Ahora que se acercan los 100 días de gobierno de Ahora Madrid, habrá quien diga que ya nos pueden criticar pasado el periodo de cortesía. Pero lo cierto es que los ataques furibundos contra nosotros empezaron desde el día cero y desde varios frentes.
Sin querer esquivar las que podrán ser críticas acertadas y merecidas, la estrategia de la oposición, especialmente el PP y toda su caverna mediática, ha consistido en meter ruido para desviar la atención y esfuerzos de nuestros concejales y concejalas de la tarea cotidiana de gobernar.
Iniciamos nuestra responsabilidad con la deslealtad institucional del equipo de gobierno saliente que se negó a hacernos un traspaso de poderes ordenado. Encima de que éramos personas nuevas en la institución, ni nos dejaron un papel ni nos explicaron el estado de los distintos proyectos en marcha. ¡Ese es su sentido de estado!
Y más grave que eso, los días previos a dejar el cargo aprobaron a toda prisa proyectos cuestionables que dejaban atado al gobierno entrante en determinados aspectos contradictorios con lo que la mayoría votó en las elecciones. En enero se votó con cierta rapidez el cambio de Ordenanza municipal que cambiaba la protección del Edificio Canalejas y daba, así, luz verde a las obras que en la actualidad vemos en el edificio. Se pierde para la ciudad todo el interior, la escalinata y el hall del edificio, que eran consideradas patrimonio artístico e histórico de la ciudad para la construcción de un hotel con centro comercial.
Pero muy a su pesar, el ayuntamiento no sólo no se ha hundido sino que vamos haciéndonos con las riendas del funcionamiento. Y estamos hablando de una institución con cerca de 26.000 trabajadores/as sin contar los servicios externalizados, y cuya estructura y dinámica de funcionamiento está hecha a imagen y semejanza de un partido verticalista y autoritario que lleva décadas gobernando y que ha promovido a los niveles altos del mismo a personal afín a su ideología, taponando en muchas ocasiones las opciones de las personas funcionarias que veían su trabajo más como servicio público que con ojos empresariales.
Ir cambiando viejas dinámicas perniciosas y poco eficaces está costando más de lo deseable tanto por la dificultad de encontrar perfiles adecuados como por nuestro deseo de no provocar de manera simultánea “vacíos” en el organigrama de mando. Nuestra llegada ha sido recibida con bastante ilusión, esperanza y ganas de ayudar por un funcionariado harto de la prepotencia de los cargos del PP, pero tenemos que afinar mucho en la reestructuración de los niveles más altos tanto para evitar injusticias como por que no somos tan ingenuos de no saber que desde esos lugares es posible bloquear o ralentizar administrativamente las decisiones políticas cuando no se está de acuerdo con ellas.
Estos cambios prudentes pero meditados, los hacemos además en un contexto de haber disminuido de forma muy sustancial el número de asesores eventuales que sirven para dar apoyo político y confianza a los concejales y concejalas. De 124 que había con el PP, nos hemos quedado en 71, y eso supone una mayor carga de trabajo tanto para atender las tareas de gobierno como para pensar y concretar la estrategia política.
Han sido 3 meses intensos, pero a pesar de ser poco tiempo ya vamos llegando a una conclusión clara: la gestión del ayuntamiento no sólo es abarcable y nos vamos a hacer con ella, sino que vamos a gestionarlo mucho más eficazmente que los supuestos “ejecutivos expertos” del PP.
No obstante, nadie debería obviar los condicionantes que tenemos para sacar adelante nuestro programa.
En primer lugar, gobernamos en minoría. Algunos puntos de nuestro programa requerirán un apoyo, que no está claro, del PSOE cuando menos. Por ejemplo estamos encontrando dificultades para aprobar una bajada de los sueldos de los cargos públicos y el personal eventual, ya que el resto de grupos políticos no están por la labor. Hay una fuerte resistencia a reducir los gastos de esa partida e incluso recibimos presiones en sentido contrario.
En segundo lugar y aunque lógico, los partidos de la oposición quieren marcarnos la agenda y el programa de gobierno impidiendo que hagamos cambios de calado que puedan cuestionar el consenso básico del régimen bipartidista del 78. Un primer ejemplo fue su acuerdo para intentar imponernos, fuera del debate presupuestario, una bajada del IBI no redistributiva que disminuya drásticamente nuestras posibilidades de atender las necesidades sociales más urgentes e importantes. Algo que vamos a pelear duramente para ver qué intereses tiene cada grupo.
