesidad de respetar a todos los animales por igual, con indiferencia de la utilidad que le hayamos otorgado para nuestro propio beneficio, considerándolos como seres individuales, capaces de experimentar dolor y sufrimiento y merecedores de un trato ético y moral.
En sus primeros artículos decreta que “Todos los animales nacen iguales ante la vida y tienen los mismos derechos a la existencia” y que “Todo animal tiene derecho al respeto”. Por lo que, contrariamente al especismo, el ser humano no puede utilizarlos en beneficio propio.
En el resto se recogen demandas tan legítimas como que “el hombre no puede atribuirse el derecho a exterminar al resto de los animales” y que “en ningún caso los someterá a malos tratos ni a actos crueles”.
El espíritu de esta declaración se une al resto de declaraciones realizadas por el ser humano a lo largo de la historia en defensa de los animales y el respeto a la naturaleza. Todas ellas parten de una verdad incuestionable: que el futuro de nuestra especie permanece unido al del resto de los seres vivos con los que compartimos existencia y al del propio planeta.
“Lo que le ocurre a la Tierra le ocurre también a los hijos de la Tierra”. Seguro que les suena. Lo escribió el autor de la Carta del Indio, quien quiera que fuese. También señaló en ella que “Todas las criaturas de la Tierra estamos estrechamente unidas por lazos ancestrales y dependemos los unos de los otros. Todos estamos unidos.” Y no importa si es apócrifa, porque es una de las más bellas cartas de amor al planeta.
Imbuido por el mensaje de esa carta, que leí de niño y me marcó para siempre, aprovecho el estreno de la palabra especismo en el diccionario, y por lo tanto ya sin cursiva, para reclamar que lo abandonemos cuanto antes. Que se convierta en obsoleta cuanto antes y empecemos a mirar con más respeto al resto de especies con las que compartimos existencia y destino en la Tierra.