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Más allá de la M-30

Ahora que tenemos tiempo, miramos por el retrovisor y aparece la nostalgia. Un viaje imposible, pero añorado. De pronto, una imagen, un sonido, una frase, una llamada... y todo se convierte en trazos de una vida ya vivida que nos empeñamos en rescatar. Es como si de golpe todo el pasado asomara a nuestro interior con el único propósito de meternos en la encrucijada de ser lo que fuimos alguna vez. Este maldito virus nos ha cambiado a todos. Y no sabemos por cuánto tiempo. Sin embargo, por muy doloroso que resulte perderse en el laberinto del tiempo, hay una ocasión para mirar al futuro y encontrar una salida a un mundo distinto.

En esta España tan dada a lo superlativo en lo malo como en lo bueno, hay señales de que la sociedad va siempre por delante de quienes la representan. Los aplausos de cada día a las ocho de la tarde a los profesionales sanitarios; las redes vecinales de solidaridad con los mayores; las donaciones anónimas y de empresarios millonarios; los deportistas que se rascan el bolsillo; los cantantes que nos deleitan con su música en las redes; los mensajes solidarios… Todo fluye de forma espontánea. Lo único que no termina de acoplarse a las necesidades del momento es la política. Y no toda, claro. La que asoma a los medios, sin duda. Y también la que vimos en el inédito y último pleno en el que el Congreso aprobó una prórroga de 15 días para el estado de alarma.

Luego, hay otra, más allá de la M-30 y de la implacable y extemporánea dureza de Pablo Casado, que no se cuenta y reconforta. O porque no merece la atención de los grandes titulares o porque sus protagonistas no hacen por que se sepa. Vayan aquí algunos ejemplos de, seguro, otros muchos que suceden y no se cuentan. Alcaldes de pueblos pequeños que lloran ante la impotencia de que se les mueran sus vecinos; presidentes autonómicos que telefonean a diario a sus homólogos de otros territorios aun siendo de distinto signo político para saber qué necesitan, cómo se encuentran y si pueden ayudar en algo. España también es esto. En la política no todo es barro, ni partidismo, ni ideología, ni ajustes de cuentas en un momento de drama colectivo y emergencia nacional.

Merece la pena que se sepa. Y, ahora que Madrid se ha convertido en el principal foco del coronavirus y su presidenta se desgañita en busca de material sanitario que no resulta tan fácil encontrar ni para el Gobierno de España ni para el suyo propio, los madrileños también tienen derecho a saber que al otro lado de la línea telefónica cada día Díaz Ayuso recibe una llamada que no falla del presidente extremeño, el socialista Guillermo Fernández Vara, para interesarse por su salud, para animarla y para ofrecerle lo que esté en su mano. Y que el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page, puso a su disposición antes de que colapsaran las UCI de los hospitales madrileños, las de toda la red sanitaria de su región.

Conviene saber además que hubo presidentes regionales del PP, como Núñez Feijóo o Moreno Bonilla, que en sus conversaciones aconsejaron a Casado que aparcara las diferencias con Sánchez y arrimara el hombro ante una crisis que afecta a todos los territorios sin distingos. Y no está de más que los españoles sepan también que en Valencia, Ximo Puig, tiene un chat de whatsapp con todos los portavoces parlamentarios en el que les va informando puntualmente de la evolución de los datos, de las decisiones que toma y de las medidas que implementa. No hay estridencia ni sobreactuaciones en ninguno de sus oponentes, según cuentan desde la Generalidad valenciana. Todo es colaboración, incluso desde la derecha del PP y la extrema derecha de Vox, cuya actitud en Valencia nada tiene que ver con la que muestra Santiago Abascal en la tribuna de oradores, y mucho menos en las redes sociales. Hasta ha tenido que llegar el COVID-19 para que Ciudadanos -más allá de algún dirigente despistado más pendiente de la promoción personal que de la emergencia-encontrara su espacio y recuperara el sentido de Estado.

Hay otra España política, más allá de la M-30, que ha entendido de verdad que juntos son mejores y que de ésta solo se sale con la unidad y la lealtad por la que clama Sánchez y Casado desoye. No todo es Madrid, ni políticos que hayan dictado ya sentencia para los presuntos culpables de esta crisis, ni amanuenses que escriban que todo es culpa de la manifiesta incompetencia de los partidos de izquierda. Así que no es que otro mundo sea posible y lo soñemos cada vez que miramos por el retrovisor estos días, es que se ese mundo ya existe. Y no se cuenta lo suficiente.