Vamos a tener que hacer equilibrios y un trabajo político y comunicativo fuerte para soportar los ataques mediáticos de quienes no se mantienen del todo independientes y defienden intereses espurios, con el riesgo de que el PSOE prefiera otras compañías.
En tercer lugar, tenemos que asumir que no se puede sacar todo el programa de golpe, ni por presupuestos ni por la temporalidad que exigen algunos cambios legislativos y administrativos. Vamos a ir sacando cosas sin pausa pero pautando el cumplimiento del programa con las posibilidades reales y nuestro conocimiento del ayuntamiento.
Un escenario razonable sería dedicar 2015 a conocer la institución, desvelar y conocer los cierres en falso que nos han preparado y sacar asuntos urgentes y fáciles de promover desde la Junta de Gobierno, como ya estamos haciendo con bastante agilidad: ahorrar en palcos o en coches oficiales para impedir políticas de austeridad; apostar por impuestos distributivos en vez de la trampa del endeudamiento que a tan amarga situación nos ha traído; canalizar presupuesto para medidas urgentes, como la campaña de los comedores escolares; o sacudir debajo de la alfombra la mala gestión y el despilfarro como el sobre coste de la Caja Mágica, de la Ciudad de la Justicia y tantos otros. En 2016 deberíamos abordar de forma meditada una reestructuración importante de la institución intentando racionalizar los gastos e ingresos y ganando en eficacia aprovechando mejor los recursos humanos existentes y que ahora están infrautilizados por las sucesivas externalizaciones de servicios que se han producido a lo largo de estos años de gobierno de Partido Popular. Y en los siguientes años estaríamos en condiciones de implementar cambios profundos en el modelo de ciudad, si nos dejan el resto de grupos. Lo que no quiere decir que no vayamos haciendo en todo momento los cambios que vayan siendo posibles.
¿Significa esto que estamos pidiendo paciencia hacia las reivindicaciones más sentidas de movimientos sociales y ciudadanía? No. De hecho nos gustaría sentir cierta presión y exigencia que nos impida conformarnos con pequeños cambios.
Pero sí queremos pedir comprensión ante la magnitud de la tarea que tenemos encima. Una comprensión que implica por nuestra parte ser transparentes, dar explicaciones continuas y convincentes, y, desde luego, hacer todos los esfuerzos posibles para sacar adelante el programa con que nos presentamos, sin miedo a reconocer que quizá nos equivocamos en alguna propuesta que no es factible sólo desde el Ayuntamiento, o que algunas no salen porque no tenemos mayoría. Que el motivo no sea que no lo intentamos.
Estamos elaborando un plan de gobierno que promueva una política municipal basada en el cuidado, el cariño y la seguridad para las personas por encima de cualquier otra cosa. Un plan para desterrar discursos y prácticas que buscan culpabilizar y crear miedo y rencor hacia las migrantes, las personas sin hogar, las desahuciadas, o nuestros vecinos catalanes o vascos, hacia quien piensa diferente o está en condiciones difíciles, porque ese discurso extremista del Partido Popular ha sido la coartada para justificar recortes sociales, privatizaciones, ayudas a la banca, represiones policiales ante protestas pacíficas y ha insertado en una parte de nuestra ciudadanía cierta comprensión hacia los corruptos, intentando normalizar acciones delictivas “porque todos haríamos lo mismo”.
Vamos a construir una ciudad de la convivencia y la alegría que piense más en los madrileños y madrileñas que vivimos aquí cada día, más que en los grandes negocios de unos pocos.
Quizá no consigamos sacar adelante algunas cosas que quisiéramos pero en cualquier caso habrá merecido la pena aunque sólo sea por haber detenido durante un tiempo la agenda neoliberal del Partido Popular y otros partidos con la misma agenda económica. No es baladí desarrollar una estrategia defensiva que impida que la situación concreta de muchas personas no se deteriore, aún si no llegamos a tener la suficiente fuerza política y social para aplicar ofensivas más transformadoras. En este caso nos toca poner la cabeza en que esas políticas sirvan para aumentar la conciencia de la gente y acumular fuerzas para futuras luchas.