¿Puede un ayuntamiento, por grande y poderoso que sea, cambiarlo todo? No, no puede. Hay leyes estatales que enmarcan, o recortan, como ha sucedido recientemente, las posibilidades de la acción municipal. Hay competencias que están en manos de las Comunidades Autónomas. Y hay mucho que no pueden hacer (solas) las instituciones, ninguna institución: fortalecer las redes vecinales, impulsar iniciativas ciudadanas, tejer comunidad, cuidarse entre vecinos. Pero hay muchas otras que sí pueden hacer.
Imaginemos. Un Ayuntamiento cercano, abierto, transparente y eficaz. Que las vecinas conozcan por su nombre a los concejales de distrito. Iniciativas públicas para favorecer el empleo digno. Que la prioridad del gobierno municipal sea que no se permitan un solo desahucio más sin alternativa habitacional. Plazas con árboles, con bancos, con espacios para que la gente se encuentre. Una cultura viva y rica, como son las gentes de Madrid. Calles cuidadas, aire limpio.
¿Puede un grupo de personas, por muy eficaz que sea y por mucho respaldo electoral y organizado que tenga detrás, cambiar de raíz una institución de la noche a la mañana? No, no puede. Hay poderes que influyen sin presentarse a las elecciones. Hay inercias burocráticas que arrastran. Hay propuestas que parecen buenas sobre el papel y en la práctica no funcionan. Hay colectivos y grupos que se resisten a los cambios. Pero las personas importan, claro que sí.
Imaginemos. Un psicólogo. Una arquitecta urbanista. Un hacker. Una oceanógrafa. Un dirigente vecinal. Una administrativa sindicalista. Un profesor universitario. Una investigadora del CSIC. Un trabajador del Ayuntamiento de Madrid. Un experto en políticas locales. Un equipo de ciudadanos y ciudadanas que en su mayoría da por primera vez el paso de acercarse a la política institucional.
Y una juez. Una juez al frente, honesta, trabajadora y con vocación de servicio público, que durante 30 años de carrera profesional ha demostrado que las instituciones pueden ser eficaces y que pueden trabajar para defender los derechos humanos, cuando hay voluntad política para hacerlo.
Para gestionar de forma eficaz hace falta respeto por lo público; para gobernar escuchando hace falta reunirse con los vecinos; para conocer el estado de las calles de una ciudad hay que pasearla; para gobernar para la gente común hay que ser gente común. Quienes llevan 24 años gobernando llevan mucho tiempo sin serlo y creen que las instituciones les pertenecen, que son un patrimonio particular. Por eso las personas importan.
Para poner el gobierno al servicio de la mayoría -de las estudiantes, los autónomos, los vecinos y las abuelas- hay que diagnosticar bien los problemas, plantear soluciones y ejecutarlas con eficacia. Para eso sólo hace falta voluntad política.
Por primera vez en muchos años hay posibilidades de un cambio político real en las elecciones municipales de mayo en Madrid, un cambio que ha sido impulsado por la gente, que es siempre la protagonista de los grandes momentos históricos.
Nosotros y nosotras queremos aportar nuestro granito de arena en ese cambio del que no somos protagonistas. Queremos ser útiles, queremos gestionar eficazmente y queremos gobernar escuchando. Es el momento de la gente, es la hora de Madrid. Es ahora.